SOCIEDAD › EL BERLIN DEL HORROR, EL BERLIN DE LA MEMORIA, EL BERLIN DE LOS CHICOS

Palabras cruzadas

Después de la muestra argentina en el Museo Judío de Berlín, el enviado especial de Página/12 cuenta cómo se cruzan la vida cotidiana de una ciudad que quiere ser París, los trozos de Muro de la Guerra Fría y los memoriales que buscan explicar el nazismo como el de Vansee, donde una cumbre discutió la “solución final” para los judíos.

 Por Martín Granovsky

Desde Berlín

El martes se estrena Porgy & Bess, la ópera de George Gershwin. Algunas banderas (pocas) recuerdan que Alemania participó de un Mundial de Fútbol. Ni siquiera la tragedia de Duisburgo, con los muertos por avalancha en el festival de música electrónica, altera un verano de estudiantes felices en el barrio de Kreuzberg, donde vive la mayoría de los inmigrantes turcos, en los boliches de la calle Oranienburger o en los parques junto al río.

- Mercedes. Alemania está con un ojo en Europa y otro en China. La semana cerró con una buena noticia financiera: de 91 bancos escrutados por la Unión Europea, sólo 7 están fuera de regla. Alemán, ninguno. The Financial Times, de Londres, publica una entrevista al gerente de Mercedes Benz en China. Klaus Maier cuenta que en sólo tres años, desde que la empresa comenzó a vender autos a los chinos, éstos pasaron a ser del mercado número 14 de Mercedes al mercado número tres. Dice que el cliente típico de los autos pequeños es un habitante de Beijing de unos 30 años, con mujer y un hijo chico. El de los Mercedes clase S tiene alrededor de 40 y usualmente lleva chofer. Por eso la firma planifica detalles de lujo frente al asiento de atrás. Noticia clave de Maier: a fines de este año la mitad de los Mercedes que se vendan en China serán fabricados allí mismo. ¿Más o menos trabajo en Alemania? La ecuación es tan difícil de llenar como inevitable la tendencia. Hermès, la marca de artículos de lujo, acaba de anunciar que en septiembre lanzará en China otra marca más, Shang Xia, que significa “arriba y abajo”, para extender su mercado. Los chinos ya forman el segundo mercado más grande del mundo en consumo de artículos de lujo.

- Crisis. Impresión sin pretensiones de valor científico: en las calles de Berlín no se advierte ninguna crisis. Mientras tanto, la jefa del gobierno democristiano-liberal, Angela Merkel, pierde gobernadores afines por renuncia, pero también se desprende de posibles competidores en la franja conservadora. Política muy pragmática, aún no llegó al ingenio cínico del fundador de su partido, el democristiano Konrad Adenauer, con su famosa frase: “¿Qué me importa hoy el disparate que yo mismo dije ayer?”.

- Descanso. Sábado a la tarde temprano en el barrio de Preuzlauer Berg. Los bares aprovechan la temperatura de verano (por encima de los 20, aunque esté nublado) para poner mesas en las veredas anchas que dan a la plaza. Un sector parece selvático, con el interesante desorden de los parques no parquizados que rodean el casco urbano de la capital alemana. Hay senderos, por supuesto. Los juegos para chicos están cerrados por cercos. No son de plástico ni de hierro sino de madera tosca, como de cuento. La plaza de Kollwitz es un lugar de relax. Tilos, como en la avenida Unter der Linden (Bajo los tilos), pajaritos, parejas jóvenes con o sin hijos, parece obligación ser rubio y estar tostado. Donde comienza la feria que vende desde repasadores a hongos del bosque hay una trompeta. Toca “Tristeza nao tem fim”, de Vinicius de Moraes. Río de Janeiro en Berlín. A veces se mezcla con la flaquita de la esquina, flauta barroca y un buen Bach.

- Colores. Los edificios que rodean Kollwitz son antiguos. Más de 100 años. Muchos de los frentes ya están restaurados. Cerca, en las avenidas, están los monoblocks: el barrio de Prenzlauer Berg está en la ex Berlín oriental. Los camaradas arquitectos de la República Democrática Alemana parecían deslumbrados con la simetría gris de los edificios de siete u ocho pisos. En los últimos años los berlineses comenzaron a pintarlos de colores. No es la Boca, aunque algún azul y amarillo hay, pero suena más alegre.

