SOCIEDAD

El humor no se pierde

El humor negro de los mexicanos sigue en pie, a pesar de las muertes y el desastre económico. Una de las bromas nació cuando, al comienzo de la crisis sanitaria, en forma simultánea un sismo sacudió al país: “¿Cuál es la respuesta de México ante la gripe porcina? ‘¡Mirá cómo tiemblo!’”. Los juegos de palabra, algunos de dudoso buen gusto, se multiplican en los diarios y tratan de ayudar a detectar los síntomas: “Por una gripe normal, hacemos atchís, pero por una gripe porcina, hacemos ¡atchoiiiink”. La broma más cruel apunta a los “chilangos”, como se llama a los habitantes de la capital. “Señor, si el mundo tiene que desaparecer, empiece por llevarse a los chilangos”, es una expresión que se repite de boca en boca. Hasta circulan billetes de 20 pesos con la imagen de Benito Juárez, ex presidente mexicano, con su boca cubierta por un barbijo. Las amas de casa también inspiraron a los bromistas. Aseguran que muchas de ellas han ido a consultar al médico: “Doctor, mi marido come como un cerdo, ¿piensa que se contagió la gripe porcina?”. Tampoco se salvan los agricultores y mucho menos los que crían cerdos: “¿Qué siembran los campesinos? ¡El terror!”. En el diario mexicano Excelsior, el editorialista Leo Zuckermann comenta, condescendiente, que “el humor permite efectivamente superar situaciones difíciles”. El propio Zuckermann se entrega al sano ejercicio de sonreír frente a la desgracia. Mezcla la gripe A con el explosivo tema de la emigración ilegal de mexicanos hacia los Estados Unidos. “Se dice que todo el mundo está tranquilo en Estados Unidos porque la gripe porcina no puede venir de México. Es seguro, la frontera no deja pasar nada, absolutamente nada”. El chiste puede aceptarse como tal, pero lo cierto es que la fiebre porcina pudo ingresar a los Estados Unidos y se asentó en más de veinte estados. Por si fuera poco, la gripe A ya tiene su juego en Internet. Se llama Swinefighter, es decir “El Matapuercos”. El juego consiste en vacunar cerdos verdes y voladores en 15 segundos. El encargado de hacerlo es un enfermero vestido de blanco, con mascarilla y jeringa. Con esa pinta persigue a los chanchitos alados, que sobrevuelan el mapamundi. Cuando le ponen la vacuna, el cerdo deja de ser verde y su piel vuelve al tono rosado. En pocos días, el juego tuvo más de 600 mil usuarios.

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