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“Nunca tuvieron respuesta”

Es una fachada imponente, pero mentirosa. Dos enormes columnas, ubicadas a cada costado, custodian la puerta altísima y angosta, de madera pesada, ubicada justo en la esquina de Almirante Brown y Suárez, a sólo cuatro cuadras de Caminito. Tras ella, un hall que es amplísimo, pero que poco tiene que ver con esa entrada triunfal. El suelo, de baldosas que alguna vez brillaron, fue, hasta el sábado, el que llegaron a habitar hasta 20 familias sin recursos suficientes para alquilar una pieza en el hotel más barato de la ciudad. “Por lo viejo y la falta de mantenimiento, había goteras por todos lados. Por eso la gente tuvo que construir pequeños ranchitos con madera, cartón y nylon ahí dentro”, relató Damián Cápola, uno de los integrantes de una agrupación cultural que trabajaba en talleres de música, pintura y lectura con los chicos de esas familias desde hacía tres años.

Cápola y sus compañeros entablaron un lazo cercano con la mayoría de las familias que vivían en el ex banco, con “las 12 o 13 que estaban allí de forma permanente”, apuntó. El amplio ambiente estaba dividido en pequeñas habitaciones, cuyas paredes eran de madera, cartón o chapa. En cada una vivía una familia. “Casi todos viven del cartoneo, así que es lógico que el lugar estuviera lleno de materiales que se prenden fuego fácilmente –agregó–. Pero hay algo que tiene que quedar bien claro: las viviendas precarias no son el factor determinante de la muerte de los seis chicos, sino la falta de respuestas del gobierno a una familia que solicitó ayuda. La ausencia de un Estado que debe velar por el derecho de cada persona a vivir dignamente.”

“Celia, la mamá de los seis chicos fallecidos, golpeó varias veces las puertas del gobierno de la ciudad para que la integren en un plan de vivienda. Pero nadie la escuchó. La falta de respuesta hacia el pobre es total. Porque no es rentable políticamente, porque no se moviliza.”

Los hijos del matrimonio Monzón, al igual que los otros chicos que vivían en el ex banco, participaban de los talleres itinerantes de música, pintura y lectura que el colectivo Cruz del Sur ofrecía allí todos los sábados, desde hacía tres años. “Eran excelentes pibes, una joyita, como sus papás. Son unas extraordinarias personas, no se merecían pasar por esto”, concluyó el referente de la agrupación.

Informe: Ailín Bullentini.

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