SOCIEDAD

Entre espigas, velas y críticas veladas pasó el día San Cayetano

Los fieles ingresaron a la parroquia después de varios meses de espera. El cardenal Bergoglio cuestionó el “clientelismo político”.

Después de quince cuadras de espera y un par de meses a la intemperie, llegar a entrar a la parroquia de San Cayetano, tocar la imagen del santo o simplemente hacer una plegaria o una promesa es casi lo de menos. Más que la llegada, la cuestión es llegar. Quizás el frío y el sinmotivo hayan raleado filas. Nadie se autoflagela bajo el frío y la crudeza con aunque sea un mínimo trabajo y panza algo llena, para pedir pan o trabajo. En su homilía de San Cayetano, el arzobispo porteño, Jorge Bergoglio, hizo hincapié en los peligros del “reparto de los bienes basado no en el trabajo sino en la dádiva o en los privilegios. Se pierde el sentido de dignidad y rápidamente se vuelve injusta la distribución de los bienes”, dijo Bergoglio, apuntando contra el clientelismo político, mientras a su alrededor curas y párrocos trataban, por primera vez, de cuantificar cuadras y fieles como termómetro de fuerzas.

Al final de cuentas, lo de San Cayetano siempre fue en sí mismo, y para muchos, motivo tácito de trabajo. Aunque menos que otros años, doce a quince cuadras es mucha gente durante mucho tiempo, y alrededor de esa mucha gente se conforma un teatro de operaciones y servicios. Vendedores de velas, de abrigos, de cd corales y de la rubia novia de Antonito de la Rúa, de choripanes y de linternitas para ver de noche, de imágenes portátiles del santo, locutorios en la zona, repletos de bares y pizzerías.

El clima, termómetro en mano, fue visiblemente crítico al Gobierno. “No importa cuántos (fieles), sino que sigan viviendo, que sigan creyendo que sigan teniendo fe en el santo –atizó el párroco del santuario, Gerardo Castellano–. No importa cuántos”, dijo aunque calculó por lo bajo “25 cuadras de cola. Será que más allá de lo que se dice sigue faltando trabajo y el empleo digno es escaso en el país”, dardeó el padre.

Pero el padre Gerardo se quedó corto con el cálculo más oficial de Bergoglio: “Hay 34 cuadras de fieles esperando por entrar”, aseguró el arzobispo a la feligresía. Y cargó contra el clientelismo político y por la distribución de bienes con sentido equitativo. No había ruralistas a la vista, aunque a unas 20 cuadras se desarrollaba la principal concentración de vaquitas ajenas.

La primera en ingresar fue Delia Noris Lencina, la peluquera de 64 años que desde hace dos décadas cumple con el ritual de recorrer de rodillas el trayecto desde el pórtico del templo hasta el altar donde está emplazada la imagen el santo patrono de los trabajadores. La mujer fue seguida por un grupo de discapacitados en sillas de ruedas.

El obispo auxiliar de Buenos Aires, monseñor Raúl Martín, abrió las puertas del santuario a la hora cero. La apertura del pórtico se realizó en medio del tañido de las campanas, fuegos artificiales y aplausos. Antes, y para amenizar la espera, grupos folklóricos animaron la espera. Minutos antes de la apertura del templo la banda sinfónica del Regimiento de Granaderos a Caballo General San Martín hizo patria e interpretó marchas y canciones populares.

Mientras, el padre Castellano insistía con la solidaridad de pobres con pobres, que en los “últimos meses dejaron alimentos no perecederos que calculamos en medio millón de dólares. Esa suma –aseguró el cura– es el fruto de las donaciones traídas por la gente humilde que viene durante el año. Aquí no vino ningún camión de empresarios”, dijo. Mientras, fuera de la parroquia, un camión cisterna de la empresa estatal Aysa distribuía agua entre los fieles.

Castellano explicó que “quienes decidan tocar el vidrio que protege la imagen de San Cayetano deberán realizar una cola de entre 11 y 15 horas. En cambio, la demora será de entre 6 y 9 horas para aquellos que sólo accedan al templo por la fila central”.

Al mediodía, Bergoglio dio su homilía. Fue en ese momento que señaló que “cuando una sociedad basa el reparto de los bienes no en el trabajo, sino en la dádiva o en los privilegios, pierde el sentido de dignidad y rápidamente se vuelve injusta la distribución de los bienes, y las personas en vez de ser dignas son transformadas en esclavos o clientes”.

Afuera, entre tanto, los precios de las estampitas de San Cayetano con la clásica espiga adosada son las que más salida tienen, espiga e imagen juntas, todo por un peso.

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El arzobispo de Buenos Aires, Jorge Bergoglio, repartió hostias.
 
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