EL PAíS › RETENCIONES, IMPUESTO A LAS GANANCIAS OLIGOPOLICAS
Un sistema menos regresivo
Por Claudio Scaletta
En los últimos treinta años se consolidó en la Argentina un sistema tributario donde cerca del 70% de los ingresos provenían de los impuestos al consumo, lo que determinó su carácter procíclico en relación a la evolución del producto. Las retenciones a las exportaciones instauradas en 2002, al funcionar como un impuesto imperfecto a las ganancias oligopólicas, contrarrestaron esta regresividad, pero están lejos de eliminarla. Mientras el lobby exportador persiste en su batalla contra las supuestas distorsiones, algunos especialistas coinciden en que debe aprovecharse la fase ascendente del ciclo de crecimiento, del PIB y más que proporcionalmente de la recaudación, para agregar impuestos directos que liberen el consumo.
Precisamente el carácter procíclico de un sistema basado en los impuestos al consumo fue lo que llevó a Domingo Cavallo, en plena recesión de 2001, a instaurar el tributo a las transacciones financieras, conocido como impuesto al cheque. Tras el estallido del régimen de convertibilidad, en lo peor de la crisis de 2002 y muchísimo antes de que el consumo comience a reaccionar, también resultó indispensable encontrar un nuevo mecanismo que evite el colapso de la recaudación. El camino fueron las retenciones a las exportaciones que, adicionalmente, tuvieron el apreciable efecto macroeconómico de evitar que los precios internos posdevaluación, en pesos, se equiparen automáticamente con los internacionales, en dólares. Adicionalmente, por las características del sector exportador, las retenciones funcionaron y funcionan como un impuesto a las ganancias oligopólicas. Según el Presupuesto 2005, el 27,1% de la recaudación provendrá de impuestos directos, como Ganancias, y el 12,7% de las retenciones. Claramente este último tributo contrarresta la regresividad. Sin embargo, no debe soslayarse que el 60,2% restante seguirá originándose en los impuestos indirectos.
Otro dato es el nivel de la presión tributaria, que en 2005 será del 25% del PIB contra, por ejemplo, el 43% de Italia, el 34% de España y el 30% de Brasil y el 28% de Estados Unidos.
El economista José Sbatella, director del Instituto de Estudios Fiscales y Económicos, IEFE, dijo a este diario que la observación de la estructura tributaria de cualquier país permite apreciar quiénes son los vencedores y los vencidos. “Si la estructura está basada sobre los impuestos al consumo es evidente que los vencidos son los sectores más pobres. Si se basa en impuestos directos, se trata entonces de sociedades más democráticas, donde las mayorías lograron equilibrar las presiones de los lobbies más poderosos”, describió Sbatella.
Los vencedores, sin embargo, no parecen dispuestos a dar tregua. Esta semana, en IDEA, los representantes del poder económico más concentrado hicieron saber una vez más que no bajarán las banderas y apuntaron nuevamente contra los impuestos supuestamente “distorsivos”. Roberto Lavagna recogió el guante. “¿Impuestos distorsivos? ¿quién dijo que son distorsivos? Ustedes, pero ustedes no son toda la sociedad”, batalló. Los dichos del ministro resultan auspiciosos, sobre todo porque hasta hace poco tiempo compartía, al menos en el discurso, la carátula empresaria.
Restan, entonces, algunos problemas. Reconociendo implícitamente el carácter procíclico de la actual estructura tributaria, el titular de la AFIP, Alberto Abad, recordó recientemente que no se puede seguir esperando un crecimiento de la recaudación a los niveles actuales. Por eso mismo, Sbatella afirma que éste es el momento, cuando el ciclo es ascendente, para impulsar una reforma. Sugiere para ello algunos tributos directos. Entre otros, extender Ganancias a las exentas rentas financieras, reimplantar las contribuciones patronales y modificar sistema de jubilación privada, importante generador de déficit público.