EL MUNDO

Una montaña de ruinas y piedras sobre 68 cadáveres en el Mar Rojo

Por Nyier Abdou *
Desde Taba

Detrás de una cascada de hierros retorcidos y vidrios rotos titila un cartel: “Taba Lounge”. El vestíbulo (lounge), en sí, ha desaparecido. Los sillones están enterrados bajo los escombros mientras que los objetos de los pisos superiores cuelgan precariamente de bloques de cielorraso suelto. La vista hacia la parte de atrás, sin embargo, es asombrosa: palmeras a lo largo de aguas cristalinas, reposeras prolijamente alineadas. Hace menos de 12 horas, este lugar era el escenario de unas vacaciones de ensueño. El casino cercano bullía de actividad y las bebidas fluían libremente a lo largo del lustrado bar. Pero la explosión que sacudió a este popular lugar de veraneo del Mar Rojo egipcio el jueves a la noche, y por la que Israel responsabilizó a Al Qaida, fue tan intensa que arrancó la fachada del edificio.
El general Shimon Romack, que preside la Comisión Nacional de Incendio y Rescate de Israel, estima que la explosión fue causada por explosivos “de no menos de 100 kilogramos”. El devastador coche bomba, que estalló alrededor de las 9.30 de la noche, fue seguido una hora después por explosiones casi simultáneas en dos campamentos cercanos totalmente colmados en su capacidad, predominantemente con turistas israelíes. Los ataques dejaron 31 muertos y 130 heridos. Los esfuerzos de recuperación continuaban en el Hilton, aunque ya no hay esperanzas de encontrar vivos a los 38 desaparecidos. La gente en el área vio un estallido de luz seguido por un poderoso estruendo y luego otro, mientras los autos cargados de explosivos se dirigían hacia los campamentos vecinos de Ras Satan y Moon Island. Según el general Mustafa Afifi, el gobernador de Sinaí del Sur, un automóvil que entraba a Ras Satan fue confrontado por los guardias de seguridad y luego estalló con el conductor adentro. En Moon Island, un automóvil se internó bastante antes de explotar cerca de la principal área de reunión y restaurante.
Avivit Cohen, de 24 años, estaba en Maagana Camp, justo cruzando la bahía frente a los dos campamentos. Cuando la primera explosión, ella y sus amigos pensaron que podría ser algún tipo de escape de gas, una explicación que primero ofrecieron las autoridades egipcias. Pero sólo unos minutos más tarde llegó la siguiente explosión y pronto los celulares estaban sonando con noticias sobre el ataque al Hilton. El Omda Mohamed, que es uno de los gerentes de Maagana, ayer todavía estaba en estado de shock. Hablando muy bajo, dijo que todos en el camping estaban “traumatizados”. El camping estaba lleno, todas las 150 chozas ocupadas, pero inmediatamente después de las explosiones los huéspedes comenzaron a irse como podían. Omnibus de turistas fueron despachados desde Israel para recoger a los huéspedes en los numerosos campamentos a lo largo de la franja de playa que va de Taba, en la frontera, a Dahab.
“Toda la gente aquí era israelí”, dice Mohamed, que no hace distinción acerca de la nacionalidad. “Este es nuestro riz’”, dijo, usando la palabra árabe para pan duramente ganado. Pero los ataques destruirán las ganancias que da el turismo local. “Esta gente que ven aquí”, dijo, indicando a unos huéspedes dispersos . “Ustedes ven lo que quedó. Y la mayoría de ellos está esperando para irse.”
El Hilton es un escenario de carnicería impactante. Un colosal pedazo de hormigón cuelga del edificio, los estacionamientos abajo están llenos de vidrios y partes quemadas de automóviles tirados contra troncos de árboles. Pisé un pequeño pájaro achicharrado por el fuego y que yacía intacto sobre un nido de ennegrecidas hojas de palmeras. El olor de metal quemado impregna el área. Colgando de los balcones destrozados hay frazadas y ropa de cama.
Unos 24 bomberos israelíes y otros 22 miembros de la unidad de rescate del ejército dominan el lugar. En comparación, los 20 bomberos egipcios y un puñado de trabajadores de la Sociedad de la Media Luna Roja en Sinaí del sur parecían achicados en los procedimientos. Romack, del equipo deIncendio y Rescate de Israel, me aseguró que estaban trabajando junto con el equipo egipcio, pero el trabajo estaba dividido.
Las unidades israelíes tuvieron problemas para cruzar la frontera después de los ataques. “Lamentablemente pasó media hora antes que pudiéramos llegar aquí”, dice Romack. “Los egipcios –dice– estaban confundidos. No sabían qué hacer. No querían dejarnos pasar. Luego, cuando estábamos aquí, media hora más tarde, vinieron y nos pidieron nuestros pasaportes. Es ridículo. Estamos tratando de rescatar a la gente y nos piden nuestros pasaportes.” El silencio ha reinado entre las autoridades egipcias desde el ataque, aunque las autoridades israelíes hace tiempo que advierten que los israelíes en Sinaí eran un blanco. Cuando se le preguntó si creía que una reciente advertencia antes de las vacaciones judías había tenido un peso particular, el gobernador Afifi dijo burlonamente: “Israel siempre emite advertencias. No es la primera vez”. Esta actitud parecía ser compartida por algunos de los israelíes que quedaban en el área. El grupo de huéspedes en Maagana parecía casi indiferente al ataque. Oran, un desgarbado pelilargo de 25 años, dijo que, aunque no había tomado muy en serio las advertencias, “todavía no pensaba que fuera tan serio”. Era su primera vez en Sinaí, pero dijo que definitivamente volvería. “Olvidamos rápidamente”, añadió Cohen.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
Traducción: Celita Doyhambéhère.

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