EL MUNDO › LOS PULMONES DE RAMALA RESPIRAN A FAVOR DE HAMAS Y EN CONTRA DE LA AP

“Ellos nos matan sin piedad”

Las calles de Cisjordania se expresan sin temores y con encono inmediato en contra del presidente de la Autoridad, Mahmud Abbas, a quien acusan de inoperancia para frenar la sangría en Gaza, de corrupción y de complicidad con Occidente.

 Por Eduardo Febbro

Don Segismundo perdió la ruta. La pantalla del GPS que guía el auto hasta Cisjordania se quedó vacía y la voz metálica del GPS, bautizado Don Segismundo a fuerza de escuchar sus instrucciones hasta el hartazgo, dijo “nuevo cálculo del trayecto, sector desconocido”. Ramalá, la capital de la Cisjordania palestina y sede de la Autoridad Palestina, así como las rutas de Cisjordania, no figuran en el mapa de los GPS locales. Visión clara, inapelable y terrible de la imposibilidad de vivir en paz y lado a lado, de la estrategia de la negación del otro. El muro que Israel construyó entre Cisjordania y Jerusalén también es electrónico. “Nos niegan sin remedio, nos matan sin piedad, nos desprecian sin justicia”, dice Nabil, un militante de Hamas que vive en la hiperactiva Ramalá.

Los pulmones de esta localidad respiran a favor de Hamas y en contra de la Autoridad Palestina. La calle se expresa sin temores y con encono inmediato en contra del presidente de la Autoridad, Mahmud Abbas. La administración local está acusada de “inoperancia”, “corrupción” y “complicidad con Occidente”. El hombre que sucedió al jefe del movimiento de liberación nacional de palestina, Yasser Arafat, encarnó hace tres años todas las esperanzas de este pueblo. Hoy, Abbas es tratado como un bad president por quienes lo eligieron.

“No ha conseguido nada. Es un hombre de Occidente, amigo de los norteamericanos, que habla por teléfono con el primer ministro israelí como si fuera su amigo, pero es incapaz de parar la guerra, de acabar con el suplicio que Israel inflige a los palestinos de Gaza”, dice un ingeniero agrícola que se ocupa de organizar la colecta de alimentos, ropa, medicamentos, dinero y frazadas para los palestinos de Gaza. Un muchacho más joven que está junto a él dice, sumido en una inmensa pena: “somos un pueblo sin tierra y sin dirigentes”.

El doctor Mohammed Aceh, un eminente miembro del movimiento Al Fatah, al que pertenece Mahmud Abbas, rechaza las acusaciones de incompetencia y complicidad “con los enemigos” que lanza la calle. “Son reacciones emocionales suscitadas por las imágenes, pero no es real. El presidente trabaja por su pueblo, pero nosotros no tenemos armas pesadas, no tenemos misiles, no tenemos aviones, no tenemos aparatos de visión nocturna. Sólo contamos con nuestro reclamo de justicia.”

Amira no está de acuerdo. La mujer, cubierta con un pañuelo negro, se expresa con tono enardecido en la puerta de otro local que recolecta productos para los palestinos de Gaza. “Ellos”, dice apuntando sin querer con el dedo hacia la Plaza de Leones de Marmara, el punto central de Ramalá, “nos dejaron solos, nos reprimen, nos persiguen, ponen presos a los nuestros (los hombres y mujeres de Hamas en Cisjordania) y no hacen nada para que se termine este infierno. La Autoridad Palestina es una gran profesional a la hora de llamar por teléfono a Olmert o a Bush, pero sus dedos no sirven para otra cosa”.

Hamas y Gaza son un dolor de cabeza para la dirigencia palestina surgida de la OLP y de Al Fatah. Ellos, que izaron con armas el movimiento de liberación, se ven ahora cuestionados por un grupúsculo que nunca participó en las luchas que dieron inicio y estructuraron el movimiento palestino. Gaza ha sido siempre una espina en el pie de Israel. La expresión en hebreo para decirle a alguien que se vaya de paseo es Lej le Azza, lo que quiere decir Mandate a mudar a Gaza. Ben Gurión, que llevó a cabo la fase final de la invasión de Gaza, quería transferir el control de la franja a Egipto y Jordania.

El primer ministro Yitzhak Rabin solía decir que a Gaza “habría que hundirla en el mar”. Este territorio de 362 kilómetros cuadrados que mira al mar y donde gobierna una milicia islamista radical y negacionista está hundiendo ahora los cimientos de la Autoridad Palestina. Bajo los escombros de las bombas también están los sueños rotos de la unidad.

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