- Goebbels. La construcción donde trabajaba el ministro de Propaganda de Adolf Hitler, Joseph Goebbels, es sólida y espantosa como un bunker. No viene de la época imperial. La edificó el régimen hitleriano. Hoy funciona allí el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social. La contigüidad física con el nazismo es irremediable en una ciudad que fue el centro de la máquina asesina. Cualquiera que vive aquí, piense lo que piense y tenga la edad que tenga, pisa el mismo suelo de Hitler y Goebbels. La curiosidad obliga a preguntarse cómo se siente el ministro en esas oficinas. Pero, más allá del alma ministerial, ¿deben usarse los edificios que el nazismo no heredó sino que inauguró? Debate abierto.

- Goering. Hermann Goering era el delfín nombrado como tal por Hitler. Se suicidó en Nuremberg con una pastilla que le pasó su esposa al darle el último beso, ya sentenciado y a punto de ir a la horca. El edificio-bunker de Goering, también construido durante el régimen nazi, hoy es el Ministerio de Hacienda. Otro dato para el debate.

- Gas. La Conferencia de Wannsee sobre la “solución final” del 20 de enero de 1942 no fue la primera ni la última realizada en la residencia por parte de las SS. Construida en 1915, su dueño, Friedrich Minoux, hizo negocios con el gas durante el nazismo hasta que fue preso, acusado de irregularidades con el Estado y su mansión, expropiada por Reinhard Heydrich para ser utilizada en reuniones sobre seguridad. Hoy funciona allí un Memorial. Desde la recepción se ve el hermoso lago Wansee, muy parecido a los lagos pequeños de la Patagonia argentina. Entre pinos, también hay fresnos y arces. Los árboles son añosos. Es lo contrario de lo que ocurre en varias zonas céntricas de Berlín, donde las necesidades de calefacción por parte de los nazis llevaron a que se talaran bosques enteros para quemar la madera. En Wannsee no sucedió lo mismo, de modo que el aroma espeso de la vegetación que llega hoy hasta la residencia es igual al que puede olerse en cualquier húmedo de la Argentina o leerse en las madreselvas que inundan cada página de El sonido y la furia de William Faulkner. O sea: esos árboles, más crecidos, son los mismos de hoy. La única diferencia es de olores y épocas del año: la Conferencia de Wannsee fue en enero, pleno invierno, y no en julio, pleno verano berlinés.

- Ambiente. Según los documentos, la Conferencia de Wannsee se realizó en el comedor de la mansión que había pertenecido a Minoux. Donde estaba la mesa se ubica hoy, bajo vidrio, el original del protocolo. El ambiente es luminoso por los ventanales que dan a distintos parajes del bosque. Dos columnas de mármol dejan ver un recinto más reducido y más allá otros arces. El piso es de roble claro. En las paredes y las volutas de las columnas hay diseños griegos. En pocos lugares del mundo está escrita en tantos documentos concentrados en el mismo sitio la expresión “solución final”. Eso dicen los documentos. Las explicaciones colgadas de las paredes para visitantes sueltos, escolares y tours repiten una palabra única: pogrom. Se refieren a la etapa anterior al nazismo. Es explicable. De origen ruso, la palabra pogrom significa matanza o ataque y se usó siempre para agresiones alentadas o toleradas por los Estados, no para el exterminio sistemático, como en el caso nazi.

- La banalidad del mal. Junto a la Puerta de Brandeburgo queda un trozo del Muro que separó las dos partes de Berlín desde que comenzó a construirse en 1961 y fue derribado por los berlineses en 1989. En el resto de la ciudad ya no existe Muro y no hay otro remedio que imaginarlo a cada momento cuando se ve, en el suelo, una hilera doble de adoquines. Por allí pasaba. A un lado del trozo conservado, que pertenecía a Alemania oriental, los investigadores están excavando y reconstruyendo las celdas subterráneas de la Gestapo, la policía política nazi. Si el visitante se aleja del muro llega a la calle Hannah Arendt. Arendt presenció el juicio a Adolf Eichmann en Jerusalén luego de que el ex encargado de la masacre judía en el régimen nazi fuera secuestrado en 1960 por un comando israelí y llevado de Buenos Aires a Israel. Escribió la crónica para el semanario The New Yorker. Luego su libro, Eichmann in Jerusalem, apareció con un subtítulo: “La banalidad del mal”. El mal no sería el resultado de una patología personal sino el fruto de una política, y un hombre común dentro de una burocracia eficaz puede llegar a cometer delitos atroces. Junto al cartel que indica la calle “Hannah Arendt” hay un edificio bajo y simplote de color gris. Delante, un montículo de bloques y una explicación que informa sobre que cerca funcionaban oficinas de Hitler. Ayer por la tarde había caca de perro al borde de las piedras.

