EL PAíS › FUERTE CRUCE ENTRE MARSANS Y EL GREMIO DE PILOTOS DE APLA

La pelea por los vuelos de Austral

 Por Cledis Candelaresi

“El Gobierno no quiso que retuviésemos Austral porque esta empresa es un peaje que les prometió a los pilotos de APLA”, disparó ayer Vicente Muñoz, apoderado de Marsans, desde Madrid, incriminando simultáneamente al sindicato y a la Secretaría de Transporte en un presunto acuerdo cuyo objetivo habría sido minar a la privatizada con recurrentes medidas de fuerza. Jorge Molina, director designado por los españoles, precisó las connotaciones de “peaje”: es una “vía rápida” para hacer desaparecer a UALA, sindicato que aglutina a los comandantes de la otra línea aérea, afín a los españoles más que al Gobierno.

Las cancelaciones de los vuelos disminuyeron drásticamente desde que comenzó la administración del Estado: del 8,6 al 2,7 por ciento, según un documento de la gerencia general. En parte porque hay menos medidas de fuerza. Pero, fundamentalmente, porque se recuperaron 18 aviones que en julio estaban fuera de servicio. “El problema era la sobreventa de pasajes: no se podía volar porque no había equipos suficientes para atender la demanda”, replica Pérez Tamayo. La visión del líder de la Asociación de Pilotos de Líneas Aéreas difiere de la de Marsans, que apunta a las medidas de fuerza como la causa de sus males. “Nosotros nunca hicimos un paro en los dos últimos años”, se defiende el titular de APLA, en diálogo con Página/12. Alguno habrá hecho APA (administrativos). Otro, UALA”, el gremio de los pilotos de Austral con quienes mantienen una histórica rivalidad.

En el momento de la tasación, los accionistas hispanos esbozaron por los medios la propuesta de cederle Aerolíneas al Estado por un valor simbólico y quedarse con Austral, cotizada por el Crédit Suisse en 350 millones de dólares. Esta alternativa fue desechada por el Ministerio de Planificación y sólo sirvió para fundar las presunciones que muchos allegados al tema tenían desde antes acerca de los planes de Marsans de reforzar esta línea en detrimento de la otra. Pérez Tamayo se suma a ese coro.

–Les salió el tiro por la culata. Su plan era matar Aerolíneas y derivar vuelos a Austral. Así repartirían el tráfico de Europa con Air Comet (línea propiedad de Marsans que hace vuelos internacionales). Pero la ley de reestatización habla de recomprar el ciento por ciento de acciones de las dos compañías. Y la ley no la hicimos nosotros.

–Respecto de ustedes, la empresa siempre se quejó de que volaban la mitad de horas que el resto de los colegas del mundo.

–Volábamos menos horas por la programación que hacía la compañía. Por ejemplo, en la línea de los 737/200 se volaban 35 horas por mes. Hoy esa cantidad se subió a 65. Antes un piloto hacía un vuelo de una hora a Montevideo y se iba a su casa por tres días. Ahora vuelve a Buenos Aires, va a Bariloche, luego a Córdoba y recién ahí empieza su pausa.

–¿Y por qué la empresa habría querido hacerlos volar menos cuando se quejaba exactamente de lo contrario?

–Justamente, porque transfería todo el tiempo vuelos de Aerolíneas a Austral. Precisamente esto respondía al plan de demostrar que la empresa no era viable.

Molina, de creciente protagonismo en esta etapa agónica de la privatizada, afirma que “APLA quiere que UALA desaparezca, para acrecentar su poder absorbiendo a sus afiliados”. El gremio que nuclea a los pilotos de Austral siempre tuvo posiciones más afines a la de la gestión privada, comenzando por un diagrama de vuelos con más carga horaria al que se avino sin chistar. “Si los de APLA ahora vuelan más debe ser porque son menos”, acota el directivo.

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