SOCIEDAD › LOS CASOS DE MADRES QUE PROVOCAN GRAVES ENFERMEDADES A SUS HIJOS

Mi mamá no me mima

Son madres que tienen el síndrome de Munchausen by proxy, que hace que le “inventen” dolencias serias a sus hijos. Una forma de abuso infantil que resulta indetectable de antemano.

La Argentina es ya uno más de los países donde se documentan los efectos de una de las más siniestras conductas violentas: el abuso infantil denominado “síndrome de Munchausen by proxy” (SMBP). Este consiste en que una persona –generalmente la madre– a cargo de un niño simula o directamente le provoca síntomas de enfermedades. Es característico que la madre lleve al chico a distintos servicios médicos, mostrando la máxima solicitud por su hijo y ganándose la confianza del personal de salud, que –si no está advertido– suele no darse cuenta de que los síntomas son causados por la misma persona que trae al niño. En el hospital Elizalde se registran por lo menos dos casos de bebés con síntomas que resultaron proceder de maniobras de asfixia perpetradas por la madre. Otro caso fue el de una madre que llevó a su nene al hospital diciendo que tenía sangre en la orina: para constatarlo, le pusieron una sonda hasta la vejiga y entonces, en un descuido de los médicos, la madre manipuló la sonda hasta causarle una hemorragia real. En rigor, el hecho de que empiece a registrarse este síndrome en la Argentina señala un avance en la conciencia de los profesionales sobre el tema. Aun así, los casos encontrados en el Elizalde habían pasado antes por otras dos instituciones sin que los médicos detectaran la conducta de la madre. Estas personas abusadoras tampoco responden a un cuadro psicopatológico específico: “Un psicodiagnóstico no permitiría distinguirlas”, señaló una psicóloga que intervino en otro caso. Se estima que el diez por ciento de los chicos víctimas de este abuso muere; de los que sobreviven, muchos quedan con secuelas físicas y todos con secuelas psicológicas.
La historia del último de los casos registrados en la Argentina finalizó hace pocos días, cuando una beba, ingresada cuando tenía cuatro meses de edad, fue dada de alta en el hospital Elizalde luego de dos meses de internación. “Muerte súbita frustrada” fue el diagnóstico con el que había ingresado. “Se trata de paros respiratorios en lactantes, que eventualmente se deben a inmadurez neurológica u otras causas. Pero en este caso la pausa respiratoria había sido consecuencia de una sofocación deliberadamente provocada por la madre –contó Norberto Garrote, jefe de la Unidad de Violencia Familiar del hospital Elizalde y coordinador de la Red de Asistencia a la Violencia del gobierno porteño–. La beba tenía una historia de internaciones por ese motivo desde los 15 días de vida. Llegó intubada, acompañada por la madre, desde otro hospital donde había sufrido tres paros respiratorios. Fue internada en terapia intensiva. La madre estaba junto a ella para cuidarla. Luego de unos minutos en que habían quedado a solas, cuando volvió la enfermera ella misma le avisó que la bebita estaba azul, cianótica, con otro paro respiratorio.”
La gente de terapia intensiva sospechó y pidió ayuda a la Unidad de Violencia Familiar del hospital, que siguió un procedimiento casi detectivesco. “Sabíamos que en el hospital donde el bebé había sido internado la primera vez, la madre había sido entrenada en resucitación, para que pudiera salvarlo llegado el caso. Le preguntamos a la enfermera en qué posición había encontrado a la madre: inclinada sobre la cabeza del bebé, su actitud no era precisamente la de la resucitación”, dijo Garrote. La beba tuvo que seguir internada más de dos meses, hasta principios de julio de este año. Entretanto, los médicos habían dado intervención a la Justicia, que apartó a la madre de la niña: “La chiquita egresó al cuidado de un ama externa”. Además “después se supo que en la misma familia había habido un hermanito que también a los cuatro meses de edad había muerto por la misma supuesta patología. Aquella vez no se había investigado la posibilidad de una acción deliberada”, contó el especialista en abuso infantil.
Otro caso en el Elizalde fue el de “una madre que trajo a su chiquito a la guardia diciendo que estaba perdiendo sangre por la orina. El nene, un lactante, quedó internado en la guardia y se le colocó una sonda vesical para tener registro de la supuesta presencia de sangre. La madre estaba junto a él. En un momento dado, el personal de enfermería advirtió que la madre estaba manipulando la sonda, como queriendo quitársela. Después, el bebé efectivamente tuvo un sangrado por vía urinaria que, a posteriori, podemos decirlo, fue provocado por la manipulación de la sonda. Pero en ese momento había que atender lo que decía la madre, de modo que quedó internado. Mientras estuvo asistido en sala, no volvió a presentar hematuria. La madre estaba muy pendiente y una noche avisó que al chico le sangraba un ojo. El médico de guardia constató que sí había sangre, pero el bebé no tenía lesión alguna en el ojo; con buen criterio, mandó a analizar esa sangre: resultó que no era del chico sino de la madre, que a su vez tenía una pequeña herida en la mano: probablemente se la había provocado ella misma para poner sangre en el ojo del chico. En ese punto, todo quedó al descubierto. No fue difícil, otras veces cuesta mucho más”.
Cuesta mucho porque “la sospecha de que la causa resida en la madre sólo sobreviene luego de haber atravesado una serie de baterías diagnósticas sin resultado. Se hacen consultas, parecen cuadros raros que nunca se han visto. Además, los médicos ven a estas madres muy aferradas al hijo y aparentemente brindándole toda su asistencia y devoción”, explicó Garrote, cuyo equipo efectuó un trabajo sobre el tema que se publicará en la revista Child Abuse and Neglect, de la Sociedad Internacional para la Prevención del Abuso y la Negligencia en la Infancia.
En realidad, el conocimiento del síndrome de Munchausen by proxy sólo en los últimos tiempos empezó a difundirse entre el personal de salud, pese a que fue descripto por primera vez en 1977, en un trabajo del médico inglés Roy Meadow, como una forma de abuso infantil. Su denominación proviene del síndrome de Munchausen, a secas, consistente en que la persona actúa repetidamente y ante instituciones de salud como si padeciera una enfermedad. En el Munchausen by proxy (es decir: “a través de un sustituto”), el rol del enfermo se delega, mintiendo o causando enfermedades en otra persona, usualmente un chico menor de seis años. El sujeto del síndrome de Munchausen by proxy no es desde luego el chico, que es la víctima, sino su victimario, generalmente la madre.

