EL PAíS › FAMILIARES Y SOBREVIVIENTES SE CONCENTRARON EN TRIBUNALES

Comienzo de una larga vigilia

Los familiares coparon la Plaza Lavalle desde temprano. Los fans de Callejeros llegaron con globos y remeras con leyendas en defensa de la banda. Hubo cruces, discusiones y algunos golpes. Luego, cada uno hizo su reclamo por su lado.

El ruido de paso firme y apresurado –ese tac-tac-tac tan particular– que caracteriza el trajín cotidiano de la zona de Tribunales se tornó más ensordecedor que nunca. Es que al golpeteo de miles de zapatos, botas y mocasines se sumaron los pasos de los familiares de las víctimas del incendio del boliche República Cromañón, la noche del 30 de diciembre de 2004, y los de muchos que sobrevivieron. También se sentían los pasos de zapatillas de las 194 víctimas que, desde banderas y carteles, estuvieron presentes en la primera audiencia del juicio oral.

El bullicio en la zona comenzó a crecer desde las primeras horas de la mañana de ayer, cuando un grupo de familiares y amigos de las víctimas comenzaron con los preparativos para el acto que iniciaron en Plaza Lavalle, frente al edificio. El objetivo era apoyar, desde afuera, el inicio del juicio oral que se le sigue al dueño del lugar, Omar Chabán, a los integrantes de Callejeros y su ex manager, a dos policías y a tres ex funcionarios del Gobierno de la Ciudad.

Cerca del mediodía, el espacio verde se convirtió en escenario del choque entre algunos integrantes del grupo de familiares y del de sobrevivientes y fans de Callejeros, que defienden a la banda y sostienen que no son responsables de la tragedia. Tuvo que intervenir la policía para frenar un cruce de puñetazos.

Tan temprano como los que arribaron a la plaza, el grueso de los familiares y algunos pocos sobrevivientes fueron acomodándose uno detrás del otro al costado de la puerta del Palacio que da a Lavalle. Allí comenzaron a organizarse pasadas las 8, con vistas a ingresar a la sala de audiencias donde se desarrolla el proceso de la manera más ordenada posible.

El ámbito sólo ofrecía 150 lugares para escuchar las acusaciones de las querellas y verles las espaldas a los acusados; cada querella tuvo 30 lugares y el resto, para público común. Mientras esperaban recibir su pase, Marisa Gómez, mamá de Gustavo, hablaba con Mónica Schild, mamá de Marianela. Ambos hijos quedaron atrapados en la cápsula de humo tóxico en que se convirtió República Cromañón aquella noche. A la exigencia de Marisa de “ver justicia”, Mónica agregó “que vayan presos todos los responsables, condenados con penas importantes. Es la única manera de que no vuelva a pasar”. Por su parte, Amelia Ruiz, que también perdió a su hijo Sergio, consideró que “si no otorgan penas como se deben, el juicio será una burla”.

Sin embargo, más allá de la intención de mantener el orden, el ingreso del público tuvo sus contratiempos. “Fuimos muy cautelosos en el reparto de las credenciales, dejamos a gente afuera, y al final fue una desorganización total por parte del Estado. Nadie sabía nada, nos hicieron esperar una barbaridad y encima la sala de video estaba prácticamente vacía”, denunció Diego Rozengard, que perdió en la tragedia a su hermano, Julián.

Mientras tanto, la plaza se vestía de Causa Cromañón. A lo largo de todo el frente que da hacia la fachada principal del Palacio de Tribunales –cruzando Talcahuano– los familiares desplegaron una hilera de muñecos de cartón unidos entre sí por carteles que suplicaban “justicia” a lo largo de todo el frente de la plaza. En el centro ubicaron un cartel con el nombre de las 194 víctimas de la tragedia y de algunos de los padres que fallecieron después y una bandera con las fotos de los muertos.

Hacia allí, directo, caminó una chica que se encontraba en las escalinatas del edificio. Mientras cruzaba la calle, sus ojos se dedicaron a inspeccionar la bandera. “Acá estás”, deslizó al aire, como si la foto de su amiga pudiera escucharla. Y tocó la imagen, como si de verdad pudiese acariciar su rostro en persona.

Cerca de las diez, Cristina Bernasconi, mamá de Nicolás Landoni, abrió el micrófono y gritó: “Hoy, los padres, los familiares y sobrevivientes empezamos esta nueva etapa unidos por el pedido de justicia por todos los chicos, por todos los que se fueron, por los que aún están y por los que vendrán”. Luego, exclamó los nombres completos de cada uno de los muertos separados entre sí por el grito de “justicia”, nombró a cada uno de los acusados y leyó adhesiones de distintas agrupaciones del país y de particulares.

No sólo la escucharon los familiares y amigos de víctimas que allí estaban –algunos cortaron el tránsito de Talcahuano, donde izaron banderas con exigencias de prisión al ex jefe de Gobierno Aníbal Ibarra y a Chabán–. También lo hicieron los sobrevivientes y seguidores del grupo de rock liderado por Patricio Santos Fontanet, que arribaron de a poco a la plaza, colgaron de los árboles sus banderas en apoyo a la banda y mostraron, a través de unas remeras amarillas, su propia exigencia: “Basta de culpar a Callejeros”.

Fue el choque de exigencias lo que desembocó en un pequeño enfrentamiento entre algunos padres y otros pocos jóvenes sobrevivientes. Con el correr de las horas, la plaza fue tiñéndose de amarillo. Cuanta mayor era la concurrencia de personas que eximen a Callejeros de responsabilidad en la tragedia, mayor era la tensión.

Los ánimos se desbordaron cuando los de amarillo levantaron una gigante remera inflable con la misma inscripción que estaba en sus remeras e hirieron susceptibilidades. Enfrente, aún no comenzaba el juicio. Eran casi las 12. Aunque el hecho no pasó de unos puñetazos cruzados, la policía acudió rápidamente y dividió las aguas. El hecho volvió a repetirse hacia el final de la jornada.

“Es una provocación terrible y totalmente innecesaria. Ninguna bandera hace referencia ni siquiera a la fecha en que se murieron los chicos”, exclamó una joven, en desacuerdo con la posición de los sobrevivientes. Uno de ellos aseguró que “vinieron de mala manera a exigirnos que saquemos el globo. Como no lo hicimos, nos quisieron arrancar las banderas”, y agregó: “Respetamos a los familiares, pero cuando nos expresamos, ellos son los que agreden”.

Tras pedir “calma por amor y respeto a las víctimas”, la voz de Cristina continuó con los nombres de los fallecidos. El reclamo llegó a los oídos de los transeúntes, aunque la mayoría seguía de largo, sin prestar atención.

Informe: Ailín Bullentini.

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Los ánimos se desbordaron cuando los jóvenes levantaron un inflable con una leyenda en defensa de la banda.
Imagen: Guadalupe Lombardo
 
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