EL MUNDO › OPINION

Muerte y vida en la ex ESMA

 Por Eduardo Jozami *

¿Por qué recién ahora, después de tantos años que funciona en la ex ESMA el Espacio para la Memoria, se cuestionan las actividades que allí se desarrollan? Porque el feroz hostigamiento de la oposición mediático-política no puede reconocer zonas preservadas, aunque advierta que una gran mayoría de la población apoya las políticas de Memoria, Verdad y Justicia que inició Néstor Kirchner en el 2003. Pero también, porque esta vez vio la oportunidad, cuando algunas voces del movimiento de derechos humanos decidieron saltar la valla y hacer públicos sus cuestionamientos –ya han planteado en otras oportunidades su rechazo a la idea de un espacio abierto al público y no meramente al reciente brindis– brindando así cierta legitimación a la ofensiva mediática. Como ésta tiene por blanco al ministro Julio Alak –principal defensor de la postura oficial en las causas judiciales promovidas por el Grupo Clarín y la Sociedad Rural– es más fácil creer que esto explica la maniobra, antes que suponer un súbito interés por los temas de memoria en dirigentes opositores que evidencian su total desconocimiento de lo que se hace en la ex ESMA y opinan revelando la misma ignorancia sobre lo que pasa en los sitios de memoria del resto del mundo.

“Nadie se imagina un brindis en Auschwitz”, repiten comunicadores de gesto compungido. Sería bueno decirles que en esos y otros centros de Memoria, acechados por el turismo y las prácticas mercantiles, pasan hoy más cosas de las que ellos imaginan. Fueron precisamente los testimonios que reflejaban hasta qué punto estos centros podían convertirse en meros lugares turísticos de mostración del horror, llevando a una banalizada visión del Mal desgajada de toda vinculación histórica con las luchas contra el nazismo, lo que estimuló en nuestro Centro Cultural de la Memoria la visión crítica de esos modelos. Claro que esto no se evita limitando los consumos cárneos en el predio sino con una visión política que entronque el drama de los ’70 con la historia de las luchas populares argentinas y con este presente de expansión de derechos. Además, quienes se asustan cuando se escucha música o ven desplazarse por el predio a centenares de jóvenes –cuya sola presencia parece exorcizar todos los fantasmas– deberían preguntarse si no es éste el mejor homenaje para nuestros compañeros desaparecidos. Por lo menos el autor de esta nota nunca los siente más presentes que cuando acompaña las columnas juveniles que despliegan sus banderas.

Comparten esta mirada las Madres y los familiares que acompañan las actividades que se realizan en el Espacio. Ellos, como los sobrevivientes que hicieron posible los juicios con sus testimonios, merecen la principal consideración y como prueba de que se respeta la necesaria dimensión del duelo baste con señalar la sobriedad que se advierte en el tratamiento dado al Casino de Oficiales, el lugar donde funcionaba el Grupo de Tareas y eran alojados y torturados los detenidos desaparecidos. Es indiscutible, además, que no hay un solo modo de procesar ese duelo y que uno no es menos legítimo o respetable que otros. También por eso, los organismos de derechos humanos son parte del ejecutivo tripartito del ente público que coordina la gestión del Espacio y todo lo que se hace en el predio debe contar con su consentimiento.

Aprobando la política de puertas abiertas, que se intensificó con la llegada de la organización Hijos y la creación de la Casa de la Militancia, los organismos de derechos humanos han evidenciado su comprensión política. La ex ESMA no es “nuestra” ni de ningún sector; ni de las víctimas, ni de los familiares, ni de los sobrevivientes, ni menos todavía de quienes tenemos el privilegio de trabajar en el predio. Debe ser un Espacio de Memoria abierto y convocante para que lleguen allí todos los que aún no han comprendido la dimensión de lo ocurrido, para que se conozcan mejor las historias militantes de una generación que hoy vuelve a sentirse convocada. No es tarea de capillas ni de círculos cerrados: lejos de postular una memoria única queremos que se den en el más amplio espacio social los debates aún no saldados que unen el pasado y el presente.

