EL PAíS › UN LIBRO DE BERGOGLIO DE 1998 SOBRE LAS SANCIONES A LA ISLA

Francisco y el embargo a Cuba

 Por Fernando Cibeira

Desde La Habana

La visita que comenzó ayer Francisco a Cuba es la tercera que realizan los papas a la isla. La primera fue la de Juan Pablo II, en 1998, a la que siguió la de Benedicto XVI, en 2002. Estos antecedentes vienen a mostrar la importancia que le otorga el Vaticano a la pequeña isla caribeña que adoptó el ateo marxismo-leninismo como sistema político en medio de un continente ampliamente católico. En ocasión de la primera visita papal, la de Juan Pablo II, el entonces cardenal de Buenos Aires, Jorge Bergoglio, escribió un librito de análisis –oportunamente reeditado por estos días– que puede verse como un adelanto de lo que serán los varios mensajes que ofrecerá el Papa en la isla. Ya por entonces –se aproximaba el fin del menemismo–, Bergoglio se mostraba muy crítico de las políticas neoliberales y del bloqueo de Estados Unidos. “El embargo norteamericano ha provocado que Cuba dejara de percibir unos 25 mil millones de dólares en exportaciones de bienes y servicios”, denunciaba. También alertaba sobre la situación de los derechos humanos y de la libertad religiosa en la isla.

Después de aquella histórica visita de Juan Pablo II que cerraba formalmente los largos años de conflicto entre Cuba y el Vaticano, Bergoglio convocó a sacerdotes y laicos a reflexionar sobre esos acontecimientos. El resultado se publicó bajo el título Diálogos entre Juan Pablo II y Fidel Castro. Bergoglio valoró mucho el viaje porque lo interpretó como un gesto de diálogo que, insiste en varios párrafos, es el mejor camino para llegar a la verdad. A partir de los ’90, luego de la caída de la URSS y durante la crisis económica que se conoce como “período especial”, el gobierno de Fidel Castro cambió su visión antirreligiosa e hizo modificaciones en la Constitución nacional.

Las críticas al bloqueo norteamericano surgen desde las primeras páginas. “Según el análisis de la Iglesia, los motivos los cuales Estados Unidos instauró el embargo se encuentran totalmente superados en la actualidad. Frente al desmantelamiento de la URSS, Cuba se encuentra desarmada en el sentido estricto de la palabra”, subrayaba Bergoglio. Pasaron 17 años de esa sentencia y, en lo esencial, el bloqueo a la isla se mantiene. El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, busca ahora levantarlo, pero la decisión depende del Parlamento.

“No se pueden admitir los postulados del neoliberalismo y considerarse cristiano. El fracaso de las soluciones marxistas y colectivistas no autoriza al sistema capitalista a comportarse como le venga en gana”, sostenía Bergoglio, que consideraba al neoliberalismo “en las antípodas del Evangelio: porque siembra desocupación marginando fríamente los sobrantes; porque vacía de contenido humano los progresos económicos, preocupándose sólo porque los números cierren”.

Luego de años de choque –en los que la Iglesia tomó la postura de oposición al gobierno de Fidel Castro, quien la consideró parte de la contrarrevolución–, Bergoglio mostró cómo se habían acercado posiciones en los últimos tiempos. “La reivindicación de los derechos del hombre que la Iglesia reclama sin cesar (alimentación, salud, educación, entre otros), se inscriben en los alcances del concepto de derechos humanos al que Fidel Castro adhiere y se muestra orgulloso de defender en Cuba”, escribió.

También puntualizaba sus diferencias, que habrá que ver cómo quedarán planteadas durante esta visita. “El objetivo pastoral de la Iglesia busca preservar la paz, asistir a los necesitados y promover la solidaridad y la reconciliación del pueblo cubano; lo que dista sustancialmente de las pretensiones castristas”. Y destacaba el mensaje de Juan Pablo II, un pontífice de raíz conservadora, sobre “la necesidad de franquear el camino que permita a los ciudadanos cubanos participar en la vida civil de ese país. Es necesario para Cuba y para otras naciones emprender un plan tendiente a transformar algunas estructuras y en especial sus instituciones políticas, para sustituir regímenes corrompidos, dictatoriales o autoritarios, por otros democráticos y participativos”.

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