EL PAíS › OPINION

Chávez: “Sí, pero no”

 Por Atilio A. Boron

Mañana llega Hugo Chávez y muchos señalan que se trata de un “buen amigo” de nuestro país. Es cierto, pero esa calificación benévola se queda corta porque oculta que Chávez es uno de los más lúcidos gobernantes de América latina y de lejos quien fue ratificado democráticamente como ningún otro. En elecciones, conviene recordarlo, siempre supervisadas por instituciones como la OEA o el Centro Carter. Lúcido, decíamos, porque es consciente como pocos de la importancia de fomentar la integración económica y política de nuestros países. No sólo consciente, porque sabe que esa es la tendencia que se impone entre los capitalismos desarrollados; también es coherente en sus prédicas y en las políticas que propone. Si Bolívar comprobó, contemplando al final de su vida el panorama de guerras civiles y gobiernos en descomposición que lo rodeaban, que había “arado en el mar”, ¿hasta qué punto Chávez no está “arando en el mar”? La pregunta se justifica cuando se observa que sus principales iniciativas de integración, como el Banco del Sur o el Gasoducto del Sur, despiertan la aprobación retórica de los gobernantes del Mercosur, que luego remiten el asunto a los “organismos técnicos”, donde una legión de tecnócratas neoliberales se encargan de erigir obstáculos para demostrar la inviabilidad técnica del proyecto. El campeón de esta estrategia del “sí, pero no” es el gobierno de Lula: sí al Banco del Sur pero no a su implementación; sí al Gasoducto del Sur pero no a su construcción. En lugar de avanzar en la concreción de estas iniciativas selló un “pacto diabólico” –palabras de Joao Pedro Stedile, líder de los Sin Tierra – con Bush para reconvertir la agricultura brasileña a la producción del etanol, en desmedro de los alimentos que necesita su propio pueblo. En un continente con países sedientos de energía y sobre todo de gas, oponerse en los hechos al Gasoducto del Sur revela una infrecuente combinación de estupidez y mezquindad. Como el propio Chávez lo admitiera públicamente, el Gasoducto quedó en el limbo. El imperialismo movió rápidamente sus piezas, dentro y fuera de los propios gobiernos de “centro-izquierda” de la región, movilizó a sus falanges periodísticas que alertaron sobre los “extremos peligros” que entrañaría la dependencia de nuestros países del gas y el asunto fue archivado. Lo mismo está ahora a punto de ocurrir con el Banco del Sur, que financiaría los proyectos de desarrollo que tanto necesitan nuestros países y despierta las iras del capital financiero y su operador internacional. ¿Chávez arando en el mar? Tal vez sí, si sus referentes son los gobiernos de la región; pero no cuando se calibra el creciente impacto de sus iniciativas y sus proyectos entre los movimientos sociales y las fuerzas populares de la región.

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