EL MUNDO › LAS CLAVES DEL NUEVO SISTEMA SANITARIO Y EL SENTIDO POLITICO DE UNA VICTORIA

Obama se curó en salud

Por sólo siete votos en la Cámara baja, logró que sea ley la extensión de la cobertura obligatoria. La batalla fue dura, a tal punto que se trata de la primera ley importante en la historia de los Estados Unidos que no fue apoyada por ningún diputado republicano. Los nuevos temas. Las claves del sistema. Qué pasará después de la mayor derrota conservadora desde que Reagan restauró el orgullo perdido.

 Por Martín Granovsky

Barack Obama jugó a fondo y consiguió una victoria en la reforma del sistema de salud, algo que no había obtenido ni el mismísimo Bill Clinton y que, en la tradición demócrata, lo deja emparentado con Franklin Delano Roosevelt y Lyndon Johnson.

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Datos. Los Estados Unidos son el único país desarrollado sin cobertura universal de salud. Hasta la reforma que acaba de aprobar el Congreso, alrededor del 15 por ciento de la población, más o menos 46 millones de personas no tenían cobertura alguna. La cifra incluye los 10 millones sin ciudadanía. Antes de la crisis de las hipotecas-basura, la economía familiar a menudo solía desmoronarse por un gran gasto de salud. Ancianos, discapacitados y una parte de los más pobres ya estaban cubiertos por las reformas del presidente Lyndon Johnson en 1965. Había lagunas en la cobertura para la clase media y los trabajadores, que supuestamente quedarán remediadas ahora. En los Estados Unidos, el gasto en salud ocupa el 16,2 por ciento del producto bruto, más que en el Reino Unido o Japón, pero el lucro en el que se basa el sistema puede hacer que una diabetes sea mortal por falta de dinero para el tratamiento.

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El sistema nuevo. Con la ley de salud aprobada por el Congreso, el 95 por ciento de los habitantes quedará cubierto. La ley obliga a contratar una cobertura de salud y prevé subsidiar a quienes no puedan hacerlo. Por presión de un grupo de diez diputados demócratas antiaborto, con base en el medio oeste del país, la cobertura sólo comprenderá los casos de aborto luego de incesto o violación. La reforma costará al fisco 940 mil millones de dólares al año. La cifra es menor que las barajadas inicialmente, lo cual sirvió para juntar votos frente a un Congreso en trance de cambio desde que el escaño del fallecido Ted Kennedy, demócrata por Massachusetts, fue ganado por el republicano Scott Brown. Esa derrota dejó a los demócratas del Senado con la obligación reglamentaria de consensuar proyectos para obtener la mayoría.

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El sábado de Obama. Obama jugó a fondo en persona durante el tramo final de la campaña para aprobar la ley. Habló con la mayoría de los legisladores demócratas el sábado 20 y pronunció un discurso casi plebiscitario. Recordó que asumió, el 20 de enero de 2009, en medio de la peor recesión desde la Gran Depresión de los años ’30 y cuando los nuevos desempleados trepaban ya a los 800 mil, colapsaban las finanzas y caían los sistemas de cobertura. Dijo que incluso antes de la última recesión ya había quienes vivían su propia crisis, a veces por el hecho de tener un hijo que accedía a la cobertura sanitaria con la desventaja de que ésta no tendría en cuenta las condiciones preexistentes en la criatura hasta ese momento. (La nueva ley termina con la preexistencia, y de ese modo iguala.) Mencionó el problema de una persona con problemas de salud obligada a retirarse a los 50. Quedaría sin trabajo y sin la cobertura suficiente. Obama hizo reír a los diputados demócratas cuando ironizó por la súbita preocupación de los líderes republicanos sobre qué horrible futuro le esperaría al oficialismo si la ley salía. Según el propio Obama, que criticó el tipo de cobertura europea porque así no es el pensamiento político promedio en los Estados Unidos, la esencia de la nueva legislación es que “garantizaremos que el sistema privado de seguro de salud funcione para las familias comunes y corrientes”. La primera persona del plural remite al Estado, pero el Estado, o el gobierno, no son buena palabra en la tradición estadounidense. Quienes accedan a las coberturas formarán grandes conglomerados y se beneficiarán de rebajas o de mejor calidad de servicio. Y habrá rebajas impositivas para trabajadores y para pequeños y medianos empresarios. Todo esto, según Obama, no sólo sin aumentar el déficit sino, al contrario, reduciéndolo. “Hablé individualmente con muchos de ustedes y sé que es un voto duro, pero no voten la ley por mí, y tampoco por el Partido Demócrata, sino por sus electores, por el pueblo norteamericano”, pidió Obama. Y agregó: “Estamos orgullosos de nuestro sentido individual y nuestra libertad, pero también de nuestra preocupación por el vecindario, por el que necesita ayuda y de nuestro sentido comunitario”. Obama terminó diciendo que había llegado uno de esos instantes en que un político dice: “Para esto empecé, esto es lo que quería”. Para rematar casi en el final con una frase: “Estuvimos debatiendo sobre la reforma de la salud durante décadas. Ahora es el momento de votar la ley, y confío en que lo harán”. Lo hicieron.

