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Patovicas y pulseras

La jornada electoral en el bunker de Compromiso para el Cambio tuvo una organización digna de una convención yanqui. El ingreso estaba custodiado por patovicas que sólo permitían pasar a quienes mostraran una pulsera identificatoria con alguno de los seis colores habilitados. El verde era el de los periodistas, blanco para los camarógrafos, azul para los candidatos a legisladores, naranja para el personal de servicio y el envidriado rosa permitía un acceso vip a cualquier lugar del edificio, incluyendo la oficina de Macri. Un verdadero all inclusive.
Para los que no tuvieran la suerte, quedaba el consuelo del buffet del primer piso: al menos ninguno de los porteños allí presentes sufrió hambre. Sanguchitos de miga, alfajores de maizena, postres de crema, café, gaseosas y jugos para la tarde. A la noche, la vernissage continuó con empanadas y saladitos en cantidades generosas. Todo un lujo para lo que es este tipo de reuniones.
Otra particularidad estuvo en la previa. Mauricio Macri despuntó el vicio del domingo sin fútbol jugando en uno de los metegoles que había en la parte de atrás del salón, en donde también había blancos para jugar a los dardos. Un dúo acústico, además, entretuvo a los periodistas cantando temas de rock nacional. Además, antes y después, por los parlantes también pasaron música nacional.

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