EL PAíS

La gran esperanza parca

 Por Mario Wainfeld

“El Chueco Mazzón probó con Reutemann el mismo camino que Guido Di Tella con los kelpers. Los mimaba, les mandaba ositos Winnie Pooh. Así les fue a los dos.” Un kirchnerista de ley, santafesino para más datos, despotrica contra la última movida del Lole, que no considera sorprendente sino inscripta en errores tácticos de su propia fuerza. Juan Carlos Mazzón, un operador al servicio de quien conduzca al peronismo, tejió también las candidaturas de Celso Jaque en Mendoza y de Juan Carlos Schiaretti en Córdoba. Los susodichos no se han despegado (aún) del kirchnerismo, integran su “dispositivo” para octubre pero le siguen generando jaquecas infernales. Por añadidura, con floja prospectiva en las urnas.

El acuerdo entre Néstor Kirchner y Reutemann era más frágil que el cristal. ¿El piso de conveniencia mutua? Compartir –vaya a saberse en qué proporciones– una victoria contra el socialismo santafesino. La iniciativa fue de Néstor Kirchner. Reutemann fijó condiciones drásticas de entrada: poca (o nula) presencia de la pareja presidencial en Santa Fe. Si todo salía bien, Reutemann quedaría posicionado como presidenciable del peronismo disidente. Suena exótico, pero si usted vive por acá descifra esa charada.

El equilibrio venía inestable, aun para los laxos usos locales. Reutemann lo quebró, rompiendo con el bloque cuya disciplina no honra desde hace un año. Habló como nunca desde su lecho de operado, definió su destino santafesino, se propuso como vanguardia política (o como guardaespaldas, usted dirá) de la Mesa de Enlace.

El cronista debe sincerar una dificultad, acaso subjetiva: no comprende a Reutemann en las raras ocasiones en que éste habla largo. En el modesto ver del escriba, algo falla en la descripción del sistema productivo de la provincia que sigue “sector agrícola, ganadero, apícola y Las Parejas”. Cree que acusar a Hermes Binner de pronunciar “mentiras mentirosas” es vanamente redundante, a menos que el ex gobernador haya querido diferenciarse de las “Mentiras verdaderas” que protagonizó el californiano Arnold Schwarzenegger cuando era actor.

Las conferencias de prensa y entrevistas producidas en seguidilla se caracterizaron por el afán periodístico de redondear las frases incompletas del entrevistado, lo que condujo a errores de interpretación severos, por caso su integración en un bloque con otros compañeros disidentes, desmentida en cuestión de horas. Pero pocos desean poner en aprietos a una nueva Gran Esperanza Blanca en ciernes. La demanda de esa materia prima se mantiene firme, tanto entre los peronistas como entre los que no lo son. Toda Esperanza emergente tiene grata acogida mediática, poco se mentará su interna encubierta.

Provinciales son las elecciones, el (ejem) discurso de Reutemann es cerradamente localista, chocante para quien apunta para líder nacional. La rudimentaria idea de que la plata quede en manos de aquel que la produce (una patética versión del federalismo) es, si se hurga un poco, la negación misma del Estado nacional, una de cuyas misiones es equilibrar asimetrías entre regiones, generaciones y clases sociales. Cuando Reutemann dice que habla como santafesino, expresa una rústica sinceridad, que seguramente será redituable en las urnas. Como muchos otros dirigentes justicialistas, Reutemann piensa nacionalizar el resultado el día después del escrutinio, aunque (a diferencia de a los que son gobernadores) le conviene despegarse del gobierno nacional. Más adelante deberá ponerse el sombrero nacional, tendrá que ocuparse de otro universo. Y, acaso, hacerse cargo de que los productores agropecuarios (muchos de ellos asentados sobre un patrimonio millonario en dólares, sí que atravesando una contingencia difícil) no son los argentinos más desfavorecidos como tuvo el desparpajo de decir.

Hermes Binner, otro presidenciable con credenciales políticas mucho más meritorias, discurre empero muy parecido. La conclusión lógica es que sintonizan (de mínima, creen sintonizar) con la opinión pública. Aun así, es cuestionable cómo gambetean responsabilidades por el colectivo nacional. Los reclamos sobre la supresión total de las retenciones se alienan de las consecuencias inmediatas para la sustentabilidad fiscal del Estado.

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El politólogo sueco que hace su tesis de posgrado sobre la Argentina no cabe en sí de gozo. Este será, para él, un año de vacas gordas. Le escribe a su padrino de tesis, el decano de Sociales de Estocolmo. “Le propongo un paper sobre el Ser nacional santafesino y su comparación con Santa Cruz de la Sierra, profesor. El regionalismo nativo es más que interesante.” Le pide un apoyo económico, que describe como ascético: dos pasajes en primera a la citada ciudad boliviana, a La Paz y luego otro a la provincia argentina. Su intención es mejorar sus relaciones con la colorada progre, que cavila acerca de si es kirchnerista pero que es indudablemente evitista, de Evita y de Evo.

