SOCIEDAD › EL CASO SEPúLVEDA MUESTRA LOS MéTODOS POLICIALES PARA PLANTAR PRUEBAS

Los jardines de la Bonaerense

Durante la reautopsia del cuerpo de Damián Sepúlveda, muerto en una celda en Gral. Madariaga, no hallaron la masa encefálica que podría tener hematomas por golpes. Testimonios desmienten una pelea callejera. También señalan la persecución policial.

 Por Horacio Cecchi

Con mucha menos prensa que en Junín, pero con la misma carga de indignación por una muerte, los familiares de Damián Sepúlveda marcharon en General Madariaga, al cumplirse dos meses de su ‘suicido’ por mano de terceros. Una semana antes de la marcha, los resultados de algunos peritajes del caso Sepúlveda demostraron que la Bonaerense no sólo es capaz de plantar armas ilegales, inventar testigos o ficcionar enfrentamientos para forzar una detención, sino que puede tergiversar peritajes en pos de un resultado favorable. Este diario tuvo acceso a datos que indican que el calabozo contravencional en el que supuestamente fue detenido Sepúlveda no fue tal sino que lo habían introducido en una celda de 1 m por 1,20. Un testimonio desvirtúa la hipótesis de que los hematomas en su cuerpo fueron producto de una pelea callejera. Para colmo, en la reautopsia los peritos no hallaron la masa encefálica, esfumada tras la primera autopsia. Todo indica que la Bonaerense no necesita de una ley de restricción de las excarcelaciones para sostener su capacidad de ficción policial.

La marcha, realizada por los familiares de Damián Sepúlveda la noche del 12 de marzo, se hizo con carga de pruebas nuevas pero anticipadas. ¿Qué significa? Que para ese día el informe oficial de la segunda autopsia, la comparación de las planimetrías tomadas por los peritos de la familia con la de los Bonaerenses, y las evidencias de varios testigos, confirmaron lo que este diario había anticipado: la causa fue fraguada por los uniformados con el soporte de una primera autopsia a desgano.

De la lectura del informe surgen varias sorpresas. Al abrir la calota craneana, los peritos descubrieron que “se evidencia la ausencia de masa encefálica”. El perito de la familia, Luis Perona, sostuvo que “no es un detalle menor ya que no podemos informar si había hematomas intracraneales”. En el informe se hace mención a una marca “negruzca” en el hueso craneal que sospechan que puede corresponder a un hematoma en la masa cerebral, esfumada después de haberse realizado la primera autopsia en la Asesoría pericial de Lomas de Zamora, a cargo de un ex bonaerense.

Perona sostuvo que aguardan los resultados de los estudios de laboratorio, pero que “a simple vista”, las marcas de hematomas dan la pauta de que fueron provocados por golpes mientras Sepúlveda se encontraba vivo. La familia sostiene que los golpes dan la pauta de que fue adormecido antes de que lo suiciden.

Sumado a esto, un testigo que se encontraba efectuando una denuncia en la comisaría en el momento en que introdujeron a Sepúlveda sostuvo que el detenido gritaba que lo sacaran de allí y preguntaba por qué lo llevaban detenido. También dijo que dos policías, Díaz y Montenegro, entraron con el detenido y luego Montenegro salió con “un piolín de nylon” que no podía confundirse con un cordón sino que era del grosor de un cable de tevé, y que lo dejó sobre un mostrador. También sostuvo que mientras se escuchaban los gritos comenzó a sonar una sirena “ensordecedora” y que cuando terminó de sonar, los gritos ya no se escuchaban.

Otro testimonio dio cuenta de que Díaz hostigaba a Sepúlveda desde hacía tiempo porque éste había piropeado a una chica que resultó ser novia del uniformado. También describió la ropa con la que vestía la víctima poco antes de ser detenida. Lo interesante de esa descripción es que llevaba la misma ropa que tenía al ser encontrado muerto, excepto su remera de mangas cortas, que había desaparecido y en su lugar, anudada a la reja, había una blanca de mangas largas que, según los bonaerenses, había utilizado para matarse.

Otro testigo recordó que, en otra ocasión, a Sepúlveda le dieron una golpiza entre el mentado Díaz y el jefe de calle Estigarribia. otro testigo aseguró que vio una discusión en la calle en la que participó Sepúlveda y otra persona, minutos antes de que lo detuvieran. El testigo aseguró que no vio que siquiera se tocaran. No es un dato leve: la versión de la Bonaerense y la hipótesis que insiste en descartar el fiscal Juan Carlos Calderón es que los hematomas descubiertos en la reautopsia no fueron parte de la lógica de custodia de la Bonaerense, sino que fueron marcas producidas durante la supuesta pelea.

Un quinto testimonio dio una sugestiva descripción del mecanismo de detención que podrían haber utilizado con Sepúlveda. Ese mismo día, unas horas antes, ese mismo testigo fue detenido, esposado y golpeado a mansalva luego de haber intentado golpear, en total estado de ebriedad, a un uniformado. Todos los testigos que conocieron a Sepúlveda aseguraron que no era depresivo, que estaba contento porque estaba desocupado y al día siguiente empezaba a trabajar, y que no usaba armas, aclaración válida ya que los bonaerenses vislumbraron que la detención se produjo porque estaba armado.

El caso Sepúlveda revela la capacidad de la Bonaerense para hacer y deshacer, plantar armas y datos que echan raíces en los expedientes judiciales, sin necesidad de que una ley impida excarcelar a un portador de arma ilegal.

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La marcha por Damián Sepúlveda, al cumplirse dos meses de su muerte en una celda de la Bonaerense.
 
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