EL MUNDO › OPINION

El holograma macrista

 Por Marcelo Justo

¿Cómo entender el sorpresivo anuncio de Esteban Bullrich de un aumento nacional a los docentes del 40 por ciento, que dinamita el discurso de moderación salarial del ministro de Hacienda Alfonso Prat-Gay, la gobernadora María Eugenia Vidal y el mismísimo presidente Macri? No es un cambio de rumbo: la respuesta está en los globos amarillos. Enredado en la inevitable polifonía de un gobierno (muchos ministerios, muchas voces) la imagen mediática se ha convertido en la gran Julio Cobos de este gobierno para desempatar conflictos y justificar contramarchas.

El objetivo de comenzar las clases a tiempo es una de las postales con que el macrismo quiere enmarcar su primer año de gobierno. Si finalmente hay acuerdo, las pantallas llenas de guardapolvos blancos y los editoriales republicanos celebrando el regreso de “un país normal”, sostendrán una dicotomía favorita del macrismo: “caos-locura-irracionalidad K” versus “previsibilidad, normalidad, racionalidad M”. Si bien la noción de normalidad está asociada a la de estabilidad y equilibrio, algo arrasado en los dos últimos meses con la disparada de los precios, las tarifas y la suba del dólar, con el inigualable concurso de los medios, se buscará crear este nuevo holograma.

El macrismo (lamentablemente) no se limita al holograma o el globito. El descabezamiento de la ley de medios, los despidos, el arresto de Milagro Sala son parte de la agenda dura que ha impulsado el Gobierno con efectos palpables y sonantes. Pero en medio del primer empantanamiento serio –mucho más por la inflación y los cortes de luz, que afectan al conjunto de la sociedad, que por hechos más puntuales como despidos o arrestos– el gobierno busca un respiro echando mano a una estrategia que fue muy efectiva desde la oposición.

El problema es que hoy, aún con huracán mediático a favor, el macrismo es gobierno. El holograma cubrirá la realidad con una imagen de aparente plenitud (los niños felices en aulas y patios, la sonrisa de padres aliviados) a cambio de dejar a descubierto planes en otras áreas (paritarias, inflación) para las que tendrá que buscar cuanto antes un nuevo holograma.

Si este deslizamiento de holograma en holograma llega a tener éxito habrá que pensar que estamos en una nueva etapa del homo sapiens. En los 90 Giovani Sartori decía que se había pasado del “Homo Sapiens” de la cultura escrita al “Homo Videns” de la televisión. Con el holograma estaríamos en una “etapa superior” del “homo videns” que busca clausurar la realidad misma. En vez de desempleo o hambre, imagen de pobreza cero, globito y baile.

¿Será así? No es una pregunta retórica después de un resultado electoral que muchos considerábamos espantoso pero improbable el pasado junio. Con cierta dosis de optimismo quiero suponer que el número de votantes arrepentidos que detectan las encuestas sumados a las confesiones espontáneas en las redes sociales y la calle apuntan a que ningún holograma de dinero, salario, luz o comida reemplazará la realidad.

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