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Piedras. Muchos diputados demócratas recibieron oferta de custodia. Es que en varios puntos de los Estados Unidos, desde Wichita a Cincinnati, fueron atacados con cascotazos los vidrios de sedes demócratas y varios legisladores recibieron amenazas de muerte.

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Algo es mejor que nada. Cuando los números están parejos, cada voto cuenta. Dennis Kucinich es representante (diputado) demócrata por Ohio y ex alcalde de Cleveland. Antes del voto, Obama lo subió a su avión Air Force One para conversar. A los 63 años, político experimentado, como vicepresidente de la Comisión de Asuntos Domésticos analizó en detalle el proyecto de reforma sanitaria y siempre estuvo a favor de una cobertura amplia. Kucinich dijo que esta reforma no es la mejor, pero que decidió votar por el sí para que Obama no sufriera un impacto negativo, porque sus electores están por la extensión de la cobertura y porque así tendrá legitimidad para seguir peleando. “Con la ley caída, adiós oportunidades nuevas”, dijo Kucinich en diálogo con Peter Scheer, de www.truthdig.com. Y recordó que ya hubo una polémica en el Congreso hace 16 años, cuando Bill Clinton planteó la reforma y fracasó. “Con un voto en contra por mi parte, ¿quién me iba a escuchar después?”, afirmó el diputado, quien fue crítico de posturas como la decisión de Obama de escalar la guerra de Afganistán y hace 14 años que lucha por un sistema de salud con criterio social. “Pero algo es mejor que nada”, opinó.

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Temas. Kucinich cree que, con la ley aprobada, podrá seguir abogando por criterios aún más inclusivos en salud, que no estén basados en el lucro, por el derecho de los Estados a tener sus sistemas de salud y también discutir temas como dieta, nutrición y medicinas alternativas. “Con la ley aprobada, confío en que podremos también avanzar en otros temas como la política económica, para que la presidencia de Obama restablezca el trabajo de mucha gente”, dijo el diputado.

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Republicanos. En la Argentina suele difundirse una visión edulcorada sobre la convivencia entre los partidos en otros países. La ley de salud fue aprobada con un récord histórico: es la primera ley importante que no tiene ni siquiera un voto republicano en la Cámara baja. Eso no sucede normalmente en el congreso norteamericano, donde los intereses de los Estados a veces convierten en oficialistas de un gobierno demócrata a legisladores republicanos y viceversa. De paso: viceversa sí ocurrió. La reforma ganó por 219 votos contra 212. De los 219, ninguno fue republicano. De los 212, 178 fueron republicanos y 34 demócratas.

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El fin de la era Reagan. Según David Leonhardt, columnista de The New York Times, más allá de las dudas sobre la reforma hay una cosa clara: “La ley que firmó Obama es el mayor ataque del gobierno federal contra la desigualdad económica desde que la desigualdad comenzó a crecer hace más de tres décadas”. Para Leonhardt, esos 30 años comenzaron a fines de los ‘70, cuando los impuestos sobre los ricos bajaron más que la tasa impositiva que debían pagar la clase media y los pobres. En enero de 1981 comenzó su primera presidencia el ultraconservador Ronald Reagan, siguiendo un camino que había iniciado en el Reino Unido Margaret Thatcher. Eran los que en ese momento recibían el nombre de neoconservadores, una denominación que en América latina cambió por neoliberales, pero fue utilizada con el mismo sentido: mayor desigualdad y desregulación. Según Leonhardt, la reforma sanitaria podría significar, en sentido extenso, el comienzo del fin de la era Reagan. En parte, el nuevo sistema implica un cambio impositivo. En la redistribución del presupuesto que bancará el seguro médico participarán obligatoriamente con sus aportes las familias en las que los ingresos superen los 250 mil dólares anuales. Está calculado por el Tax Policy Center de Washington que para 2013 las familias con ingresos superiores al millón de dólares por año pagarán 46 mil dólares más que hoy. También sufrirán recortes los subsidios a los actuales seguros de salud de ejecutivos y accionistas de grandes empresas de seguros. Los pobres que hasta ahora no recibían ayuda médica la recibirán y las familias tipo con ingresos anuales de 88.200 dólares por año, el borde por debajo del cual asoma la pobreza, se verán beneficiadas. Pero en cuestiones de salud, la desigualdad tiene cara y cuerpo, y las debilidades de los vulnerables serán menores. El 95 por ciento cubierto calculado por los legisladores debería alcanzarse en 2019.

