EL PAíS › EL MATRIMONIO DE ALEX Y JOSE MARIA

Vida de casados

 Por Soledad Vallejos

“Así como después del 1º de diciembre dije que nos casábamos antes de que terminara 2009, ahora digo que en menos de un mes va a haber otro casamiento”, asegura Alex Freyre, a medio camino entre el chisme y el anuncio. Por no poner en riesgo el proceso, pero posiblemente también porque sabe que mantener vivo el misterio suma atención para la causa, preserva algunas intrigas. Puede suceder en cualquier distrito del país; puede tratarse de cualquier pareja que corresponda a la sigla LGTB. Entre tanto, la única pareja de personas del mismo sexo legalmente casada por autoridades argentinas es la que componen él y José María Di Bello, el marido temporalmente ausente del país en cumplimiento del deber (laboral y militante). Freyre no niega que lo extraña, aunque “en realidad, el estar casados no nos cambió toda nuestra vida cotidiana sino algunas cosas: ahora estamos viendo si yo me paso a su obra social, cosas así. En eso sí tiene implicancia estar casados, estamos viendo el impacto de la igualdad jurídica”.

Lo que sí cambió en un mes y medio de contar con acta matrimonial fue, por así decirlo, la vida pública de Freyre y Di Bello. Tuvieron móviles de televisión en la puerta de la casa, llamados de radios a horas inhumanas y consultas telefónicas todo el tiempo. Por la calle, al reconocerlos, los paraban “todo tipo de personas”, a saber: “Familias y un montón de abuelas, que nos decían que habían estado rezando para que nos dejaran casar”; los felicitaban; alguno invocaba la cercanía de “un hermano gay, un hijo gay” para explicar que comprendía y acompañaba. Algunos querían sacarse fotos con la pareja. Otros nada más estaban “con ganas de darnos un beso”. Y el tiempo que eso duró accedieron, aunque Freyre dice que no quería salir a la calle por timidez. “Quería que esa fama desapareciera porque es abrumador. Ya veníamos de un palazo abrumador de exposición después de que no pudimos casarnos el 1º de diciembre, no dábamos más. Y además tenemos HIV, nos tenemos que cuidar. Recién ahora empezamos a descansar.” Dice que “ver lo que pasa es un placer, pero el esfuerzo nos dejó de cama. No estábamos preparados. Nuestro casamiento fue sui generis: no estaban nuestras familias, ni nuestros amigos, cosa que hubiéramos querido. Sigo creyendo que es injusto que hayamos tenido que dar una batalla jurídica. Es agotador. Pero como matrimonio estamos chochos, fue un honor formar parte de esta conquista. Para nuestro currículum del alma, fue más grande que haberle puesto el forro rosa al Obelisco”, en referencia a la acción que, en 2005, llevaron adelante desde la fundación Buenos Aires Sida.

El y su marido se definen como militantes, y el propio Freyre explica que su “esfuerzo está centrado en lograr un cambio sistémico... Nuestro casamiento, además del deseo de una pareja enamorada, fue el deseo de dos militantes. Por eso creo que nuestro casamiento lo que produce es un cambio sistémico, para siempre, tanto que todo cambió: hay una escena nueva. No se trata sólo del esfuerzo de dos personas sino de un grupo, que es la Federación (Argentina de Lesbianas, Gays, Bi y Trans –Falgbt–)”, y eso tiene efectos sobre el mundo alrededor.

–¿Qué efectos concretos percibieron?

–Hasta el 1º de diciembre sólo éramos cuatro las parejas que habíamos intentado casarnos, empezando por María Rachid y Claudia Castro. Desde el 1º de diciembre hasta ahora cambió tanto, que hay 100 parejas que están pidiendo casarse. La semana próxima, de hecho, posiblemente acompañe a una chica travesti y su novio que van a pedir turno al registro civil. Es importante, porque el casamiento no tiene que ampliarse sólo para gays y lesbianas, sino que también tiene que ser para las travestis. Me encanta tener la oportunidad de acompañar, porque es ser todavía más testigo de lo que está sucediendo. Todo el tiempo recibimos mails y mensajes, muchos mensajes llegan al Facebook. Algunos son de adolescentes desesperados, y es hermoso, dentro de ese dolor tristísimo que sienten, poder ser útil a gente muy concreta, ayudarlos a darse cuenta de que ser gay no es ninguna vergüenza, que tener el sueño de formar una familia tampoco lo es. Es bueno mostrarles que otros lo están haciendo. El equipo de abogados de la Federación está trabajando con nuevos amparos. Nos hemos metido en la casa de tantas personas, que esto está impactando en muchas vidas. En el servicio de salud mental del hospital Muñiz, donde se atienden muchas personas con VIH, los pacientes empezaron a plantear que, después vernos casados, el matrimonio también forma parte de su expectativa de vida. Y muchas parejas heterosexuales se hicieron sus análisis prenupciales en el servicio clínico del Muñiz, diciendo que habían elegido ese hospital porque sabían que nosotros habíamos ido ahí. Es re lindo.

–¿Cuándo percibieron que habían dejado de estar en el centro de la escena?

–Es que en realidad un poco eso sigue. Todavía nos llaman de medios de todos lados, pero tuvimos que aprender a poner límites a eso, para poder seguir con nuestras cosas. Ahora sólo nos dedicamos a eso un día por semana. Claro que con la celebración del día de los enamorados todo volvió a comenzar, pero nosotros queremos que aparezcan otras parejas, otras historias. No queremos que nuestra pareja quede fijada como única, que quede solamente éste como el único modelo legitimado. La diversidad aporta diversidad. Por eso está bueno que una trans haga un amparo para casarse con su novio, que logren el derecho, que la gente pueda ver que se trata del mismo amor. Por eso nuestra campaña lleva ese nombre, “El mismo amor”, y este fin de semana hubo picnics de San Valentín en todo el país. Pero, más allá del domingo y de nuestro matrimonio, la campaña continúa, porque el objetivo es generar las bases para conseguir la ley de matrimonio para todos y todas. Para eso hay que conquistar el apoyo social, mediático, político, jurídico. Nuestro casamiento fue sólo el inicio, un leading case en Capital Federal que tiene impacto en todo el país, y en Tierra del Fuego hubo un equivalente en lo político con el decreto de la gobernadora Fabiana Ríos.

–¿Y cuál es la percepción sobre cómo impactó en las provincias?

–En las provincias está movilizando a gente que nunca militó. Ahora está pendiente seguir avanzando en fortalecer a esos nuevos militantes. Con el matrimonio, y esto tal vez sume, estamos reparando una herida que tenemos todos, porque el matrimonio también es proteger patrimonialmente al otro. Yo he visto mucha gente morir en la lona, o ver a alguien que, cuando murió su compañero, quedó en la calle porque la familia se apoderó del departamento que habían construido juntos. Hay incluso casos de personas famosas. De todas maneras yo creo que esta conquista, que simbólicamente es muy importante, no es la más urgente. A mí, al menos, en lo personal, me preocupa más lograr una ley de identidad de género y la derogación de los edictos en las provincias, donde amparados en ellos matan a las pibas. Con esa causa, desde la Federación, tenemos el mismo compromiso que con el matrimonio. Por otro lado, hay algo loco: en los demás países que tratan o tienen matrimonio para todos y todas, antes se había conquistado la despenalización del aborto. Que aquí no sea así es raro y preocupante.

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