SOCIEDAD › LAS VIOLETAS CELEBRA EL MARTES SU 120 ANIVERSARIO

Una confitería con historia

El local de Rivadavia y Medrano es uno de los más antiguos de la ciudad. Fue recuperado hace tres años y es atracción para turistas.

 Por Eduardo Videla

Las Violetas –una de las confiterías más antiguas de Buenos Aires, entre las que quedan en pie– cumple este martes 120 años. Rescatada de una muerte segura por un grupo de empresarios gastronómicos, se mantiene hoy como símbolo y referencia histórica del barrio de Almagro: recuperó a su clientela tradicional y, a tres años de su reinauguración, suele llenarse de turistas y curiosos que quieren conocer uno de los lugares emblemáticos de Buenos Aires. Y también de vecinos, uno de los cuales le ha dedicado un libro, cuya edición coincide con el aniversario.
Buenos Aires era una ciudad de calles y avenidas adoquinadas, transitadas por carros y tranvías a caballo, cuando dos inmigrantes inauguraron la confitería de Rivadavia y Medrano, a la que llamaron Las Violetas. Almagro era todavía un barrio de quintas y baldíos, con pocas casas, pero ahí nomás, a la vuelta, estaba la estación del ferrocarril que le dio el nombre al barrio –en el actual pasaje Peluffo– por donde pasaba La Porteña, que unía el centro de la ciudad con la estación Floresta. Y por Rivadavia pasaba el tranvía tirado por caballos, que terminaba su recorrido en San José de Flores. Al amparo de esas paradas creció la esquina y, con ella, Las Violetas, que impuso desde el principio el perfil de sus parroquianos: allí iba la gente bien vestida y de nivel social distinguido, a diferencia de la pulpería, ubicada justo enfrente, en diagonal, adonde concurrían los trabajadores.
Las referencias pertenecen al relato de Omar Granelli, un hombre de 80 años, vecino nativo de Almagro, que más que historiador es un contador de historias y testimonios. Dice don Omar que ese perfil social se mantuvo a lo largo de los años, incluso en sus años mozos –la década del ’40– cuando “los muchachos del barrio solíamos parar en el Gildo, de Corrientes y Medrano, que por entonces era una fonda, y uno podía ir vestido así nomás; en cambio, para Las Violetas había que ponerse saco y corbata, cosa que hacíamos para salir con alguna señorita”, cuenta Granelli.
La confitería se inauguró el 21 de septiembre de 1884. No hay registros de su fisonomía original: uno de sus dueños la modificó totalmente en 1920 y le incluyó los vitrales que la hicieron célebre. “Se hizo famosa, además, por su pastelería: las masas, el pan dulce, las roscas de Pascua y las empanadas de vigilia”, dice Horacio Spinetto, presidente de la Comisión de Protección de Cafés, Bares y Billares Notables de la ciudad. También fue el punto obligado de reunión para las señoras mayores de 40, amantes de la ceremonia del té con masas, o lugar de encuentro de promociones de egresadas de escuelas de señoritas. Ese perfil lo convirtió más tarde en un lugar apto para camuflar reuniones de activistas políticos en años de la dictadura, cuando los bares más tradicionales del centro eran lugares bajo sospecha.
La historia de la confitería incluye la decadencia de los años ’90, la quiebra y la huida del dueño a España, la toma del lugar por parte de los empleados, el cierre, en julio de 1998 y la movida de los vecinos para recuperar el lugar, que terminó con la declaración de la confitería como Area de Protección Histórica. Hubo que esperar tres años para que alguien se interesara por el lugar. Fue un grupo de empresarios gastronómicos –once dueños de pizzerías y restaurantes, algunos gallegos, otros argentinos–, encabezados por Rafael Pereira Aragón, los que asumieron el desafío de recuperar Las Violetas. La apuesta era fuerte: mantener el estilo original, desde el piso de mosaico granítico, que tuvo que ser fabricado especialmente, hasta las tulipas de las arañas, talladas a mano por artesanos, y la restauración de la boisserie y los vitrales, deteriorados por los años y el abandono.
Nadie habla de números, pero la inversión ha sido millonaria, aunque no ha incluido la compra del edificio: la confitería funciona en un lugar alquilado, como hace 120 años. “Estamos lejos de recuperar esa inversión, porque se hizo justo antes de la crisis del 2001, pero tenemos el orgullo de ser los que recuperamos Las Violetas, y eso no es poco: es una chapa importante para cualquier empresario gastonómico”, dice a este diario Rubén Fernández, uno de los socios. De hecho, algunos de los empresarios coinciden en otro emprendimiento, la reconstrucción del célebre Café de los Angelitos, de Rivadavia y Rincón.
Estos dueños fueron los que, hace unos meses, convocaron a don Granelli, escritor aficionado y autor de dos libros sobre la historia de Almagro: “En dos meses recorrí archivos y bibliotecas, me entrevisté con vecinos y encontré fotos y documentación importante. El resultado es este libro, la única historia que hay sobre Las Violetas”, explica.
Son pocas las confiterías que superan en edad a la de Rivadavia y Medrano: el Tortoni tiene 146, pero es un café y, además, su emplazamiento actual es posterior, simultáneo a la apertura de la Avenida de Mayo. La Confitería del Molino cumpliría este año 136, pero está cerrada desde 1997. La Ideal, otra de las clásicas, inaugurada en 1912, sobrevive en su alicaído espacio de Suipacha al 300. Las dos últimas esperan hoy ese toque algo aventurero, capaz de combinar negocio con preservación del patrimonio de la ciudad.

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La confitería fue restaurada respetando el estilo original.
 
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