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Plan Quinquenal. Así tituló la columna del 22 de marzo en su blog el Premio Nobel de Economía Paul Krugman. Al final aclaró que era un chiste, para no ser acusado de simpatías soviéticas. Esa columna –breve y precisa– es el festejo orgulloso de un militante. Aquí va, traducida entera: “Hace cinco años que comencé la cruzada por la reforma en salud. En ese momento todos hablaban de privatizar la Seguridad Social, y muchos pensaron que realmente pasaría eso. Escribí entonces que ‘una reforma seria de la cobertura de salud no está en el tapete, y en el actual clima político probablemente no pueda estarlo. La crisis de la cobertura de salud es ideológicamente inconveniente’. Y aquí estamos: ahí está en pie, todavía, la Seguridad Social, y la reforma de salud –imperfecta, negociada, pero real– ocurrió”.

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¿La victoria tendrá costos? David Sanger es un analista respetado en los Estados Unidos. Su último libro, La herencia, publicado a principios de 2009, no trata de salud sino del mundo que enfrentaría Obama: Irán, Afganistán, Pakistán, Corea del Norte y China. Sanger opinó que Obama consiguió un triunfo vital. Ganó una gran batalla, mientras que Bill Clinton la perdió por el mismo tema y George Bush fue derrotado en su segundo mandato cuando quiso liquidar la Seguridad Social. Estimulados por los ultraderechistas del movimiento Tea Party, liderado por la ex candidata a presidenta Sarah Palin, los republicanos quedaron como “El Partido del No”. Sanger registra el voto partido y recuerda que incluso la cobertura médica de Johnson fue apoyada por algunos votos republicanos, a pesar de que también había sido criticada por su presunto espíritu comunista y marxista. Esta vez los republicanos se confiaron. Creyeron que alcanzaba con criticar el presunto estatismo de Obama para tumbar el proyecto y debilitar mortalmente a un presidente que lleva poco más de un año en la Casa Blanca. Sanger pone la apuesta de Obama en perspectiva y descubre unos interesantes ciclos en la cuestión social. En los años ’30 Franklin Delano Roosevelt enfrentó la crisis con un papel activo del Estado en la protección de los desempleados y los más pobres. Luego de 30 años, en los ’60, fue el turno de Johnson, con Medicare para 20 millones de ciudadanos y medidas legales contra la discriminación de los afroamericanos. Y ahora Obama. A los tres presidentes demócratas los tildaron de comunistas. A los tres les dijeron que el país entraría en bancarrota y sus sistemas no funcionarían. Según Sanger, Obama confía en aumentar su consenso con los resultados prácticos. Por ejemplo, cuando un chico no sea rechazado como ocurría hasta ahora porque sufre una enfermedad anterior al momento en que contrata la cobertura de salud. En términos políticos, si el proceso sigue bien, Obama habrá probado que “es capaz de arriesgar todo para convertir sus convicciones en legislación”.

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¿Y los votos? Este año, ¿Obama se beneficiará electoralmente con la reforma? No es seguro contestar por el sí o por el no. Leonhardt, por ejemplo, se abstiene de cualquier pronóstico para el recambio legislativo de este año. Prefiere citar una frase de David Frum, miembro del equipo que escribía lo discursos del ex presidente George Bush: “Las mayorías legislativas vienen y van, pero la ley de salud es para siempre”. Anne Applebaum, columnista de The Washington Post, tampoco se metió en pronósticos pero trajo al debate público el fantasma de los conservadores ingleses, fuera del poder desde 1997 por “arrogantes y enojados”, además de faltos de modernidad. Sobre los republicanos que estos días acusan a Obama de “comunista”, Applebaum dijo que, en política, “cuando perdés el centro perdés las próximas elecciones”.

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El castigo. El American Enterprise Institute fue y es uno de los centros de los neoconservadores. El domingo, uno de sus investigadores escribió en su propia página web que republicanos y conservadores tenían gran parte de la culpa por la nueva ley que, según él, ya era de aprobación inminente. “Nada de negociar, nada de compromiso. Iríamos por todo y causaríamos el Waterloo de Obama. Y perdimos todo”, escribió. Y el jueves el AEI decidió rescindirle el contrato, mientras el diario de negocios The Wall Street Journal lo atacaba como la encarnación del Mal. El investigador echado es el mismo Frum que citó Leonhardt en su columna. El mismo que, como speechwriter de Bush, fue el autor de una famosa expresión que sería utilizada por el presidente republicano para referirse a Irak, Irán y Corea del Norte: “Eje del Mal”.

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Imagen: EFE
 
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