Sábana sangrienta:

“Al comienzo del trabajo con esa madre, nada hacía suponer en ella el síndrome de Munchausen by proxy; no había ni siquiera una sospecha de mi parte”, contó la psicóloga Elena Wainryb, integrante del equipo de Pareja y Familia del Centro de Salud Mental Nº 3, Arturo Ameghino, dependiente del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. “Se trataba de una derivación judicial: el caso consistía en la revinculación del padre con la hija. El padre había estado privado de ver a la nenita, que tenía cinco años. La madre debía llevarla para que el padre tuviera oportunidad de encontrarse con la hija en la institución.”
“Era muy habitual que no la llevara –continuó Wainryb– y después presentara certificados médicos con distintas razones: fiebres, anginas. Uno podía tomar esto como estrategias para seguir evitando que el padre viera a la nena. Hasta que un día vino a avisarme que la nenita no iba a poder ir porque había tenido una hemorragia digestiva muy importante, por lo cual había tenido que ingresar por guardia en el hospital Gutiérrez. Agregó que ella misma no iba a poder seguir viniendo y adujo razones laborales. No volvió a venir pero, a los pocos días, vino a verme una profesional del Gutiérrez y contó lo que había pasado”, prosiguió.
“La nena había llegado a la guardia en brazos de su madre, envuelta en una sábana empapada en sangre. Ante la magnitud del cuadro, la nena fue sometida a anestesia total para que pudieran hacerle un estudio gastroenterológico que es muy agresivo. Es lo que suele pasar en estos casos: los niños van siendo sometidos a todo tipo de abordajes médicos que van subiendo en su crueldad. En este caso, el estudio indicó que la nena estaba en perfecto estado clínico, no tenía nada. Entonces, ¿por qué toda esa sangre? Fueron interviniendo profesionales de distintas especialidadesen el Gutiérrez, hasta que a alguien se le ocurrió analizar la sangre que empapaba la sábana: resultó que el grupo sanguíneo no era el de la nena. Se hizo evidente que la madre había enchastrado una sábana con sangre para armar la escena. Esto, por supuesto, iba absolutamente más allá de la derivación inicial; no tenía ya nada que ver con impedir que el padre viera a la nena.”
Para resolver la cuestión “todos los profesionales que habíamos intervenido hicimos una presentación conjunta en el juzgado. Cuando hay una presunción de síndrome de Munchausen, la primera medida cautelar es excluir del hogar al adulto que se presume esté cometiendo el abuso. Es lo que se hizo en este caso, en el cual después la guarda de la menor fue otorgada al padre”, concluyó la profesional.
¿Qué perfil caracterológico tenía esa señora? ¿Hay una psicopatología específica del síndrome de Munchausen? “No –contestó Wainryb–: un psicodiagnóstico de esa mujer no hubiera indicado características estructuralmente distintas de las de la mayoría de las personas. Y esto coincide con la bibliografía internacional al respecto. Las personas con síndrome de Munchausen by proxy no son psicóticas, no hay una definición psicopatológica que pueda circunscribirlas.”

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