SOCIEDAD › LA HISTORIA TRAS LA MUERTE DE UNO DE LOS SECUESTRADORES DE ECHARRI

“Se quería entregar y lo mataron”

Un anónimo advirtió sobre la muerte de Dicugno dos meses antes de que reconocieran su cuerpo. Una posible banda policial.

Por Horacio Cecchi y Raúl Kollmann

”Ezequiel Dicugno se quería entregar y los compañeros lo mataron y lo tiraron al Riachuelo.” El texto, convenientemente anónimo, fue recibido el 2 de diciembre pasado en el juzgado federal platense de Manuel Blanco, que investiga el secuestro de Antonio Echarri. El cuerpo de Dicugno apareció en noviembre pasado en un canal de Sarandí, pero recién en marzo fue identificado. Ayer, Blanco se disponía a tomar declaración indagatoria a Fabián Mónaco, detenido el viernes pasado y señalado como jefe de la banda. Mónaco entregó su propio auto para realizar el secuestro y junto con Dicugno fue quien custodió a Echarri. Un experto investigador confirmó las sospechas, anticipadas por Página/12, de que el secuestro fue obra de una banda policial, con la intención de desestabilizar a Juan Pablo Cafiero: “Mónaco es un perejil –dijo el experto–. Ningún jefe pone su auto ni custodia al secuestrado”. El experto agregó que “los anónimos de este tipo son una tradición en las bandas de la Bonaerense”.
El 10 de noviembre pasado, el cuerpo de Ezequiel Dicugno fue hallado sumergido en el canal Santo Domingo, entre Wilde y Sarandí. Habían pasado apenas 12 días de la liberación de Antonio Echarri, pero en ese momento, por el avanzado estado de descomposición, no se supo a quién pertenecía. Recién a mediados de marzo, el fiscal de Lomas de Zamora, Juan José Vaello, logró determinar la identidad. El cuerpo estaba vestido sólo con calzoncillos, tenía dos balazos en el rostro, tres puñaladas en el pecho, un golpe en la cabeza, le habían introducido un palo en el ano, y estaba atado a un bloque de cemento. Según fuentes de la investigación, “para hacer lo que hicieron tienen que haber intervenido por lo menos cuatro o cinco”.
Dicugno había fugado de la finca donde estuvo secuestrado Echarri saltando una tapia cuando la policía golpeó a la puerta en un procedimiento harto inhabitual de la Bonaerense. Así lo señaló la propia Cámara Federal de Apelaciones en enero pasado. “Este procedimiento -sostuvo el tribunal apuntando contra la policía– es una conducta diferente de la que se aplica cuando se buscan delincuentes. En este caso pareciera que han dejado escapar la inteligencia y la imaginación.”
El viernes pasado, en un local de McDonald’s contiguo a una estación de servicio de Parque Lezama, fue detenido Fabián Mónaco cuando se contactaba con su novia. Se trata de un mecánico a cuyo nombre estaba el auto en el que fue secuestrado Echarri. Según la causa judicial, sólo queda un prófugo, el uruguayo Juan Esteban “Chuky” Torres Maciel.
La versión oficial carga sobre Mónaco el liderazgo de la banda. Antes, la había cargado sobre Germán Ferrand Luna, uno de los tres detenidos junto a Juan Carlos Cajigal y Esteban Furtado, procesados ahora (junto al productor de Mauro Viale, Martín Murgía), por extorsión. Vulgarmente, por mejicanear el rescate a los verdaderos secuestradores.
“Mónaco es un perejil –señaló un experto investigador de secuestros–. Los dos roles que tienen los perejiles son los más riesgosos: la custodia del secuestrado y la cita para levantar el rescate. Ningún jefe de banda se va a arriesgar a custodiar al secuestrado, y mucho menos a levantar al tipo en un auto que esté a su nombre.” Según el experto, la aparición del cuerpo de Dicugno giró el caso, ya que apareció en el medio la figura del homicidio. “El caso empezó a presionar y para calmar las aguas entregaron a un perejil, que no tiene ningún conocimiento profundo de la banda.” La misma opinión surgió cuando este diario preguntó sobre el anónimo: “Esa nota es un viejo estilo de las bandas de la Bonaerense. Es el método más típico que usan para blanquear algo”.
Desde el primer momento, Página/12 señaló que el secuestro de Antonio Echarri había sido organizado por una banda de comisarios en actividad o ex comisarios con mucho peso en la Bonaerense. Entre sus motivaciones no es nada descartable que se haya intentado golpear al ministro de Seguridad, Juan Pablo Cafiero. Lo demuestran al menos dos datos: el primero, que para dar el golpe contaron con una zona liberada. El segundo,que tuvieron una impresionante cobertura evidente, incluso, cuando la banda decidió liberar al secuestrado por la presión pública sobre el caso.
El 29 de octubre, horas antes de que Pablo Echarri pagara el rescate, una vecina cuya casa linda con los fondos de la vivienda de Antonio llamó a Pablo y lo comunicó con un personaje que decía pertenecer a la SIDE. La vecina lo describió como “un pesado”. Habló con Pablo pared mediante y le dijo: “No pagues. Sabemos dónde está tu viejo, en un rato te lo traemos”. El testimonio figura en el expediente. Si hubiera sido de la SIDE, ¿por qué no se comunicó por los canales oficiales que se conectaban con el actor? ¿Por qué evitó la puerta cubierta de camarógrafos? ¿Un secuestrador hubiera corrido el riesgo de acercarse a la vivienda plagada de policías? A menos que tuviese facultades para acercarse sin riesgos. ¿Para qué lo hizo? Porque Antonio Echarri ya quemaba en sus manos; era preferible liberarlo y organizar otro secuestro. Pero Pablo pagó y hubo que cambiar de planes.
Si esta sospecha no llevara al camino cierto, sólo quedaría una posibilidad: que una banda de perejiles fue capaz de mantener durante ocho días al hombre más buscado en todo el país por toda la prensa y la policía, a escasas cuadras de donde se mantenían los cerrojos de uniformados.

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Fabián Mónaco, señalado como el jefe de la banda, trasladado para ser indagado por el juez.
 
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