Martes, 17 de septiembre de 2013 | Hoy
EL MUNDO › OPINIóN
Por Robert Fisk *
¿Qué diablos estaba pasando en Wa-shington y Ginebra la semana pasada? No estoy tratando de abaratar la tragedia inenarrable de Siria ni el aparente sentido común que de pronto se apoderó de los líderes mundiales el sábado, cuando Estados Unidos y Rusia acordaron un marco para la destrucción de armas químicas de Siria, pero la administración Obama se está poniendo cada vez más rara.
En primer lugar –y recordemos el relato de los acontecimientos–, Obama el año pasado estuvo terriblemente preocupado de que las armas químicas de Siria “cayeran en las manos equivocadas”. En otras palabras, temió que cayeran en manos de Al Qaida o el frente de Al Nusra. Al parecer todavía estaban, en ese momento, en las “manos correctas” (de aquellos pertenecientes al régimen del presidente Ba-shar al Assad de Siria). Pero ahora Obama y el secretario de Estado, John Kerry, decidieron que el arsenal está en las manos equivocadas: después de todo, ahora están acusando a las “manos correctas” de disparar proyectiles de gas sarín contra civiles. Y que eso cruza la infame “línea roja”.
No le presto atención, por ahora, al momento casi mágico en que Kerry le dijo al mundo que el ataque de Estados Unidos sería “increíblemente pequeño”, y luego Obama nos dice que no lo hará “livianamente”. ¿Qué significan todas estas tonterías? Y luego, cuando el presidente ruso Vladimir Putin sugirió una recolección de las viejas y oxidadas armas químicas de Siria, las “fuentes” del Pentágono dijeron que se necesitarían 75 mil efectivos armados para proteger a los inspectores químicos. ¡Setenta y cinco mil! Si eso no son botas en el terreno, no sé lo que son.
Y todo esto en medio de más pavadas en los Estados Unidos la semana pasada acerca de Hitler y la Segunda Guerra Mundial. Tal vez los estadounidenses deberían ofrecer 250 mil hombres y ver si Putin no va a arrimar el hombro con otro cuarto de millón, y los dos gran estadistas pueden volver a crear la Gran Alianza de Yalta –Cameron, me temo, no puede jugar a ser Churchill esta vez– y hacer una repetición de la Segunda Guerra Mundial en Siria con balas reales: D-Day, Arnhem –no, pensándolo bien, quizá no Arnhem–, Stalingrado, la batalla de Kursk. Créanme: los convoyes podrían extenderse infinitamente.
Por supuesto, Putin y Lavrov se mantuvieron alejados de referencias a la Segunda Guerra Mundial. Rusia sufrió muy duramente al Hitler real. Lo he dicho antes, pero realmente sospecho que los líderes que no tienen ninguna experiencia de la guerra –estoy exceptuando aquí a McCain y al infatigable enviado de la ONU, Lakhdar Brahimi–, en realidad pensaban que estaban haciendo una película de Hollywood. El ataque absurdo, “increíblemente pequeño” de Kerry, es, obviamente, una película de bajo presupuesto para Estados Unidos, golpeado por la recesión. Obama promete teatro en pantalla grande. Piense en Steven Spielberg. Y luego los rusos, que pueden detectar un gato muerto cuando lo ven, liquidan todo el proyecto.
Nada de lo anterior debería abaratar la tragedia de Siria. El mundo, sospecho, no está totalmente convencido de que el régimen fue responsable del uso de armas químicas en Ghouta el 21 de agosto (aunque yo apuesto a que los rusos saben quién lo hizo). Ahora que tenemos rebeldes cortando cabezas de los prisioneros, no estoy seguro de los que tendrían escrúpulos sobre el uso de sarín. Pero fue interesante ver que el gobierno sirio aceptó poner sus armas químicas en manos internacionales, y no pude dejar de notar que no les exigieron lo mismo a los insurgentes...
Por supuesto, mientras que los inspectores se abren camino a través de las líneas del frente –si Al Assad no tiene todas sus armas en Tartous, Banias y Latakia, en la costa mediterránea, lo que sospecho–, los sirios siguen matándose unos a otros, el gobierno sirio tratará de quebrar a los rebeldes y los insurgentes islamistas seguirán atacando pueblos cristianos y cortando las cabezas de los cautivos. Dicho sin rodeos: pueden utilizar fusiles, proyectiles, cuchillos y espadas para masacrarse entre sí, pero absolutamente no usarán gas sarín. Hay algo profundamente ofensivo y profundamente cínico acerca de todo esto. Rusia vuelve a entrar en Medio Oriente, Obama se liberó después de jugar la Segunda Guerra Mundial y los sirios siguen muriendo.
Espero que todo esto funcione, que tengamos por fin una conferencia “Ginebra 2” y que Estados Unidos y Rusia no escupan sobre el baño de sangre siria. Pero no estoy para nada seguro de que los rebeldes estén de acuerdo, porque Al Assad claramente no va a dejar el poder. No por ahora, de todos modos. ¿Y los saudíes? ¿Y los qataríes? ¿Y cualquier otro sunnita del Golfo que haya estado financiando y armando a los rebeldes? Y todo el calendario parece tan poco optimista que me pregunto qué es lo que ponen Kerry y Lavrov en su café en Ginebra antes de dirigirse a la prensa. Porque hay terribles escollos en el camino.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12. Traducción: Celita Doyhambéhère.
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