El politólogo se ensimisma en los laberintos de la política nativa, invita a cenar a Puerto Madero a su fuente insuperable: el Master en rosca política de la University of the Street. Para su asombro, el Master declina: esta semana política le ha causado surmenage.

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Néstor Kirchner, cuentan en Palacio, montó en cólera cuando se enteró de la jugada y comisionó al diputado Agustín Rossi para “armar” una lista con otro candidato a senador. Tal como están las cosas, la respuesta fue sobredeterminada por el ahora adversario. Confidentes de Olivos susurran que podría haber un reencuentro en el futuro. Nada es descartable del todo en estas pampas fantásticas pero el horizonte sugiere un apartamiento mayor, pari passu con el creciente conflicto con las entidades agropecuarias.

Al Frente para la Victoria (FpV), pues, no le cabe otra que terciar en la contienda. Las encuestas previas mostraban a Reutemann superando muy cómodo a Rubén Giustiniani, sí que agolpando al conjunto del peronismo. Ahora se prefigura un cuadro distinto, con tres fuerzas en disputa. Nuestro kirchnerista santafesino afila las armas pero se sincera: “Nuestro techo es el nivel de imagen positiva de Cristina en Santa Fe”. Los sondeos que maneja el FV la ponderan entre el 25 y 28 por ciento, con la salvedad de que los consultores santafesinos (a diferencia de la mayoría de los nacionales) siguen usando la calificación “regular”, que deja un terreno, supuestamente modificable, del orden del 30 por ciento.

Con la foto actual, Reutemann arriesga bastante pero define su perfil. Si su virtualidad ganadora se conserva, sería una mala nueva para el kirchnerismo y, aunque se diga menos, para la entente entre Mauricio Macri, Francisco de Narváez y Felipe Solá. Y sería un aliciente más para que Kirchner se postulara en la provincia de Buenos Aires. El tablero marca que alguna provincia grande debe ganar, con figuras propias. Es el password para no quedarse afuera del Confederal que imaginan los compañeros gobernadores-ganadores para el día después.

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En el paleozoico, o sea antes del grito secesionista de Reutemann, Binner resolvió desacoplar las elecciones locales de las nacionales con el objetivo evidente de desligar parte de su suerte de la de Giustiniani, un paladín que no tiene su prestigio ni su convocatoria. Desdoblar las elecciones es una franquicia de los gobernadores, un bonus pragmático al poder provincial. Es una picardía que no suma mucho a la calidad institucional pero sería un disparate pedirle a uno de ellos que se privara de una herramienta que usan sus competidores. Los desarmes unilaterales son una quimera, o un suicidio.

En la Capital, el macrismo debate si hacer lo mismo. Macri, a diferencia de Binner, tiene una candidata taquillera, Gabriela Michetti. En política (el cronista no sabe si en matemáticas) uno es infinitamente más que cero. Pero, así y todo, no resuelve todos los dilemas de manta corta. “Mauricio” quiere que su vicejefa se postule para diputada nacional, en la hipótesis de que pueda derrotar a Elisa Carrió. La jugada, inscripta en el abecé de la política, también es propugnada por el diputado Federico Pinedo, uno de los contados dirigentes de PRO que (a diferencia de su líder) hablan de corrido y con conocimiento de causa.

Michetti se muestra remisa. Ya desistió de su frontal oposición a candidatearse (para cumplir su palabra con el electorado capitalino) pero propone hacerlo para diputada local, en votación desdoblada. La idea es ganar por goleada, reparando (de cara a los porteños) su renuncia con su regreso a la Legislatura. De tal guisa, supone, se sustentaría la gobernabilidad y se evitaría para ella una suerte de exilio dorado en el Congreso nacional. Desde luego, eso la mantendría más visible en el candelero para aspirar a la Jefatura de Gobierno en 2011, si Macri va por la presidencia.

La manta corta, en ese caso, sería una debacle en Capital, pues no se percibe a nadie que retenga así fuera una fracción alta del caudal electoral de Macri. La victoria de Carrió podría ser amplísima. Un bajón para el macrismo.

La dilución de los partidos y la influencia creciente de candidatos taquilleros no vinculados con lógicas orgánicas integran el signo de los tiempos.

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Reutemann transitó del kirchnerismo soft a la cabeza de la oposición, sus colegas mutan en consonancia. Carrió lo elogia preventivamente, lo que embronca a Binner, que ha sufrido varios desaires de Lilita. Es improbable que esa disidencia en el feudo socialista enturbie sus alianzas (parciales) en otros distritos. Un tacticismo extremo emparienta a todas las fuerzas, Aldo Rico en el FpV es un caso extremo, injustificable.

La amplitud de maniobra se corresponde a escenarios efímeros. Toda la gestualidad de Reutemann se explica por su ambición nacional, con escalón santafesino. Pero nadie puede dar por seguro que no se eche atrás: ya lo hizo una vez en una presidencial que le era propicia, en forma inexplicable e inexplicada.

La riqueza táctica fascina, asegura mutaciones durante meses. También expresa fragilidad del sistema de representación, un síntoma de una larga dolencia, que no se resolverá “justo” en 2009, año de las Eliminatorias.

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