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El día después de mañana

 Por Carlos F. De Angelis *

Los ciudadanos de la ciudad de Buenos Aires han tenido históricamente la característica de votar en forma insular. La clase media, mayoritaria, siempre se autosindicó como independiente y (en voz baja) preferentemente contraria al peronismo, como se ha podido apreciar cada vez que se votó desde los años ’50.

También la ciudad-puerto, construyó tanto formaciones progresistas de centroizquierda, como estructuras de centroderecha (se recordará por ejemplo la UceDé), tomando un modelo europeo de partidos socialdemócratas compitiendo con partidos liberales/conservadores.

Una cualidad peculiar de estos “espacios políticos” es que, a pesar de su ausencia de estructuras nacionales, sí poseen un discurso y una vocación nacional. El proceso electoral que concluyó ayer no marca una tendencia distinta pero sí mostró las dificultades del elenco gobernante de la Capital Federal para tender lazos a otros sectores de la sociedad. La potencia comunicacional de un discurso armado como una marca contrastó con otro radicalmente distinto que es el de Proyecto Sur. La propuesta principal de Pino Solanas de estatizar los recursos naturales fue asumida con gusto, incluso por quienes fueron votantes del gobierno nacional. Evidentemente estos recursos no se encuentran en el territorio desde donde surge tal propuesta.

La decepcionante performance del sector liderado por Elisa Carrió fue el fruto de una enorme sumatoria de errores, pero además el fin de una modalidad discursiva, de una tipología de construcción política basada en abstracciones sin vínculos con lo real. En efecto, los dramáticos llamados al republicanismo épico generaron un significante vacío, que desintegró su base electoral.

Heller predicó en un desierto hostil, con un discurso cerrado de defensa de lo realizado por el gobierno nacional, con más vocación de pasado que de perspectivas futuras. Visto así, logró “salvar la ropa”. Otro es el caso del dos veces jefe de Gobierno Aníbal Ibarra, cuyo derrumbe mostró las dos caras de la construcción política desde los medios.

En este sentido, el rol de los medios y la mediatización de la política en general merecerán más de una reflexión. La confusión entre la realidad y la virtualidad y la organización de una lógica de ridiculización permanente de lo político difícilmente contribuya a la construcción de modelos transformadores.

La sociedad porteña es escéptica y ya no cree en la clase política. Sí cree en la democracia y sus valores. Pero tiene serios reparos para identificar el futuro dentro de la democracia y, en definitiva, la utilidad de su voto. El quince por ciento que eligió su voto en el cuarto oscuro muestra un rostro sombrío, que habla tanto de las dificultades para elegir como del desinterés por analizar las propuestas o al menos las imágenes proyectadas por los medios.

* Sociólogo, director del “Observatorio político y electoral”.

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