EL PAíS › ANDRES IBARRA, EL FUNCIONARIO QUE LA JUSTICIA VINCULA CON JAMES Y EL FINO PALACIOS

Un monje negro de Macri

Estuvo en Socma, en el Correo Argentino y en Boca. Fue segundo de Mariano Narodowski en Educación y le atribuyen haber intervenido en el nombramiento del espía Ciro James. Ahora está en la Secretaría de Recursos Humanos del Ministerio de Hacienda porteño.

 Por Gustavo Veiga

Andrés Horacio Ibarra es un funcionario multipropósito del gobierno porteño. O lo que en la práctica resulta igual: un estrecho colaborador de Mauricio Macri. Su compromiso no reconoce fronteras. A fojas 23, el fallo de la Cámara Federal que ratificó el procesamiento de su jefe le dedica algunas consideraciones. Lo vincula con Jorge “el Fino” Palacios y Ciro James; recuerda que el ex ministro de Educación, Mariano Narodowski, lo señaló virtualmente como responsable de la contratación del espía. Esto no debería sorprender. Una de sus especialidades son los recursos humanos. Hoy tiene a su cargo el control de los 124 mil empleados de la Ciudad, función que cumple desde el Ministerio de Hacienda. Allí recaló a mediados de junio este licenciado en Economía egresado de la UCA y ex miembro del staff gerencial del grupo Socma. Si no llegó a integrar el gabinete fue porque se le encomendaron otros menesteres. Desde un discretísimo segundo plano, como antes lo hizo en el Correo Argentino o en el club Boca Juniors, siempre acompañó a su mentor, el líder del PRO en acentuado declive.

Igual que si se tratara de un futbolista codiciado, en su último traspaso, Ibarra cambió la Secretaría de Educación por la de Recursos Humanos. Se sentía incómodo con el ministro Esteban Bullrich, quien le había recortado atribuciones, aunque no el salario. Cobraba una remuneración mensual bruta equivalente al 90 por ciento del sueldo de un ministro. Sus ingresos ascendían a 21.510 pesos por el aparatoso cargo que mantenía desde la gestión de Narodowski: subsecretario de Gestión Económico Financiera y Administración de Recursos del ministerio.

Así como James tenía línea directa con el comisario Palacios, Ibarra conserva la suya con Macri. En Educación siempre fue un poder paralelo. En el 9º piso del edificio de Paseo Colón 255 circulan habladurías en torno del despacho ministerial. Hay empleados que dicen haber observado cómo Bullrich sacó hasta las fotos, preocupado por la versión de que le habrían colocado micrófonos. Desde un piso más abajo, en las oficinas que ocupaban Carlos Lelio, Pablo Martín Legorburu y otros funcionarios transferidos a Recursos Humanos, siempre hubo chisporroteos con el ministro. Ahora están bajo el ala de Néstor Grindetti, en Hacienda.

Del Correo a Boca

Cuando el juez Eduardo Favier Dubois (h) decretó la quiebra del Correo Argentino, el 16 de diciembre de 2003, a Ibarra se le prohibió la salida del país durante casi siete meses. Ocupaba el cargo de director titular de la empresa que regenteaba Sideco Americana SA (tenía el 69,23 por ciento del paquete accionario). La deuda que dejó el Grupo Macri ascendía a 659 millones de dólares de la convertibilidad y, durante su gestión, el holding puso en práctica el plan de retiros voluntarios y despidos más grande de su historia. Unos 3 mil empleados perdieron sus puestos. El directorio de Sideco estaba integrado por su presidente, Angel Calcaterra, el propio Grindetti y Jorge Rubén Aguado, gobernador de la provincia de Buenos Aires durante la última dictadura militar, entre otros. La interdicción dispuesta por Favier Dubois también alcanzó a las autoridades de Socma y a Franco Macri, quien se negó a pagar el canon del Correo hasta que el gobierno de Néstor Kirchner tomó la administración en sus manos.

En febrero de 2004, Ibarra llegó a Boca para ocupar la gerencia general. El jefe de Gobierno porteño, que por entonces cumplía su segundo mandato como presidente del club, lo rescató del Correo. El personal de la popular asociación civil temió lo peor. Al economista se le atribuían los despidos salvajes de la empresa telepostal. Macri delegó en él ciertos negocios en China –organizó giras e intentó colocar la marca Boca en ese preciado mercado– y así consolidó su versatilidad, que había puesto al servicio del holding familiar desde principios de los años ’80. De viaje por Barcelona, se ufanó de haber aumentado los recursos comerciales de la institución un 230 por ciento. Fanático xeneize, a fin de cuentas tenía un motivo para pavonearse.

En el club, Ibarra acompañó con su firma operaciones clave y, durante su gestión, Boca le inventó a Palacios el cargo de gerente de seguridad que hasta su llegada no existía. El ex jefe de la Policía Metropolitana ahora detenido cumplía sus funciones desde una oficina en la planta baja de la Bombonera. Otros comisarios, Pedro Santa Eugenia y Jorge Gómez, apuntalaban el aparato de seguridad. El ex vicepresidente boquense y dirigente peronista Roberto Digón confirmó ante el juez Norberto Oyarbide la manera en que Palacios e Ibarra trabajaron juntos en la institución mientras Macri la conducía.

Esto se desprende del fallo de los camaristas Jorge Ballestero, Eduardo Freiler y Eduardo Farah: “Semejante margen de acción no puede ser atribuido en soledad a Jorge A. Palacios. Quien iba a ser jefe de la Policía Metropolitana, empero, sí tenía relación con Andrés Ibarra, quien era gerente general del club Boca Juniors cuando aquél, en el año 2006, fue designado jefe de Seguridad. Según el testimonio de Digón, Palacios dependía directamente de Ibarra”.

Tanta confianza delegó Macri en su colaborador que, para otorgarle la gerencia general, desplazó a un histórico empleado jerárquico como Eduardo Cafaro, quien terminó en Boca Crece con retención de su cargo, el emprendimiento comercial del ex presidente para hacer caja con la marca del club. Tiempo después, aquél recibió una indemnización de 1.500.000 dólares. El ingreso de Ibarra le había salido a la tesorería demasiado caro. En su entorno se comenta que el secretario de Recursos Humanos del Gobierno porteño añora aquella etapa boquense. Podía definir una obra o contratación importante con sólo poner su rúbrica, algo que en el Estado no puede hacer con tanta celeridad. Producto de aquellos años de bonanza y éxitos deportivos, quedó como muestra el libro Pasión y gestión, claves del ciclo de Macri en Boca, que presentó en la Feria del Libro el 7 de mayo de 2009 el periodista Fernando Niembro. Ibarra lo escribió junto al propio Macri y Alberto Ballve para dejar testimonio de una etapa que le permitió al jefe de Gobierno porteño saltar del club a la ciudad. Detrás de él también saltó el dúo dinámico de Palacios y James. Los dos están presos y el candidato presidencial del PRO acaba de recibir la confirmación de su procesamiento. Al protagonista de esta historia, el secretario de Recursos Humanos, podrían indagarlo en el expediente que amenaza con derrumbar las aspiraciones políticas de su jefe.

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