SOCIEDAD

Fiorito, el fantasma del escuadrón de la muerte

La Correpi denunció, junto con familiares de dos chicos muertos, que policías exonerados de la Bonaerense trabajan en seguridad privada. Y que asesinan adolescentes como forma de prevención.

 Por Carlos Rodríguez

En los días previos al juicio contra dos policías acusados de formar parte de un escuadrón de la muerte (ver aparte), la Coordinadora contra la Represión Policial e Institucional (Correpi) denunció que en la zona de Villa Fiorito, en Lomas de Zamora, se produjeron al menos dos asesinatos que guardan similitud con los hechos que comenzarán a ser juzgados desde el lunes. De acuerdo con una serie de datos reunidos en los últimos meses, las muertes de Jorge “Chaco” González y Matías Bárzola tienen el mismo sello: coches no identificables, pedidos de coimas para liberar detenidos, adulteración de los hechos para simular “enfrentamientos” y policías que admiten que se dedican a “matar guachos” como una forma poco sutil de “prevención” del delito. Los hechos investigados ocurrieron entre 2002 y 2003, pero ahora fue abierta una causa contra el actual jefe de calle de la comisaría 5ª de Fiorito, Osvaldo Garabati. La hizo Asuntos Internos de la Policía Bonaerense y en el escrito se dice que la patrulla de calle de esa seccional “suele detener pibes a los que les arman causas si no aceptan robar para ellos”.
Según denunció ayer la Correpi, el 14 de diciembre de 2002 Jorge “Chaco” González fue levantado por un Ford Falcon de color verde. En su interior iban el ex jefe de calle de la comisaría 5ª Isidoro Segundo Concha, acompañado por el sargento Ramón Quevedo. La excusa para detener a Chaco fue “averiguación de antecedentes”, lugar común en los procedimientos policiales que terminan mal. El oficial inspector Julio Gómez llamó a Ramona, la mamá de González, para decirle –según relató ella misma– que su hijo estaba preso y para ofrecerle una solución: “Mire señora, arreglamos por dos mil pesos y lo largamos. La otra opción es armar una causa por robo calificado y mandarlo a los tribunales”.
Dos días tardó Ramona en reunir el dinero prestado, peso a peso, y liberaron al hijo. Al pedido de rescate le agregaron la entrega de un perro de raza. Chaco quedó en libertad pero lo tuvieron que internar porque comenzó a orinar sangre. Lo habían golpeado, le había aplicado el “submarino seco” (bolsita de plástico sobre la cabeza) y tenía una hemorragia interna que le provocó la muerte el 7 de enero de 2003. Luego de la muerte, el policía Concha estuvo detenido dos semanas y el 28 de junio de 2004 fue declarado prescindible por el actual ministro de Seguridad bonaerense, León Arslanian.
Ramona, la mamá de Chaco, le dijo ayer a Página/12 que Concha “todos los días anda por Fiorito, yo lo veo, porque anda ‘segureando’ por la estación” ferroviaria local. “Segurear” significa que está trabajando para una empresa de seguridad, algo que le estaría vedado, legalmente, por ser un policía que fue dado de baja por estar sospechado de cometer delitos. Ramón Quevedo, el otro policía involucrado en la detención, tortura y muerte de González, también trabaja como custodio y todas las mañanas, como una gentileza, un patrullero de Fiorito lo lleva puntualmente hasta su domicilio, en la localidad de Banfield. A Quevedo, como ocurría con “El Hugo Beto” Cáceres, le gustaba fotografiarse junto a los presos (ver foto en esta página). La actual situación laboral de los dos policías fue denunciada por Correpi al Ministerio de Seguridad.
Antes de Concha, el jefe de calle de la comisaría 5ª fue un policía de apellido Peloso, retirado desde hace años, al que se lo conocía como “El Oso”. Las versiones lo señalaron como conocedor de lo que ocurrió con Matías Bárzola, de 17 años, quien murió el 3 de junio de 2003, cuando El Oso ya se había retirado, aunque los vecinos afirman que seguía cumpliendo “tareas de seguridad” en el barrio. Otro chico del barrio, cuyo nombre se mantiene en reserva, había sido baleado por El Oso Peloso, siempre según la denuncia presentada por Correpi.
Cuando la madre del chico lo increpó por lo ocurrido, la respuesta del policía retirado produjo escalofríos: “Yo soy un mata guachos”, le dijo, dando a entender que lo suyo era la “prevención del delito”. Igual le pidió disculpas a la mujer porque había baleado a su hijo por error. Lo había confundido con “Barzolita”. En el caso de Matías Bárzola, la versión oficial dijo que lo mataron cuando intentaba robar a un automovilista. La autopsia certifica, en cambio, que la trayectoria de las balas indica que al joven, de 17 años, le pegaron un tiro en la cara cuando estaba arrodillado. Una situación que nada tiene que ver con el que está intentando robar a otra persona.
La situación se complica en Fiorito, en los días que corren, porque ante la Fiscalía número 10 de Lomas de Zamora se acaba de presentar una denuncia contra el actual servicio de calle de la seccional 5ª, que ahora está a cargo del comisario Osvaldo Garabati. Los vecinos denunciaron “cobro de peaje, coimas y servicios de custodia compulsivos”. Dicen que todos pagan coimas, desde los almaceneros hasta los narcotraficantes. La denuncia ante la Fiscalía fue hecha por la auditoría de Asuntos Internos y dice, en esencia, que la patrulla de calle de Fiorito “suele detener pibes a los que les arman causas si no aceptan robar para ellos”.

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A la derecha, Ramón Quevedo acusado en la muerte de González.
 
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