EL PAíS › INES CAMILLONI E IRINA IZAGUIRRE, INVESTIGADORAS

“Puede haber episodios de contaminación severa”

Las dos científicas participaron del informe técnico que se presentó ante la Corte de La Haya por el conflicto por la pastera. Estudiaron la situación del aire y el agua y los posibles efectos de la instalación de la planta.

 Por Adrián Pérez

El Río de la Plata inunda la mirada y se cuela a través del ventanal ubicado en el segundo piso del Pabellón II de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA. Allí, Inés Camilloni e Irina Izaguirre, investigadoras del Conicet y docentes en esa facultad, reciben a Página/12 para conversar acerca de su participación en el monitoreo del río Uruguay y el informe técnico que presentaron ante la Corte Internacional de La Haya sobre el conflicto por la instalación de la pastera UPM (ex Botnia). Camilloni es doctora en Ciencias de la Atmósfera, investiga en el Departamento de Ciencias de la Atmósfera y los Océanos y estuvo a cargo de la evaluación del componente aire durante el plan de vigilancia ambiental. Izaguirre es doctora en Ciencias Biológicas, trabaja en el Departamento de Ecología, Genética y Evolución y se encargó del estudio de la componente limnología, con la que buscó determinar si se habían producido cambios en las comunidades acuáticas y en los factores abióticos del río.

–¿Cuándo comenzaron a monitorear el río Uruguay?

Irina Izaguirre: –Antes de comenzar a trabajar con la Secretaría de Ambiente de la Nación, y por pedido de la Municipalidad de Gualeguaychú, hicimos una serie de muestreos en el agua del río Uruguay en 2006, un año antes de que comenzara a operar Botnia. Como no existían estudios actuales en la zona de influencia de la pastera, necesitábamos recabar datos y delimitar una línea de base para marcar un antes y un después en la acción de la pastera.

Inés Camilloni: –En septiembre de 2007 comenzamos a analizar el aire para evaluar cambios en su calidad, la composición química de la atmósfera y observar si Botnia alteraba o no esos registros. Llegamos a tener dos meses de mediciones previos a la puesta en marcha de la planta.

–¿Qué hicieron después de determinar esa línea de base para fijar un “estado de situación” del río Uruguay?

I. I.: –Desde ese momento y hasta que presentamos el informe técnico en 2009 ante (la Corte Internacional de) La Haya, realizamos muestreos bimensuales en los mismos puntos que habíamos analizado en el estudio de base. Analizamos el río aguas arriba de la planta, en la zona de influencia de Botnia y aguas abajo de la pastera. En principio tomamos veinte estaciones de muestreo; luego seleccionamos nueve donde repetimos todos los análisis que habíamos realizado: estudiamos la composición cuali y cuantitativa del fitoplancton, el zooplancton y una serie de factores físico-químicos asociados a esas comunidades, como el contenido de nutrientes, la conductividad, el oxígeno disuelto y otros parámetros importantes que influyen sobre estas comunidades acuáticas. Buscábamos saber si se había producido un cambio en esas comunidades acuáticas y en los factores abióticos del río. El énfasis estaba en determinar si aparecían floraciones de algas tóxicas, análisis que presentamos en el informe final ante la Corte Internacional.

–El 4 de febrero de 2009 apareció una mancha blancuzca de 10 kilómetros en el río, en la zona de influencia de la planta. Inmediatamente se comenzó a hablar de floraciones algales, de cianobacterias.

I. I.: –Así es. Detectamos la más importante floración de cianobacterias durante el período operacional de Botnia, que coincidió con un período de aguas bajas, donde el río estaba en un estado más “arremansado”. Si bien se habían registrado floraciones de estas especies en el río (Microcystis aeruginosa y varias especies de Anabaena), nunca se habían visto en el canal principal en una concentración tan elevada, que constituyó un cúmulo con una densidad de 18 millones de células por mililitro. En el río Uruguay suelen aparecer estas especies de cianobacterias, que son potencialmente tóxicas.

–La Organización Mundial de la Salud indica diferentes niveles de concentración de cianobacterias.

I. I.: –La OMS determina valores según los cuales existe un nivel de vigilancia y tres niveles de alerta. Los valores que encontramos indican un nivel 3, el máximo nivel de alerta. Ese contexto es peligroso no solamente para tomar agua sino también para bañarse porque, en esas condiciones, las células liberan toxinas que pasan al agua y son muy peligrosas para la fauna acuática y el hombre.

–¿Puede atribuirse la presencia de esas toxinas a la actividad de la papelera?

I. I.: –Estas algas existen en el río y en el Embalse de Salto Grande. Por lo general se desarrollan durante el verano. Es muy difícil establecer una causalidad directa con los vertidos de la planta. Muchas veces la aparición de estas especies tiene que ver con un incremento de los nutrientes o una estabilidad de la columna de agua. Un aumento de nitrógeno o de fósforo suele favorecer su presencia. Estas algas migran en la columna de agua, es decir que pueden encontrarse cerca de la superficie o en el fondo, donde acostumbran a tomar nutrientes porque allí su concentración es mayor. Luego pueden migrar hacia la superficie. Con condiciones del río estables y temperaturas elevadas, tenemos un contexto adecuado para que esas algas se desarrollen. Entonces podemos pensar que una planta de las características de Botnia, que incorpora nutrientes al medio en una zona donde el río a veces se comporta más como un lago por sus características hidrológicas (porque el agua está muy estancada en algunos momentos y muchas veces se produce, incluso, un reflujo aguas arriba), podría acelerar el proceso de eutroficación.

