EL MUNDO › LA EX PREMIER FUE BLANCO DE DOS ATAQUES QUE DEJARON 124 MUERTOS

Vuelta a un Pakistán bañado de sangre

Tras ocho años de exilio, Benazir Bhutto vivió una pesadilla de recepción en Karachi. Su caravana fue atacada al parecer por dos suicidas, que provocaron la muerte de 124 personas, cifra que podía crecer. Se sospecha que podrían ser extremistas islámicos o incluso los servicios secretos. La líder opositora salió ilesa.

La ex primera ministra paquistaní Benazir Bhutto tuvo la peor bienvenida. El recibimiento festivo y multitudinario que esperó durante sus ocho años de exilio quedó totalmente opacado ayer cuando la caravana en la que recorría el sur del país fue atacada. Según los últimos cálculos de la policía local, las dos explosiones habrían dejado 124 muertos y al menos 543 heridos. El auto de la líder opositora no llegó a volcar, pero todas sus ventanas estallaron y la mayoría de los que la acompañaban tuvieron que ser atendidos en el hospital. Ella, según aseguraron sus asesores, salió ilesa. Anoche los rescatistas seguían encontrando cuerpos debajo de los escombros, mientras los restos de los camiones y los autos seguían en llamas.

En los hospitales la imagen era devastadora. Todos estaban colmados y las ambulancias seguían trayendo nuevos heridos, la gran mayoría con quemaduras graves. Las explosiones habían destruido gran parte de los vehículos de la caravana y habían alcanzado a muchos de los que seguían a pie a la dirigente opositora. Según relataban los sobrevivientes, primero escucharon una pequeña explosión y luego llegó la segunda, que destruyó casi todo el camión principal y fue la causante del mayor número de víctimas. La policía cree que los responsables fueron dos atacantes suicidas, uno de ellos posiblemente en un auto. “Benazir Bhutto era el objetivo, pero no resultó herida”, informó horas después del ataque Fauzia Wahab, un importante líder de su fuerza, el Partido Popular Paquistaní (PPP). Minutos después, Bhutto salió a hablar y tranquilizar a sus seguidores. “No le temo a la muerte. Estoy aquí para ustedes y moriré con ustedes”, señaló.

El gobierno fue el último en salir a hablar. “Es una conspiración contra la democracia”, aseguró el presidente Pervez Musharraf. Antes que él, el ministro del Interior, Aftag Sherpao, había condenado el atentado y se lo había adjudicado a los terroristas, quienes en palabras del oficialismo son los extremistas islámicos. La gente de Bhutto no estaba tan convencida de esta versión. “Culpamos a los servicios secretos y pedimos acciones en su contra. Esto no fue hecho por militantes”, le respondió al gobierno el marido de la ex premier, Asif Ali Zardaki. A pesar del acercamiento de los últimos tiempos, gran parte del círculo íntimo de Bhutto sigue desconfiando de Musharraf, un general que en 1999 tomó el poder por las armas.

Fue una masacre anunciada. La propia Bhutto había advertido, apenas horas antes de pisar el país, sobre la posibilidad de un atentado. “El Islam condena los atentados suicidas. Si alguien quiere atentar contra una mujer, terminará quemándose en el infierno”, había anticipado. La líder paquistaní también tomó otras precauciones, por ejemplo, ponerse un chaleco antibalas debajo de su ropa. Sus simpatizantes, en tanto, recordaban las persecuciones y amenazas que vienen sufriendo en los últimos años por su posición pro-occidental. En medio de este clima de tensión, las autoridades de Karachi, la ciudad del sur en donde aterrizó la ex premier, habían desplegado un megaoperativo de seguridad. Unos 20 mil policías –20 de ellos fallecieron en el atentado–, cinco mil soldados y cinco mil hombres del PPP se ocuparon de evitar cualquier enfrentamiento entre los simpatizantes de la Mujer del Este, como Bhutto le gusta que la llamen, y los extremistas islámicos que controlan la zona fronteriza con Afganistán.

La vuelta de la dos veces primera ministra es una prueba para muchos del acuerdo que habría alcanzado con Musharraf durante su exilio. Hace dos semanas, el PPP de Bhutto se abstuvo durante la elección presidencial, permitiendo la victoria rotunda del actual mandatario. A cambio, el general golpista le otorgó una amnistía para que pudiera volver al país. Según los analistas, este gesto equivaldría a un apoyo implícito a las aspiraciones de la ex primera ministra para recuperar su antiguo cargo en las elecciones generales de fin de año.

Ayer, no bien llegó al país, Bhutto empezó su campaña. “Comida, cobijo y vivienda son mis consignas y serán la prioridad de mi gobierno”, le dijo sonriente y entre lágrimas a una multitud de más de dos millones de personas que la fueron a recibir al aeropuerto de Karachi. No obstante su alianza implícita con Musharraf, la ex premier intentará ganar los corazones de los paquistaníes cuestionando la pobreza y el deterioro del país. El 74 por ciento de la población vive con menos de un dólar diario. Sólo una minoría se ha beneficiado de la bonanza económica de los ocho años del actual gobierno. Karachi, capital de la provincia de Sinnd y feudo de la familia Bhutto, es un claro ejemplo del empobrecimiento que están sufriendo los paquistaníes. La que fue la primera capital del país es ahora una ciudad de vendedores ambulantes, casas en ruinas y calles de tierra, en la que tratan de sobrevivir doce millones de habitantes.

Ayer por la mañana, Umer Memon esperaba junto a miles de sus vecinos y amigos la vuelta de su añorada líder. “Hoy es un gran día para nosotros. Volvemos a recuperar la esperanza”, le dijo el hombre de 54 años al diario español El País. Memon es uno de los tantos banqueros de Karachi, la antigua capital financiera del país, que después del golpe de 1999 entró en bancarrota y decidió exiliarse. Se fue a Londres, donde trabajó como chofer. Ayer decidió volver a su país porque creyó que la democracia finalmente estaba de vuelta. Sus esperanzas, como las de millones de paquistaníes, duraron sólo una tarde.

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Las explosiones destruyeron la mayoría de los vehículos de la caravana y alcanzaron a muchos de los que seguían a pie a la dirigente.
 
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