SOCIEDAD › OPINION

Un proyecto en peligro de extinción

 Por Adriana Granica *

El 8 de abril de 1992, hace 20 años, María Elena Walsh cortaba la cinta que dejaba inaugurada la construcción del edificio del Centro de Salud Mental Nº1, un proyecto de atención en salud mental de niños gravemente perturbados. El hospital de día para niños se llamaría La Cigarra, pero el proyecto programático era mucho más ambicioso y amplio que la atención clínica.

Hace 23 años, cuando se iniciaba el proyecto, aún no se había firmado la Convención Internacional de Derechos del Niño. Buenos Aires era la Capital Federal y la gobernaba un intendente que era nombrado por el presidente de la Nación. No había Legislatura, ni leyes de protección de los derechos de los niños y, por supuesto, tampoco había leyes de salud mental, ni locales ni nacionales. Salíamos de la larga noche de la dictadura, que había arrasado con cualquier alternativa clínica comunitaria, por lo cual, pensar en dispositivos en salud mental alternativos a la institución asilar (al manicomio) era una ardua tarea de reconstrucción teórico-clínica.

¿Por qué mencionamos todo lo que no había? Tal vez porque haber gestado un dispositivo semejante atravesado desde el inicio por varias coordenadas, como el psicoanálisis, su articulación con el plan de salud mental de 1968 (conocido como plan Goldemberg), la desmanicomialización y la búsqueda de la satisfacción de los derechos de los más vulnerables, con la idea de la inserción comunitaria de los niños, permitiendo proyectar dispositivos clínicos en lugares cercanos al “centro de vida” de los chicos y jóvenes, era parte indispensable de las referencias clínicas y sociales que nos atravesaban.

Las buenas prácticas que se van poniendo en marcha, antes de que se voten las leyes, es lo mejor que le puede ocurrir a un corpus normativo. Las buenas leyes recogen buenas prácticas y al mismo tiempo las profundizan dando un marco normativo y ético para su aplicación y exigibilidad.

Todo esto viene a cuenta de que este dispositivo está cumpliendo años. Además, es un homenaje para quienes hoy ya no están, como la psicoanalista Silvia Bleichmar, impulsora del proyecto, y María Elena Walsh, madrina del mismo.

No podemos dejar de lamentar, como lo harían ellas, el hecho de que teniendo ahora muchos más instrumentos para defender el derecho de niños a ser atendidos con los fundamentos antes mencionados, pueda verse empobrecida esa posibilidad. Es que las dos coordinadoras del Programa de Atención Comunitaria (PAC), integrantes del equipo fundador, fueron desplazadas, por una resolución que tendría como efecto desarticular el fundamento mismo de esa práctica. Ambas formaron parte del equipo original de La Cigarra, que posibilitó que ellas profundizaran y mejoraran los principios fundantes que dieron lugar a la creación del PAC.

Desarticular, descabezar y trasladar el PAC a un hospital psiquiátrico, con otra coordinación, tal como lo dice la resolución 347/12 de la Dirección de Salud Mental de la Ciudad, es llevar para atrás el reloj de la historia.

La intención de estas líneas es resituar este proyecto en peligro de extinción, en la trama histórica de su creación. Cuando hace unas semanas supimos de la existencia de esta resolución y percibimos pacientes y profesionales decepcionados, volvieron a mi mente en forma de pregunta, los versos finales de la canción que le dio el nombre al Hospital de Día:

“A la hora del naufragio y de la oscuridad, alguien te rescatara para seguir cantando.”

* Psicoanalista y abogada de niños. Miembro del Colegio de Psicoanalistas.
Coordinadora del área jurídica del Comité de Derechos del Niño de Argentina (Casacidn). Fundadora y directora de La Cigarra, de 1989 a 2001.

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