–¿A qué conclusiones arribaron con respecto al agua?

I. I.: –Aunque encontramos indicios de cambio, tenemos que tener en cuenta que esas alteraciones se dieron en un período de nueve meses de estudio del funcionamiento de la planta. Se podría pensar que, con el paso del tiempo, los cambios podrían llegar a ser más evidentes.

–¿Cómo trabajaron para analizar el aire?

I. C.: –En primer lugar analizamos las condiciones de la atmósfera en la región para difundir y diluir los contaminantes. Esa es una propiedad intrínseca de la atmósfera, que depende de la dirección y la velocidad que tiene el viento, de cuánto llueve en el lugar, de la radiación que se recibe en una zona, etcétera.

–¿Y qué encontraron?

I. C.: –Lo primero que advertimos fue que la pastera no se había ubicado en un lugar apropiado para el funcionamiento de una industria de esas características. La atmósfera tiene una baja capacidad para diluir los contaminantes en ese sector, porque el volumen de aire en el cual los contaminantes se van a mezclar y transportar es bastante limitado, sobre todo durante el otoño e invierno. En esas circunstancias puede haber episodios de contaminación severa. También evaluamos la calidad del aire antes de que Botnia entrara en funcionamiento. Tomamos muestras en la ciudad de Gualeguaychú, en el balneario Ñandubayzal, en el Puente Internacional, en la estancia La Victoria (frente a Botnia), y en una zona que llamamos “costa Uruguay sur”, considerada como la más afectada por la dirección del viento porque los contaminantes son transportados mayormente hacia allí. Determinamos que las condiciones de calidad de aire eran muy buenas en toda la región antes de la llegada de Botnia, y, sobre todo, no se detectaban concentraciones de sulfuro de hidrógeno, sustancia asociada al olor a “huevo podrido” vinculado con la industria de la celulosa. Con Botnia funcionando observamos concentraciones de sulfuro de hidrógeno, en varias ocasiones, por encima de los parámetros de detección de olor que indica la OMS, el mismo umbral que Uruguay estableció para su monitoreo de la pastera. En nueve meses de mediciones continuas encontramos que ese umbral de detección de olor fue superado en 78 días. Tuvimos episodios de olor, en el sector argentino, en casi una tercera parte de los días de monitoreo.

–¿Qué hicieron después de la detección de esos olores?

I. C.: –Evaluamos la posibilidad de atribuir la fuente del olor a Botnia. Entonces trabajamos con simulaciones matemáticas para analizar la dispersión de los contaminantes emitidos por la pastera en la atmósfera. Primero usamos un modelo sofisticado que representa el comportamiento de la atmósfera, utilizando clusters de varias computadoras que procesan la información en forma simultánea. Una vez que obtuvimos los datos en tres dimensiones, hicimos simulaciones con un modelo de dispersión, avalado por la Agencia de Ambiental de Estados Unidos (Environmental Protection Agency), que muestra cómo los contaminantes se dispersan y diluyen en la atmósfera.

–¿Y qué demostraron con esos modelos?

I. C.: –Observamos que, efectivamente, en esas situaciones donde habíamos determinado olor en el sector argentino, los contaminantes provenían de la pastera porque la dirección del viento dominante era desde Uruguay hacia la Argentina. Mostramos cómo la pluma indicaba concentraciones por encima del umbral de detección de olor en gran parte del territorio argentino que, además, coincidían con los lugares denunciados por los vecinos de Gualeguaychú. Toda esta información se recopiló y se presentó como evidencia en el juicio ante la Corte Internacional de Justicia.

–¿Cuándo finalizó la participación de la Facultad de Ciencias Exactas en el monitoreo del río Uruguay?

I. C.: –El convenio firmado entre la facultad y la Secretaría de Ambiente de la Nación tuvo dos años de duración, y finalizó el 30 de mayo de este año.

I. I.: –Seguimos monitoreando hasta esa fecha, incluso después del fallo de La Haya. Actualmente, nuestro grupo no está trabajando en el río.

–¿Hubo algún contacto posterior entre el Gobierno nacional y las autoridades de Exactas para avanzar en el plan integral de control?

I. C.: –Desde la Secretaría de Ambiente hubo un contacto con el doctor Jorge Aliaga, decano de la facultad, para pedirle una opinión experta sobre el plan integral de control que la Argentina le propuso a Uruguay. Tenemos entendido que hay voluntad para que los técnicos y especialistas que se involucraron en el monitoreo, continúen trabajando. El primer paso es que haya un acuerdo entre los dos países a nivel presidencial. Supongo que eso bajará después a los equipos técnicos. Creo que la intención es que sean científicos que conozcan sobre problemas ambientales los encargados de continuar el monitoreo y avanzar en este tema.

I. I.: –Simplemente, y como especialistas que estuvimos trabajando durante un tiempo extenso en el río Uruguay, nos pidieron un parecer sobre este proyecto de monitoreo conjunto para que opinemos sobre los distintos parámetros a medir, los diseños de muestreo. Todavía no nos dijeron si vamos a participar o no. Eso lo determinarán los organismos pertinentes en su momento.

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Inés Camilloni, doctora en Ciencias de la Atmósfera, e Irina Izaguirre, doctora en Ciencias Biológicas.
Imagen: Rolando Andrade
 
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