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“Etchecolatz dirigió personalmente la masacre de Patricia y Ambrosio”

Julio López, ex detenido desaparecido, sobreviviente de cuatro centros clandestinos de detención en los que actuó el ex comisario dependiente de Ramón Camps, detalló los horrores que padeció y presenció.

“Patricia nunca agarró un arma y estos asesinos la mataron sin piedad”, dijo, con la voz quebrada, Julio López. El ex detenido desaparecido contó cómo presenció el asesinato de Patricia Dell’Orto y Ambrosio De Marco, dos de los homicidios que se le imputan al ex director de Investigaciones de la Policía Bonaerense Miguel Etchecolatz. “El personalmente dirigió esa matanza”, denunció López, quien recordó ayer su paso por cuatro centros clandestinos de detención bonaerenses en el juicio a la mano derecha de Ramón Camps. López también mencionó al obispo de La Plata Antonio Plaza como el entregador de una desaparecida. Luego declaró Adriana Calvo, que describió su paso por el “circuito Camps”.

López, de 76 años, relató que era albañil y militaba en Montoneros cuando lo secuestraron el 27 de octubre de 1976. “Me sacan el pullover amarillo y me lo atan con un alambre al cuello. Pero yo veía todo. En el operativo los reconozco al señor Etchecolatz y a su chofer (Hugo) Guallama”, señaló López. Guallama se encuentra detenido en otra causa. “Etchecolatz, haciendo uso de valentía, dice: ‘Voy a felicitar al personal porque agarraron a estos montoneros’”, contó López, quien fue llevado a Cuatrerismo, en el Destacamento de Arana. “Ahí nos picanean toda la noche. Etchecolatz no tenía compasión. El mismo iba y nos pateaba.”

Desde ahí lo trasladaron hasta el Pozo de Arana, que estaba en una gran casona de campo, la Estancia La Armonía, que había sido comprada ese año por el Ministerio de Asuntos Agrarios. En su celda, López miraba por debajo de la puerta o por la mirilla. “Escuché los gritos de una mujer. Y lo vi a monseñor Plaza, con los hábitos. ‘¿Por qué me trajo, padre? No me peguen más’, decía ella. La torturaron y no habló. Y la sacaron”, aseguró. Allí reconoció a Ambrosio y a Patricia, que tenía 21 años. Ambos militaban con él en una unidad básica. “A Patricia la torturan con nosotros. Me dijo: ‘Uno de estos hijos de puta me tenía los brazos y otro me violaba’. Le habían arrancado un mechón de pelo y sangraba. El marido estaba tirado, todo lastimado. Estaban desechos los dos”, sostuvo López. Entre el público, la hermana de Patricia lloraba sobre el hombro de su hermano. La silla del acusado, en cambio, continuaba vacía.

López apuró un vaso de agua como quien busca un respiro. Recordó que el 9 de noviembre de 1976 explotó una bomba en la Jefatura de Policía de La Plata. “A la noche, llegó toda la patota. Patricia me dijo: ‘No me fallés, buscalos a mis padres y avisales dónde estuve. Dale un beso a mi hija’.” López vio cómo sacaban a Norberto Rodas, un detenido paraguayo, y escuchó un grito y un disparo. “La sacan a Patricia, que gritaba: ‘No me maten, quiero criar a mi nenita’. Y otro tiro. Después lo sacaron al marido, que no se levantaba así que lo agarraron entre dos. Y otro tiro más. Entre gritos, mataron más gente esa noche”, describió López.

–¿Cuándo me van a matar? –les preguntó cuando le abrieron la celda.

–No, si acá no matamos a nadie –le respondió uno de los represores.

–Vos sos un tipo con suerte, le dijo otro, que siguió abriendo las celdas. “¿Sabés quién es éste? El chico de los boletos”, comentó. López lo reconoció luego como Francisco López Muntaner, uno de los desaparecidos de La Noche de los Lápices.

Los subieron a un camión remolcador y los tiraron en la comisaría quinta, como bolsas de papa. Les dieron de comer y luego les tiraron una tableta de gamexane para desinfectarlos. Luego volvió a encontrarse con Etchecolatz: “Un día llega la patota y nos picanean. Etchecolatz estaba a un costado y decía: ‘Dale, subile más, porque este gringo se me hizo el guapo con la otra máquina, que era a batería’. ‘A mí decime señor comisario. Ahora vas a ver’, me dijo. Todavía tengo las marcas”. López terminó su recorrido en la comisaría octava, a donde lo trasladaron el 21 de diciembre de 1976. Por ese lugar también pasó Víctor Illodo, que declaró ayer. “Estaba el suboficial Tránsito Gigena, que cuando nos ve venir dice: ‘¿A éstos los trajeron del cementerio?’”, contó López. El 4 de abril de 1977 lo blanquearon en la cárcel de La Plata. Por su parte, Calvo relató su recorrido por cuatro centros del “circuito Camps”, a partir de su secuestro el 4 de febrero de 1977, con seis meses de embarazo. “El destacamento de Arana era parte del engranaje dedicado a destruir físicamente a los detenidos. Todo lo que les interesaba eran los nombres. Querían nombres. Torturaban desde el mediodía hasta muy tarde a la noche”, contó. Luego pasó por la comisaría quinta, de donde la sacaron cuando comenzó el trabajo de parto. “En el cruce de Alpargatas nació mi hija. Pararon en la banquina y ataron el cordón umbilical con un trapo.”

Llegó al Pozo de Banfield esposada y con la bebé en brazos. El médico Jorge Antonio Bergés cortó el cordón umbilical y pidió que trajeran un balde y un trapo. “Me ordena que tire la placenta y que después limpie la camilla, lave el piso. Estaba desnuda, con todos los guardias riéndose, Bergés incluido. Después enjuagué el vestido y me lo puse. Si mi bebé pudo vivir y hoy me va a hacer abuela es gracias a las compañeras, que dejaban de comer para que pudiera alimentar a mi hija”, dijo. Calvo debió revivir su cautiverio en el Juicio a las Juntas y en los Juicios por la Verdad de La Plata. Ayer lo recordó en el proceso a Etchecolatz.

Informe: Werner Pertot.

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El ex detenido desaparecido Julio López, durante la jornada de ayer en el juicio contra Etchecolatz.
 
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