- Holocausto. También por detrás de la Puerta de Brandeburgo se extienden moles grises de cemento. Al aproximarse es fácil notar que ninguna línea vertical es paralela a otra. El arquitecto Peter Eisenman, que en 2005 terminó de levantar las 2711 moles, no quiso lograr otra regularidad que un sentido precario del equilibrio. Debajo de la superficie, y a la misma altura de las catacumbas de la Gestapo, funciona el Memorial a los Judíos Asesinados de Europa. El Museo Judío, donde el jueves se inauguró una muestra argentina, está a unos tres kilómetros. Berlín vive discutiendo el cómo y el porqué de la memoria. ¿El recuerdo institucionalizado es útil? ¿No hay riesgo de banalizar también el horror del pasado? En estos casos la discusión corre paralela a los datos de la realidad. A uno, sobre todo: el subsuelo del Memorial, ayer por la tarde, plenas vacaciones, como un 4 o 5 de enero en Buenos Aires, es decir sin chicos en clase, estaba lleno. Chicos sub-25 haciendo cola. Tipo de exhibición: historias concretas de familias, con habitaciones oscuras y pantallas que combinan foto en blanco o negro o sepia con un texto según el que los Dreyffus, por caso, eran parte de una familia de carniceros kosher. Otra sala muestra sólo un nombre en todas las paredes. Es el turno de una judía griega. El audio cuenta su historia en idiomas diferentes.

- Protocolo. El documento mecanografiado que se exhibe en la mansión del lago Wannsee no es un acta de la reunión sobre la “solución final” para los judíos sino un protocolo escrito por Eichmann. Sólo tiene 15 páginas, contando estadísticas y la lista de participantes. En el juicio de Jerusalén, Eichmann dijo que se vio obligado a aportarle elementos al jefe de seguridad Heydrich. No hay ningún documento firmado por Hitler, dato que fue utilizado por los negacionistas del Holocausto a partir de la década de 1980, pero justamente el nivel y la diversidad de la participación estatal indican la existencia de una reunión con instrucciones de un plano más alto todavía. También el texto, que con precisión burocrática expresa la forma en que las decisiones políticas se traducen en acciones administrativas. Según el documento, se trata de tomar “medidas organizativas, prácticas y materiales para la solución total de la cuestión judía en Europa”.

- Los participantes. Los que estaban presentes el 20 de enero de 1942 junto al lago Wannsee tenían una cabeza: Reinhard Heydrich (foto), jefe de la Policía de Seguridad y el cuerpo de las SS. Adolf Eichmann era el jefe de la sección “Asuntos judíos”. Henrich Müller era el jefe de la Gestapo. Gerhard Klopfer, secretario permanente del Partido Nacionalsocialista y colaborador de Martin Bormann, secretario privado de Hitler. Alfred Meyer era ministro para los Territorios Ocupados del Este. Erich Neumann, representante del delfín Hermann Goering. Martin Luther, subsecretario de Relaciones Exteriores. Wilhelm Stuckart, ministro del Interior. Josef Bühler, de la administración de Cracovia, en la Polonia ocupada. Y Roland Freisler, ministro de Justicia.

