SOCIEDAD › OCHO TURCOS VIAJAN EN MOTORHOME CON LA IDEA DE VIVIR

De Estambul al Obelisco

Unos son DJ, otros preparan comidas especiales, escriben sus relatos de viaje y se comunican por laptops. Pasaron por Brasil, Uruguay y ahora llegan a la Argentina con ánimo de conocer.

 Por Soledad Vallejos

Alrededor hay dos cámaras de video, una de fotos, un micrófono profesional; dos mujeres y un hombre registran todo cuanto sucede en torno de dos sillones y una mesita baja de un bar de Palermo. Un señor que es cocinero, DJ y viajero turco asegura que la fórmula perfecta es combinar buena comida y buena música. “Para viajar y conocer gente ni siquiera hace falta hablar el mismo idioma”, insiste Nevzat Ataray en un inglés de acentos rudos. A su lado, Gözde Sevimil, la chica de pelo largo y sonrisa permanente, asiente: “Creemos que podemos salir de Turquía y compartir buena comida y buena música con gentes de todo el mundo”. Por eso esta troupe de trendsetters, restauranteurs y DJ de Estambul está dando vueltas por Argentina durante unos días más haciendo flamear una bandera misteriosa, llena de dibujitos de combis y que reza “Ottomobil”.

Desde hace unos días, en realidad, la banderita está huérfana de su verdadero mástil: un motorhome a bordo del cual el grupo había subido en San Pablo a principios de enero. Motorizados se encaminaron en esos días hacia el sur de América, una de las zonas del planeta que, cuentan, más remotas e intrigantes resultan cuando se las piensa desde Estambul. La troupe, que aquí trepa a seis integrantes pero fue de ocho hasta hace unos días (hubo quienes debieron regresar antes), pasó por pequeños pueblos brasileños y uruguayos sobre ruedas, pero al llegar a Buenos Aires debieron despachar el motorhome porque era muy grande, “tiene 10 metros de largo y no íbamos a poder estacionarlo acá”. Lo lamentan. Nevzat ya se había acostumbrado a tenerlo de detonador. “En cualquier lado, salís a la calle, hablás en turco y muchas veces la gente se te acerca y te pregunta ‘¿en qué estás hablando? ¿Qué idioma es ése?’. Y cuando teníamos la caravana, más todavía. Entonces la gente veía el bus grande y enseguida decía ‘¿qué están haciendo?’. En Uruguay la gente enseguida preguntaba, ¡y querían entrar! Nunca habían visto una caravana parecida. Querían saber quiénes éramos, qué hacíamos, por qué. Claro que enseguida nos decían ‘ustedes están locos’. Dormíamos ahí, tenía pintadas que decían ‘Ottomobil’...”.

No es una persona ni un personaje ni algo mítico: Otto es el restaurante que Nevzat fundó en Estambul hace ya unos años y que tiene tres casas-sedes en distintos barrios de la ciudad. Otto es, también, el espíritu de compartir lo que les gusta y escuchar lo que a otros les gusta en la otra punta del mundo. Los viajeros, que en Turquía trabajan juntos animando la cocina y el ambiente en las noches, un día convencieron a la filial turca de una megaempresa (la tarjeta de crédito HSBC Premier) para que les financiara la aventura. Mientras, ellos van compartiendo con miles de seguidores sus hallazgos y detalles de su ruta en el blog (www.ottomobilblog.com, además del original turco, hay una versión en inglés), donde, de tanto en tanto, agradecen a sus benefactores. Al volver a Estambul, con las más de 500 horas de registro audiovisual que llevan hecho, montarán un documental, quizás un libro con fotos.

Les gusta recordar que al dejar Estambul se dieron un slogan: “Viajar sin ataduras”. Eso quiere decir, aclara Nevzat, que “no decimos de antemano ‘cuando lleguemos a tal lado, haremos tal cosa, hablaremos con tal o cual’. Nada que ver”. En un mundo donde toda información parece posible a condición de buscar en Internet o preguntar en redes sociales, el grupo trabaja para procurarse la sensación de estar a la deriva, “a miles de kilómetros de casa, sin conocer el lugar, sin conocer a nadie en ese lugar. Eso es lo más lindo: no saber nada y que pasen cosas. No necesitás conocer de antemano. Basta estar. Ahora conocemos gente de acá, gente de acá nos conoce, conoce algo de mi país, de mi música, de mi comida. Eso es lo genial”. La única excepción, aclara Gözde, es que en cuanto pisan una ciudad, un pueblo, el lugar que sea, buscan Internet.

Viajan con laptops, con cámaras, con equipos de video, de sonido, “y con condimentos y especias que trajimos de Turquía”. No salen sin ellos: y los usaron, hace sólo unos días, para preparar una comida de 12 platos a la que invitaron a algunos afortunados que degustaron salsas, pastas hechas de granos y verduras (lentejas naranjas, porotos verdes y blancos, berenjenas), pequeños sabores envueltos en masa philo, carnes especiadas... Comida, contó el cocinero profesional Nevzat, “como la que serviría mi madre... Bah, no tan buena”.

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Palermo, por unos días, fue escenario de su comida y música.
 
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