A las diez de la mañana sonó la sirena. Durante dos minutos todo el país hizo silencio. Los autos frenaron y los peatones pararon la marcha. En la plaza Gueto de Varsovia del museo Yad Vashem sólo se escuchaban los ruidos de las cámaras fotográficas. Los reporteros gráficos eran los únicos que se movían en el acto oficial por el Día de Recuerdo de los Mártires y Héroes del Holocausto. Luego, el presidente Shimon Peres y el primer ministro Benjamin Netanyahu encabezaron la lista de personalidades que colocaron ofrendas florales por las víctimas de la Shoá. El canciller Héctor Timerman fue el primero de los invitados extranjeros en acercarse para rendir ese homenaje. “Fue muy emotivo. Representé a las víctimas que encontraron refugio en la Argentina y a todos los argentinos. Pensé en muchos sobrevivientes que conocí cuando fui creciendo y también en la dualidad argentina, que se expresa en historias como las de Sara Rus, que sobrevivió al Holocausto, se refugió en la Argentina y pidió a su hijo desaparecido durante la última dictadura”, contó luego el ministro.

Para ingresar en el museo Yad Vashem, la institución dedicada al estudio del Holocausto y a la preservación de la memoria de las víctimas, había que atravesar un meticuloso operativo de seguridad. Además de los usuales scanners, a los visitantes se les pasaba una esponjita por la mano derecha para detectar posibles sustancias peligrosas (como explosivos). Antes de que empezara la ceremonia, los jóvenes soldados (fusil en mano) que cumplen con el servicio militar obligatorio ensayaban los saludos que harían poco después.

En el lugar destinado al acto –una plaza seca enorme–, sobresalían dos esculturas murales: una dedicada al levantamiento del gueto de Varsovia y otra de una fila de prisioneros de los campos de concentración. A la derecha estaba la bandera a media asta y las seis antorchas que habían sido encendidas el día anterior, al inicio del día conmemorativo, por seis sobrevivientes, en representación de los seis millones de judíos asesinados. También había un mástil ardiente y a la altura un cartel que reflejaba el tema elegido para este año: “1944-judíos al borde del abismo, entre la aniquilación y la liberación”. Se trata de un momento en que algunas ciudades de Europa occidental comenzaban a ser liberadas mientas en Hungría los judíos eran expulsados a Auschwitz.

Antes de que se iniciara el acto, Timerman se encontró con Netanyahu, quien lo convocó para saludarlo. Luego, el canciller se encontró con Natan Sharanski, un antiguo disidente ruso y activista por los derechos humanos, cuya familia conoció cuando durante la última dictadura él peregrinaba para pedir por la situación de su padre secuestrado. La mujer de Sharanski, que en ese momento estaba preso, coincidía con Timerman en los lugares en los que iban a pedir ayuda. Además de los miembros de la delegación oficial (el canciller, el embajador Carlos García y sus colaboradores), otro argentino participó de la ceremonia. El juez federal Daniel Rafecas fue invitado por representantes de Yad Vashem argentina. El magistrado viajó a Israel para dar una conferencia sobre su libro La Historia de la Solución Final, que vincula los genocidios del pueblo armenio, la Shoá y el de la última dictadura en la Argentina.

Durante el acto, que acompañó un sol radiante, numerosos funcionarios, representantes de las fuerzas armadas e instituciones vinculadas con el estudio del Holocausto sumaron sus coronas y luego fueron escuchados nombres de víctimas de la Shoá, ya que un objetivo de Yad Vashem es recuperar las historias y la identidad de las víctimas. Ayer, en Israel, la televisión suspendió su programación vinculada con el entretenimiento para pasar películas y documentales sobre el Holocausto. Un canal, además, fue dedicado exclusivamente a reproducir los nombres de las víctimas.