EL PAíS › OPINIóN

Influenza, pesticidas y transgénicos

 Por Víctor M. Toledo *

Hoy, como en el pasado, la humanidad se enfrenta a una nueva pandemia de microrganismos, la cual, sin embargo, no es sino una fracción de otra que podríamos llamar suprema o estelar. La gran pandemia es sin duda la que nosotros mismos, como especie biológica, hemos provocado en los últimos tiempos. La especie humana no solamente desafió las leyes de los ecosistemas, sino que se extendió por buena parte del planeta y en el último siglo incrementó su población a tasas cada vez más altas y en períodos cada vez más cortos.

De los algo más de mil millones de seres humanos que existían en 1900 se pasó a los seis mil millones en esta década. ¿Qué planeta puede soportar esta insólita expansión? Desde el punto de vista ecológico, mantener esta gigantesca población significa librar permanentemente durísimas batallas contra los organismos que buscan aprovechar esta situación anómala y, especialmente, contra la gama conocida de microrganismos: hongos, bacterias, virus, retrovirus, viroides y priones.

La gran pandemia no es, sin embargo, solamente demográfica, también atañe a lo que podemos llamar la matriz civilizatoria industrial, e incluye desde la visión moderna del mundo hasta los diseños tecnológicos y los mecanismos de acumulación implícitos al desarrollo del capitalismo.

No se puede solamente recurrir a Malthus sin invocar a Marx. El mundo de hoy necesita detener tanto el crecimiento descomunal de la población humana como transformar radicalmente el modelo de civilización. Hoy el riesgo no proviene únicamente de fuera. La influenza estacional que cada año brota en los inviernos de los dos hemisferios quita la vida a entre 250 mil y 500 mil individuos, es verdad, pero el auto mata anualmente a un millón de personas y los accidentes automovilísticos dejan entre 25 y 30 millones de heridos al año. Si el sida mantiene infectada a una población estimada en 33 millones, de las cuales anualmente mueren 2 millones, los pesticidas, creados en los laboratorios químicos, afectan, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), a 2 millones de personas y matan anualmente a 200 mil.

Cada día se hace más difícil distinguir entre las muertes provocadas por agentes naturales externos y las muertes generadas en el interior de la sociedad industrial. Las influenzas, por ejemplo, son ya enfermedades generadas por virus que son creaciones naturales e industriales. Los virus de la gripe son el resultado de la combinación endiablada de formas que han ido de los humanos a las aves y a los cerdos, del movimiento entre estos últimos, y del retorno a los humanos en ciclos dominados por el azar (las mutaciones) que se repiten silenciosa y peligrosamente por todo el planeta.

Este fenómeno se ve promovido y acentuado por la existencia de los gigantescos confinamientos mediante los cuales la producción industrial genera los alimentos cárnicos (de aves, cerdos, bovinos, etcétera). Los campos de concentración animal, que son cada vez más la base de la maquinaria industrial productora de alimentos, que concentran miles y cientos de miles de animales para su sacrificio, son verdaderos focos para la incubación, mutación y recombinación de virus como el de la influenza.

Y las cifras son impresionantes. La especie humana mantiene alrededor de dos mil millones de cerdos, 85 por ciento de los cuales están en China, Europa y Estados Unidos. Cada semana las bocas humanas consumen 23 millones de cerdos, buena parte de los cuales provienen de confinamientos masivos. Monopolios y monocultivos son dos formulaciones fuertemente emparentadas desde el surgimiento del capitalismo. Los cócteles para la gestación de nuevas formas virales están, pues, a la luz del día en las granjas industrializadas del mundo, no solamente las de cerdos, sino las de las aves (la influenza aviar) y las de los bovinos (recuérdese el mal de las vacas locas).

El riesgo de enfermedades no solamente está ligado con las cadenas alimentarias (y de ahí la necesidad de crear y extender sistemas agroecológicos de producción de alimentos sanos). Las diferentes ramas industriales generan sustancias tóxicas (solamente en Europa se han inventariado 40 mil) que se está demostrando son la causa, o parte de ella, de nuevos males, como ciertos tipos de cáncer, alergias y estado de depresión inmunológica. De ellos destacan los pesticidas, utilizados principalmente en los extensos y monótonos campos de cultivo agroindustrial.

Se define un pesticida como toda aquella sustancia que sirve para combatir los parásitos y las enfermedades de cultivos, ganado, animales domésticos, y del mismo ser humano. Los pesticidas surgieron a partir de la Segunda Guerra Mundial y son compuestos químicos (DDT, organoclorados, organofosforados y carbamatos) elaborados para exterminar plagas y enfermedades que afectan las grandes concentraciones humanas y las de sus plantas y animales domesticados. No obstante, los pesticidas no solamente afectan la salud humana, también generan impactos sobre los ciclos naturales y las especies. La extraña extinción de las abejas en extensas regiones de Estados Unidos y China al parecer ha sido provocada por estas sustancias.

El último diseño ligado a los extensos campos de cultivo agroindustriales son los organismos genéticamente modificados (alimentos transgénicos), que son creaciones derivadas de la biotecnología y de la genómica. Aunque no está aún demostrado que causen daño a quienes los consumen, su peligrosidad potencial radica en un nuevo tipo de contaminación: la genética, cuyos efectos son mucho más difíciles de detectar y controlar. En esta ocasión el ser humano, no Dios, juega con los dados de la vida misma al introducir al mundo de la naturaleza organismos que pueden provocar cambios inesperados sobre las poblaciones de las especies domesticadas y silvestres. En México el caso del maíz transgénico es un caso clave y dramático.

Los seres humanos estamos atrapados dentro de una encrucijada, en una vorágine de riesgos, que es el resultado del tamaño descomunal de la población, a la cual intenta alimentarse mediante formas (agroindustriales) que facilitan, a su vez, la proliferación de patógenos, que contaminan y afectan la salud humana y que amenazan con provocar transformaciones nunca antes vistas en la estructura genética de los organismos (transgénicos). Todo ello es parte de esta gran pandemia a la cual siempre terminaremos llegando. ¿Cuál es la curación posible a las infinitas pandemias en que han muerto millones?

* De La Jornada, de México. Especial para Página/12.

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