SOCIEDAD › QUEJAS, LAMENTOS Y LARGAS ESPERAS TRAS EL GRANIZO

El día de los cristales rotos

Cambiar vidrios de un auto fue una odisea. Y una fortuna, pues muchos comercios subieron súbitamente sus precios. Las piedras dañaron hasta algunos aviones. Las casas afectadas fueron 2500.

Los granizos que cayeron furiosos durante un cuarto de hora en la tarde del miércoles sobre la ciudad de Buenos Aires hace mucho que se convirtieron en agua inofensiva. Pero el daño causado durante su breve lapso de solidez aún persistía ayer. Los comercios dedicados al cambio de vidrios mostraban desde muy temprano largas colas de autos que aguardaban por la reparación, que podía costar entre 180 y 900 pesos por vidrio dependiendo del modelo. Eran muchos también los que exhibían su chapa abollada como señal de los golpes efectuados por el hielo. Mientras, en el conurbano eran cerca de 2500 las viviendas dañadas. Hasta los aviones sufrieron las consecuencias de la tormenta y un debate se desató acerca de cuán efectivo fue el alerta del Servicio Meteorológico Nacional.

“Acá estamos, llorando”, comentó a Página/12 Horacio, firme en Juan B. Justo y Martínez Rosas, al lado de su taxi, un Renault 19 en el que una bolsa plástica pegada con cinta adhesiva era el reemplazo provisorio para la ex luneta de vidrio. “Desde las cinco de la mañana que estoy esperando porque no tienen el vidrio, aunque por lo menos está en precio”, se quejaba y se consolaba al mismo tiempo.

La Asociación Taxistas de Capital Federal estimó en 29.400 los taxis afectados, “un 80 por ciento del gremio”, afirmó a este diario Luis Fernández, presidente de la organización. “Por eso, mañana (por hoy) tendremos una reunión con el gobierno porteño para solicitar subsidios ante la emergencia, porque para nosotros esto fue una catástrofe”, dijo.

Pero también eran muchos los particulares que paraban en doble fila en las casas de venta de vidrios para averiguar presupuestos. Emilio tiene un Renault Megane con el que trabaja como taxista y buscaba precio junto a su cuñado, también tachero. “Primero me pidieron 700, pero en ese lugar no tenían el modelo que necesito. En otro también me pedían 700 y me dieron turno para ir al mediodía. Antes de ir seguí averiguando y lo conseguí por 390. Aprovechan para hacerse la diferencia”, se indignó. A su lado su cuñado se sonreía: “Yo justo cuando empezó a caer piedra me subí a la vereda para resguardarme abajo de un balcón”.

“Cuestan entre 300 y 900 pesos, dependiendo del auto, y los importados son más caros”, explicó Pablo después de colocar un parabrisas en un Ford Fiesta. “Uf, hoy ya perdí la cuenta de cuántos cambiamos. Algunos son rápidos, pero otros la gente tiene que esperar cinco o seis horas: para que se seque el pegamento de la colocación”, detalló.

Ya eran otra cuestión las pequeñas marcas que dejaron los granizos en techos, baúles y capots. Como con esos daños se puede salir a la calle, la mayoría iba a dejar el arreglo para otro momento. Algunos recurrirían al chapista y otros a una nueva especie que empieza a hacerse conocida entre los automovilistas: los bolleros. “Hacen un trabajo artesanal. Golpean la chapa desde adentro o la absorben con una ventosa hasta que la alisan. Son artesanos, y así te cobran”, contó Pablo, dueño de un Palio azul machucado.

“Estaba en un restaurante de Palermo, escuché la alarma, salí a ver y me lo encontré así”, relató señalando la luneta agujereada y el techo con las pequeñas abolladuras. “Si hasta me entró agua y me mojó los parlantes”, se lamentaba en su recorrido por Juan B. Justo en busca del mejor precio.

Algunos reclamaban porque el juego de la oferta y la demanda se hizo presente de la peor forma: a más necesitados de vidrios, más caros los vendían. No obstante, los vendedores desmentían que hubieran pretendido sacar ventaja del río revelto. “Es cierto que están faltando algunos vidrios porque hay una demanda inesperada. Pero los precios no han variado. Al menos nosotros no los cambiamos, no nos aprovechamos. No vivimos de la caza y de la pesca como otros negocios de la zona, nosotros tenemos más de treinta años trabajando acá”, aseguró Alberto, encargado de un negocio en J. B. Justo al 3200.

Otros de los factores a tener en cuenta es la calidad, “porque algunos te ponen un vidrio que te cobran 700 pesos y en realidad vale 250”, comenzó a explicar Fabio encargado de otro taller, cuando un desafortunado automovilista lo interrumpió: “Disculpe, ¿para pedir un presupuesto...?”.

Compartir: 

Twitter

Los comercios de colocación de cristales no dieron abasto ayer para atender tanta demanda.
Imagen: Arnaldo Pampillón
 
SOCIEDAD
 indice

Logo de Página/12

© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina | Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados

Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux.