SOCIEDAD › GATILLO FACIL EN DOS OCASIONES, DE PARTE DE LA BONAERENSE DE DON TORCUATO

Con la costumbre intacta

Primero entraron en la villa San Jorge disparando contra unos presuntos delincuentes y mataron a un hombre que estaba en un pool. Los vecinos organizaron una marcha de protesta. Durante la represión, la misma policía mató a un adolescente de 16 años.

 Por Horacio Cecchi

Los policías entraron a la villa disparando a mansalva para recuperar el Alfa Romeo robado. Imagen: Ana D’angelo

En menos de 20 horas, dos personas fueron baleadas por la Bonaerense en la villa San Jorge, de Don Torcuato, tan sólo porque la mala suerte de pobre se cruzó en forma de bala en el primer caso, y porque la protesta por esa muerte fue reprimida con proyectiles de plomo en el segundo. Ambos casos, ocurridos en menos de 200 metros dentro del inmenso territorio bonaerense, confirman el historial violento de la policía de Tigre.

El viernes 15 de enero, al filo de la medianoche, el Coco Villanueva, de 58 años, jugaba con el taco de billar en lo de José, el pool Tunder de la villa San Jorge, cuando empezaron los tiros. “Se vinieron los de la Crítica disparando a mansalva –describió a este diario Ramón Delgado, hasta ese momento vecino del lugar y horas más tarde tío del segundo fallecido, el adolescente Facundo Vargas–. Siempre entran y hacen y deshacen como quieren, pero esta vez lo hicieron como nunca.”

La Crítica es la comisaría de Don Torcuato, o 3ª de Tigre, denunciada en este diario como base de un grupo policial que actuaba con ese particular sentido de justicia que tienen los escuadrones de la muerte. El viernes 15, al menos dos patrulleros de la Crítica perseguían un Alfa Romeo robado. Los ladrones cruzaron los rieles del Belgrano y tomaron por General Avalos, una calle de tierra paralela a la vía que a las siete u ocho cuadras se termina abruptamente, al costado de un ex frigorífico. Pero antes de llegar al final, la Avalos pasa a un costado de la villa San Jorge, nutrida y atravesada de pasillos angostos como un bazar persa. Tan sólo por eso, al pasar por el costado de la villa, la Avalos pasa a llamarse “avenida principal”. Cuando los ladrones vieron que dos cuadras para adelante la calle tenía fin, abandonaron el auto y se metieron a la carrera por la villa. “No eran de acá, nadie los conoce, ni siquiera sabían que Avalos no tiene salida”, aseguraban las voces de la San Jorge.

La lluvia de balas dejó huecos en las paredes de las casas, del Tunder, en una de las piernas de José y en la cabeza del Coco, que había salido para ver qué eran esos tiros y para pedir que pararan porque había muchos pibes. Villanueva cayó redondo sin siquiera tener tiempo a darse cuenta. Los gritos desesperados de los vecinos que empezaron a rodear a los policías, y los insultos que a esa altura llovían más que las balas, dejaron claro a los de la Crítica que habían cometido más que un error grosero. Dejaron para después la persecución, levantaron al malogrado Villanueva, lo depositaron dentro de uno de los patrulleros y huyeron del lugar rumbo al centro de salud que atiende a los de la villa. Desde allí fue trasladado al Hospital de Pacheco, donde el domingo murió. Pero antes, cuando apenas empezaba el sábado 16, y la sorpresa ya había dado lugar a la indignación, “la gente –explicó Ramón– se enojó con la policía, cómo van a entrar disparando de esa manera, y se terminó cortando las vías, y la Avenida del Trabajo”, enfrente mismo del destacamento de la Policía Buenos Aires 2, ubicado en el cruce con José Hernández, y cuyo frente empezó a recibir cascotazos levantados de entre los durmientes.

“La policía respondió no sé si tirando al bulto o al aire, pero no pasó nada”, dijo Ramón. Después, ya entrada la madrugada, todo pareció calmarse, aunque el corte no se levantaba. Tanto que se colocó un contenedor cruzado como argumento de peso para la interrupción. Se mantuvieron reuniones de los vecinos y la Bonaerense, incluso con alguna mediación eclesial. El cruce estaba lleno de policías de cantidad de destacamentos. La propia hermana del Coco, Beatriz, debió firmar un acta en la comisaría apedreada, en la que se comprometía a retirar a los vecinos mientras que la policía retiraría su amenazante cordón alrededor del barrio.

Pero, alrededor de las seis de la tarde del sábado, algo provocó el desmadre. La Bonaerense empezó a arrojar gases dentro de la villa y a reprimir. “Está en video en Internet”, explicó Ramón.

Facundo Vargas, de 16 años, sobrino de Ramón Delgado, salió a ver los incidentes y recibió una demostración disuasoria de la Bonaerense: una descarga en el tórax. “Facundo estaba a una cuadra de mi casa –dijo su tío–, en Avenida del Trabajo y Salta. Había muchísima gente, había chicos, grandes, mujeres embarazadas. La policía pasaba y decía: ‘Hay que matarlos a esos negros de mierda’. Y cuando los otros chicos lo empezaron a levantar para llevarlo, la policía les seguía tirando. Se ve en YouTube, está en Internet.”

“A Facundo la ambulancia lo llevó lejísimo, al Hospital Carrillo en Ciudadela, que es muy lejos de acá.” Ese mismo día murió. “El domingo, cuando lo estábamos enterrando, nos enteramos de que el Coco también había fallecido. Para devolverme el cuerpo, la policía me hizo firmar que los vecinos levantaban el corte. Tuve que ir a hablar a los vecinos y convencerlos de que no me entregaban el cuerpo.”

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