La política de Memoria, como todo el proyecto que hoy impulsa Cristina, constituye una apuesta de futuro. Serán las generaciones venideras quienes deberán convalidarla, ratificando la condena a los genocidas, reivindicando nuestras luchas populares, fortaleciendo el proceso de transformación. Los grandes cambios de la historia no se resuelven en el tiempo corto. Bien lo sabe el peronismo que batalla, no pocas veces contra sí mismo, para avanzar en el camino iniciado el 17 de octubre de 1945. Ampliar la convocatoria a la ex ESMA, abrir las puertas del horror, no es sólo recordar los límites que puede traspasar el odio de los poderosos, es también recoger la dimensión del compromiso militante de quienes se atrevieron a enfrentarlos, es pedir a los argentinos que se hagan cargo de su historia. Y eso puede hacerse mejor hoy, porque se advierte una esperanza de futuro.

Esta vocación masiva y militante que domina la política del Espacio no puede estar reñida con la amplitud en la convocatoria sin sectarismos ni con el rigor en los debates y en la evaluación de los trabajos que allí se realicen. Quienes impulsamos estas actividades desde un organismo público debemos recordar –como dijera en otro contexto un revolucionario argentino– que la calidad es respeto por el pueblo. El ejemplo del canal Encuentro, funcionando en el mismo predio, parece inspirado en esa divisa que también podría ser la nuestra. Es posible resumir así la propuesta que, con la generosa colaboración de la Secretaría de Cultura, el Teatro Cervantes, el Fondo Nacional de las Artes, la TV y la radio pública, la Biblioteca Nacional, el citado canal Encuentro y tantas universidades y entidades, venimos realizando en el Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti.

En pocos años, el Centro se ha convertido en un lugar de encuentro, de debate y reflexión colectiva para muchos escritores, artistas visuales, teatristas, músicos y cineastas y también para un público que cada día participa más en nuestro diálogo. El Conti ha ganado reconocimiento internacional por sus seminarios anuales, y ha ido generando nuevos programas y acciones, como los dedicados a la diversidad o los pueblos originarios, a tono con el proceso de reconocimiento y ampliación de derechos que hoy vivimos. En un debate permanente, se va profundizando una línea de pensamiento bien distinta de la fórmula canónica que parece imponerse en el mundo desarrollado, la de quienes quieren construir una memoria que se separa por igual de la historia y la política.

Es mucho lo que queda por hacer en el Espacio, desde mejorar los mecanismos de acceso y la señalización histórica, ofrecer más opciones de recorridos a los visitantes y garantizar una más amplia apertura, hasta impulsar los debates que permitan profundizar los actuales consensos sobre las políticas de Memoria. Hoy avanza el proyecto cuando se han iniciado los trabajos para la construcción del Museo de Malvinas y la Presidencia de la Nación ha ratificado su compromiso para la realización de todas las obras proyectadas en el predio.

La respuesta dada por la Secretaría de Derechos Humanos informando del conjunto de actividades que se realizan en la ex ESMA ha cumplido su función aclaratoria y la declaración de los trabajadores del predio –agredidos por quienes inventando un problema sindical olvidaron que las tareas sólo son posibles por el aporte militante de los trabajadores– termina de echar luz sobre la verdadera cuestión. Todo lo que hoy estamos haciendo es discutible y perfeccionable. No es tarea sencilla construir el Espacio y por eso seguimos reclamando el más amplio aporte, tanto sobre las propuestas estéticas que expresen diferentes visiones de la memoria como respecto de las actividades que realizan las diversas instituciones y, en particular, nuestro Centro Cultural.

Desgraciadamente, la controversia planteada en estos días en torno de lo que la Presidenta pudo legítimamente llamar una noticia cazabobos no aporta a la discusión principal que está lejos de considerarse cerrada, aunque el proyecto del Espacio avanza en una dirección. Quienes impulsamos hoy esta tarea, desconocida y ninguneada por los medios hegemónicos, no podemos sino reafirmar nuestro compromiso. Diariamente hemos visto cómo el espacio que fuera de muerte y en el que desembarcamos hace cinco años ha ido llenándose de vida, militancia, arte, debate y reflexión, todo aquello que los señores de la ESMA quisieron aniquilar.

Por supuesto que, aunque avancemos en la resignificación del espacio, esto no dejará de ser la ESMA, porque debe quedar en la memoria la marca del horror que el odio a lo popular fue capaz de desatar. Pero también serán importantes las otras marcas que estamos construyendo en estos días, las que muestran que la represión más feroz no puede detener la historia, suprimir la alegría y las ganas de vivir de un pueblo, las que confirman que no pudieron segar aquella floración militante que hoy reproduce esta sociedad en transformación.

* Director Nacional del Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti.

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Imagen: Pablo Piovano
 
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