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El cautiverio de Marita

Una testigo de identidad reservada conmovió ayer a la audiencia al declarar en el juicio por el secuestro y desaparición de Marita Verón, a la que dijo haber visto en un prostíbulo de la provincia de La Rioja. “Me mostró una beba, llamada Sol, que era su hija, y me dejó ver que la habían lastimado en la espalda”, aseguró ante los jueces Andrea R., quien dijo haber estado secuestrada en el mismo lugar. “La conocí en la cocina (del prostíbulo). A mí me habían golpeado y atado porque no hacía caso. La gente que estaba allí iba constantemente armada y había mucha droga, cocaína y marihuana. Marita también estaba lastimada en la espalda”, sostuvo. Según la testigo, en ese momento Marita Verón tenía el pelo corto, teñido de rubio y usaba lentes de contacto de color. Recordó que ambas habían hecho un pacto: “La primera que fuera liberada iba a buscar a la familia de la otra”. La declaración de Andrea R. comprometió aún más a los acusados de la denominada conexión riojana: Irma Medina y sus hijos, José “Chenga” y Gonzalo Gómez, a quienes acusó de haberla forzado a prostituirse. En el lugar “la mayoría eran chicas de entre 12 y 16 años”.

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