- Polonia. En la recepción del Memorial de Wannsee un gran mapa muestra los números absolutos de judíos por país y el porcentaje sobre la población total en 1933, año del ascenso de Hitler al poder. En Alemania, los 500 mil eran el 0,77 por ciento de los habitantes. En España, donde los reyes católicos expulsaron a los judíos en 1492, el mismo año del descubrimiento de América, la cifra era ínfima: cuatro mil, que representaba un 0,02 por ciento. En la actual Ucrania había 1.540.000 judíos, el 5,4 por ciento de la población. Pero el número más alto corresponde a Polonia. En 1933 alcanza 3.150.000 personas, nada menos que el 9,7 por ciento de la población. Si estas estadísticas fueran confiables, o por lo menos consistentes con las que utilizaron los jerarcas nazis antes de implementar la “solución final”, el documento de la conferencia de Wansee indica un total de 11 millones de judíos en Europa en 1942. En la categoría llamada “Generalgouvernement”, como era llamada Polonia luego de su anexión por parte del Tercer Reich en 1939, figura la cifra de 2.284.000. Con números consistentes eso significaría que habían sido asesinados 866.000 judíos polacos incluso antes de la decisión del exterminio definitivo. Sin embargo, es probable que los números presentados por el protocolo hayan sido exagerados: al mismo tiempo que el exterminio de los judíos, aun los documentos nazis más confidenciales buscaban reforzar la convicción interna hacia la extensión de la guerra cada vez más al Este. La existencia de más judíos era un argumento de peso para hacerlo.

- El texto. El protocolo de Eichmann une elementos. Al registrar el sentido de las medidas ya adoptadas, el texto de Vannsee señala que se forzó la salida de los judíos “de las diversas esferas de la vida del pueblo alemán” y que “fueron forzados a salir del espacio vital del pueblo alemán”. La emigración acelerada desde el territorio (concebido ya con sus zonas anexadas, conviene aclarar) debía ser realizada de un modo “más intenso y sistemático” para cumplir con las instrucciones del mariscal Goering de 1939. Heydrich debía encargarse de dirigir ese proceso. El problema, según el documento, era el costo de las deportaciones y sus dificultades en medio de la guerra. Dice el texto: “En busca de una posible solución, y con la apropiada autorización previa del Führer, la emigración ha sido reemplazada por la evacuación hacia el Este. Sin embargo, estas operaciones sólo deben ser tomadas como una opción provisoria, en vista de la inminente solución final a la cuestión judía, a la que esas operaciones prestan hoy una experiencia práctica de vital importancia”. Durante el proceso que vendría, descripto en un principio como trabajos forzados, sería previsible que quedaran los más fuertes. Estos debían ser tomados en cuenta de manera especial (el texto habla de que debían recibir el “tratamiento pertinente”) porque si resistieron es que constituyen una elite natural. El protocolo firmado por Eichmann sostiene que, “si se dejara libres a esos judíos, se convertirían en los embriones de células que, como muestra la historia, llevarían a una resurrección de judaísmo”. Por eso para la “implementación práctica de la solución final” Europa debía ser peinada de Oeste a Este. Los evacuados serían llevados, primero, a los “llamados ghettos de tránsito”, expresión que suena a la realidad de los campos de concentración. El protocolo refiere que Bühler dijo que el Generalgouvernement, o sea la Polonia anexada, “daría la bienvenida a que la solución final de esta cuestión” comenzara allí. “Precisamente los judíos son un peligro significativo como vectores de epidemias”, dijo.

- Por qué el protocolo no fue quemado. Bühler, que terminaría siendo juzgado por los aliados tras la Segunda Guerra, fue acusado de participar en una conspiración mientras estaba en el gobierno de Hitler. Cuando resultó encarcelado, una parte de sus papeles no fue al fuego porque sus adversarios querían documentación. El Ejército Rojo tomó primero Berlín y poco después comenzaron a trabajar los fiscales aliados para el juicio de Nuremberg. Betty Nute y Kenneth Duke, del equipo del fiscal norteamericano Robert Kempner, encontraron el protocolo entre otros textos hallados en el edificio de la empresa Telefunken de Berlín. En ese momento ya sabían que Heydrich, muerto en Praga tras un atentado de la resistencia checa luego de Vannsee, había emitido invitaciones formales a la conferencia junto al lago.

- Auschwitz. La Conferencia de Wannsee se realizó en el invierno boreal. Ya en la estación siguiente, la primavera de 1942, dos construcciones del campo de concentración de Birkenau, conocido como Auschwitz Dos, fueron convertidas en cámaras de gas. La empresa J. A. Topf & Söhne, que había construido los crematorios de Auschwitz, recibió el encargo de edificar nuevas cámaras de gas y nuevas instalaciones para la quema de cadáveres. Sólo a Auschwitz-Birkenau llegaron en poco tiempo, deportados en trenes, 1.100.000 de judíos. Una de las medidas que, había asegurado Bühler, sería bienvenida por las autoridades de la ocupación nazi en Polonia. La solución final.

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