EL PAíS › LAVAGNA AFIRMO QUE LAS RETENCIONES NO SE ELIMINARAN.
“¿Quién dijo que son distorsivas?”
El ministro aseguró que las retenciones a las exportaciones se mantendrán, descalificando a aquellos que reclaman su eliminación por ser un tributo distorsivo. En el Coloquio de IDEA, Lavagna insistió que el impuesto al cheque bajará tomándose a cuenta de Ganancias.
Por Cledis Candelaresi
“¿Quién dijo que esos impuestos son distorsivos?, ¿ustedes? Quizá lo sean para algunos, pero no para toda la sociedad.” Distendido, ante varios centenares de empresarios, Roberto Lavagna aseguró en el coloquio de IDEA que no eliminará las retenciones a las exportaciones, a las que consideró una “versión tosca” del Impuesto a las Ganancias, hasta que no consiga aumentar la recaudación de este último tributo. “Por primera vez, Ganancias y Bienes Personales recaudarán más que el IVA”, destacó. Durante las dos horas en las que habló el ministro no descartó la posibilidad de que el Gobierno vuelva a disponer aumentos de sueldos por decreto: “En la medida que en paritarias los salarios no se ajusten por productividad”.
El futuro de las retenciones sobre el agro fue tratado días atrás por el ministro con dirigentes ruralistas a los que en privado les habría hecho un planteo similar al que ayer formuló en público. En el Palacio de Hacienda les reconoció que se trata de un recurso para capturar parte de la renta excepcional que les permitió obtener por la devaluación. Y que sólo puede eliminarse si el Gobierno consigue cobrar más Ganancias.
“El Gobierno siempre dijo que era un impuesto distorsivo, aunque ahora sostenga algo diferente”, comentó ayer a este diario Luciano Miguens, presidente de la Sociedad Rural, tratando de señalar una contradicción en el discurso oficial.
Otra será la conducta oficial respecto del impuesto al cheque que, según prometió Lavagna, se irá progresivamente admitiendo como pago a cuenta de Ganancias. “Claramente hay que ir bajándolo”, sentenció, convencido de que este sí es un tributo “distorsivo” y, por lo tanto, hay que erradicar, pero sólo en la medida que el estado de las cuentas públicas lo permitan.
Aquellas precisiones surgieron con las preguntas que el ministro contestó en el salón principal del Coloquio de IDEA, al término de un extenso discurso en el que detalló el marco en el que está llevando a cabo “la gesta de la normalidad”. Eso supuso una extensa enumeración de las bondades económicas que incluyó desde cuántos puertos tiene el país hasta la superficie forestable. “Un bonista italiano que escuche todo esto va a querer que le paguen todo ahora”, bromeó el moderador, Enrique Szewach, arrancando los primeros aplausos y risas de la mañana.
Pero el interlocutor del ministro subió mucho más la apuesta cuando, hacia el final de las preguntas sugeridas por el público, lo incomodó remarcándole cuánto había caído el salario real de los estatales. “Pero fue en un contexto de justicia –se defendió Lavanga–. Seguramente, la gente hubiera reaccionado de otro modo si nosotros hubiéramos otorgado los seguros de cambio que nos pedían.” A su juicio, había sido la resistencia oficial a ese lobby lo que hoy le permite a la Argentina poseer el superávit fiscal que tiene. “Si lo conseguimos es porque dijimos no a quienes querían eludir el efecto de la crisis”, sentenció.
“Argentina no competirá en el mundo en base a salarios bajos”, había sentenciado en su discurso. A la hora del interrogatorio, aclaró que las indemnizaciones se irán bajando “en la medida que baje el desempleo”. Y advirtió que si la evolución del salario no refleja los aumentos de productividad “no podemos descartar” alguna intervención o aumento por decreto. “Depende de ustedes”, desafió.
El ministro alternó las respuestas espontáneas con una exposición muy preparada con una batería de slides con gráficos que utilizó para responder preguntas que de un modo u otro rozaron temas previsibles: pobreza y desocupación, entre ellos. Las series que expuso lo ayudaron a demostrar cuánto bajó la indigencia, cuánto se achicó la brecha de ingresos entre ricos y pobres entre el 2002 y el 2003 y, básicamente, cuánta culpa tuvo el atraso del tipo de cambio en esos males del país.
Para matizar los 120 minutos de disertación y entrevista pública, Lavagna citó desde Ernesto Sabato hasta el humorista Quino, de quien recordó la leyenda”Quien suspira por el pasado, bosteza por el futuro”. Sin embargo, pudo más su recuerdo hacia “los ‘90” y reiteró críticas a las gestiones pasadas. ¿No cree que muchas de las cosas buenas de hoy son producto de esa década?, le preguntó por escrito un asistente. “Venga al ministerio y hacemos la lista”, retrucó el ministro desde el escenario.
“Es bravo pero estuvo bien”, comentaba luego un empresario que pidió reserva. “Lavagna es un ministro extraordinario, de lujo”, exageró Horst Paulmann, presidente de Cencosud. “Me pareció un discurso esperanzador e interesante”, juzgaba Luis Perazzo, de Telecom Argentina. Pero a pesar de su probado poder de seducción, el titular del Palacio de Hacienda descartó ser candidato en futuras elecciones.
Al final recomendó: “Si ustedes en sus empresas contratan a un economista que les dice que faltan reformas estructurales, desconfíen. Ese es un latiguillo que utilizan para ocultar su ignorancia sobre el manejo de la economía. Y esto vale también para los organismos multilaterales como el Fondo Monetario Internacional”. Con esa advertencia, Lavagna, descalificó tanto un argumento que suelen utilizar desde la derecha los detractores a su política como la remanida exigencia de los organismos multilaterales de crédito. “Por supuesto que reformas en educación y salud hacen falta”, coronó su comentario, relativizando su embate inicial.