EL MUNDO

“Seguiré abrazada con mi hijita y no pienso llevarla al jardín de infantes”

A días del trauma vivido en la ciudad rusa de Beslán, el reinicio de clases estuvo marcado por el dolor y el ausentismo.

Por Rodrigo Fernández *
Desde Moscú

El inicio del año escolar en Beslán –frustrado el 1º de septiembre, cuando un grupo terrorista irrumpió a tiros en el patio de la Escuela Número Uno y retuvo en condiciones inhumanas a más de 1000 rehenes, en su mayoría niños– tuvo por fin lugar ayer, ya sin ceremonias solemnes y con una escasa asistencia de escolares. Los pocos alumnos que fueron al colegio comenzaron las clases en la ciudad mártir con un minuto de silencio en recuerdo de los que perecieron durante el desenlace del secuestro, el viernes 3 de septiembre.
Todavía horrorizados por la muerte de cientos de sus compañeros, la inmensa mayoría de los escolares de Beslán permanecieron ayer en sus casas. Muchos padres se niegan categóricamente a permitir que sus hijos vuelvan por ahora al colegio o a los jardines de infancia. Entre ellos hay incluso profesores. Así, Zalina Kabísova, maestra de primaria de la Escuela Nº6, la más cercana a la destruida Nº1, declaró: “Permanezco abrazada con mi hijita y no pienso llevarla más al jardín de infantes”.
El miedo y el horror son todavía los sentimientos que dominan en la pequeña ciudad norosetia, que vive principalmente del alcohol: en esa capital del vodka funcionan seis grandes fábricas de la bebida preferida de los rusos. La presencia en los colegios de uno o dos policías armados de kaláshnikov no es suficiente para tranquilizar a los padres, que comprenden muy bien que, de repetirse un ataque terrorista, esos agentes no podrían hacer frente a un grupo suicida como el que se tomó la Escuela Nº1. Los mismos padres están organizando grupos para aumentar la protección de las escuelas, con prioridad para los que tengan derecho a portar armas.
Además, hay que reconocer que la seguridad no ha sido realmente reforzada en Osetia del Norte. Como denuncia incluso la Rossíiskaya Gazeta, el órgano oficial del gobierno ruso, ya después de la tragedia los vehículos podían “pasar todos los puntos de control sin ninguna inspección ni registro pagando 100 o 200 rublos”, es decir, entre unos 2,7 y 5,5 dólares. De lo que sí podían estar seguros los padres y alumnos es de que en los colegios no había bombas. Los establecimientos educativos de Beslán fueron revisados en vísperas de la reanudación de clases por policías y perros especializados en buscar y encontrar explosivos. Sólo después de que las autoridades locales se hubieron convencido de que las escuelas estaban “limpias” se dio el visto bueno para el reinicio del año escolar.
Sólo cinco alumnos asistieron a la Escuela Nº6. En el aula del grado 7-C había tres escolares. Fatima Gusálova, la profesora jefa, no se extrañó: ella misma dejó a sus hijos Aslán y Ruslán en casa. “Antes que maestra, soy madre”, explicó. En los otros cinco colegios que funcionan en Beslán, sin contar la Escuela-Internado, había más alumnos en las aulas –10 o 12–, pero la mayoría fueron acompañados por sus padres, a los que esta vez no sólo se les permitió dejarlos en la misma clase, sino incluso permanecer allí.
La profesora Elvira Takáyeva fue junto con sus alumnos a la Escuela Nº1, donde depositaron flores, encendieron velas y leyeron poemas en recuerdo de los que no sobrevivieron al infierno del secuestro. Muchos psicólogos opinan que quizá sea mejor que los niños de Beslán no asistan por el momento a clases.
El trauma que han vivido es demasiado grande y hay que darle tiempo al tiempo para que pase el miedo y olviden al menos parte del horror del que han sido testigos. Los alumnos de la escuela destruida, en cuyo lugar se erigirá un complejo memorial, no asistirán a clases hasta después de que hayan terminado el período de rehabilitación, lo que puede tardar varios meses.

* De El País de Madrid. Especial para Página/12.

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Uno o dos policías en la entrada a los colegios.
 
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