EL PAíS › SU AMIGO SAUL ROTSZTAIN NO PODRA SER EMBAJADOR ANTE LOS JUDIOS

Ruckauf ya no logra ni ser antisemita

El canciller debió prometer a la DAIA que desistirá de la designación del gestor de negocios Saúl Rotsztain como representante frente a los judíos, en un acto de discriminación que emulaba al nazismo. Sin embargo, solo prometió “rectificar” el decreto que hizo firmar a Duhalde para nombrarlo. Habrá que esperar si hay nuevo decreto por el que Rotsztain simplemente recibe un pasaporte que permite pasar la aduana sin que sus valijas sean revisadas.

 Por Martín Granovsky

El Gobierno dio marcha atrás en una decisión antisemita de la semana pasada. No tendrá más a Saúl Rotsztain, un judío, como representante especial para asuntos judíos. Pero su protector, el canciller Carlos Ruckauf, no aclaró si también dejará a Rotsztain sin patente y sin cargo. Si lo mantiene en el Gobierno, el ministro solo le habrá quitado un costado escandaloso a una designación que nadie en la diplomacia argentina alcanza a justificar por otro motivo que no sea éste: la amistad con Ruckauf. O este otro: negocios.
En una carta a José Hercman, presidente de la Delegación de Asociaciones Israelitas de la Argentina (DAIA), Ruckauf dice que su amigo fue designado porque por su habilidad “como hombre proveniente del campo de las relaciones institucionales”. En ese carácter supo desplegar actividades “para promover vínculos con organizaciones no gubernamentales, algunas de ellas vinculadas a la comunidad judía en el ámbito internacional, generando nuevos espacios de diálogo que han sido y son positivos para la gestión de temas de actualidad internacional”.
El texto indica que “la iniciativa promovida por esta Cartera tuvo un sentido positivo, de respaldar ese accionar y el de continuar profundizando vínculos con organizaciones y entidades de otros países que, en forma laguna, precluyen o reemplazan los existentes entre éstas y las respectivas asociaciones en Argentina y, por cierto, jamás fue encarado con el sentido de discriminar a colectividad alguna”.
Por eso Ruckauf informa que dio instrucciones para que “el decreto en cuestión sea claramente rectificado”.
El decreto en cuestión, tal como informó Página/12 el domingo, designaba a Rotsztain como “Representante Especial para los Temas Vinculados con la Comunidad Judía en el Ambito de la Sociedad Civil”.
–No quisimos discriminar –dijo anoche a este diario un funcionario del Gobierno que pidió reserva de su identidad.
–Pero la designación es discriminatoria.
–No. Solo aprovechamos las habilidades de Rotsztain.
–Gestor de negocios o falso influyente.
–Para nosotros no es eso. Es un tipo con buena llegada a figuras y organizaciones del mundo. Puede ser la Antidifamation League de los Estados Unidos, o algún banquero europeo que esté en la dirección de esa entidad y al mismo tiempo sea un directivo de finanzas...
Es decir: Rotsztain no fue nombrado embajador ante los judíos argentinos sino ante los judíos del mundo, que como todo el mundo sabe integran el circuito de la plutocracia o gobierno del dinero.
En su carta a Hercman, Ruckauf dice que “el formato de las representaciones especiales es un mecanismo de trabajo para que un funcionario o una determinada figura se desempeñe, usualmente en forma ad honorem, con un cometido específico de promover y profundizar el tratamiento de un determinado tema”.
La verdad es que ese formato a veces reemplaza una subsecretaría, que en ocasiones no es ad honorem y que además termina implicando viáticos y, sobre todo, pasaporte diplomático para quien asuma como representante especial. Ayer fue imposible saber cuál es la especialidad de Rotsztain, además de la que lo lleva a presentarse aquí y en los Estados Unidos siguiendo este criterio: si usted cumple años y tiene poder, Rotsztain aparecerá en su cumpleaños sin que nadie sepa quién lo invitó. Y hasta puede dejar una tarjeta. Hombre de mundo, tiene muchas.
En una época usaba una que decía: “Representante de bancos extranjeros”. Así, sin nombres concretos.
O también podía presentarse sin tarjeta e invocar amigos comunes.
Hizo gestiones diciendo que era socio de Jacobo Finkielstain, un empresario argentino que estuvo detenido en los Estados Unidos. Esto explicaría por qué Ruckauf quiso designarlo embajador: como Finkielstaines uruguayo, jamás podría haber sido parte del servicio diplomático argentino.
Mencionó como contacto a Enrique Coti Nosiglia.
Quiso montar en la Argentina un negocio de tabaco transgénico en nombre de empresas que, en realidad, lo rechazaban, porque las tabacaleras no querían convertirse de nuevo en un blanco. Ya lo habían sido por la colocación de nicotina como sustancia adictiva en los cigarrillos.
Cuando Rubén Beraja presidía el hoy caído Banco Mayo, ofreció negociar en su nombre. “Tráigame negocios y hablamos”, fue la respuesta de Beraja. Rotsztain no le llevó ninguno, pero todos recuerda cómo circulaba por fiestas y almuerzos con una tarjeta del Mayo que se había hecho él mismo.
Hombre ubicuo e informado, Rotsztain siempre sabe algún dato del interlocutor a quien va a ofrecer un negocio.
“Usted y yo debemos conocernos de la lucha entre laica y libre”, dirá por ejemplo si la persona pasa los 60 años y fue dirigente estudiantil.
Y si es peronista citará a Ruckauf o a Esteban Caselli, el secretario de Culto que hace un culto de los buenos contactos.
Conseguirá que, en una comida, un ministro se siente a la mesa de un empresario y hará notar a ambos –discretamente y con el tiempo, sin extorsionar– que los dos le deben un favor.
Lo mismo hará en los Estados Unidos, y en especial en Nueva York, donde mantiene un departamento en el Upper East Side, el encantador barrio próximo al Central Park donde antes vivía Woody Allen, y se jacta ante el gobierno argentino de tener llegada directa al Comité Judío Norteamericano o el Congreso Judío Mundial. Una llegada que cualquier funcionario puede tener con solo buscar el teléfono en la guía y marcar el número. A menos que, antes de dejar el Gobierno, quiera favorecer a un amigo con un pasaporte que evita revisar las valijas en la aduana.

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