SOCIEDAD

“Cada vez hay más gente”

La crisis económica y el buen tiempo son algunas de las razones que explican que cada vez más gente circule en bicicleta por las calles de la ciudad de Buenos Aires. Este es el caso de Mónica Aráoz, una empleada administrativa de 37 años, que todas las mañanas monta su bicicleta en su casa del barrio de Caballito y se dirige presurosa a su trabajo en el bajo, por la avenida Belgrano. “Empecé a usar la bicicleta para ir a trabajar hace poco, porque antes me daba mucho miedo. Pero ahora cada día hay más gente andando en bici y es como que me siento más acompañada. Además aprovecho para tomar un poco de sol y me ahorro el pasaje del colectivo que a lo largo del mes influye mucho en mi bolsillo”, explicó Mónica, mientras ve pasar muy cerca suyo más de media docena de colectivos.
Esta mezcla entre tracción a sangre y potencia que se da en las calles porteñas no siempre tiene un final feliz. Muchos ciclistas sufren accidentes, por su propia impericia o por distracciones de los automovilistas, que van desde ligeras contusiones hasta la muerte.
Entre los que más sufren este flagelo están los cadetes de mensajería, gremio al que pertenece Martín Rosemberg, de 23 años, quienes por las estrechas calles del microcentro porteño esquivan autos y colectivos para cumplir con su trabajo. “Conozco varios que se lastimaron. A mí la empresa al menos me da el casco para protegerme. Pero hay muchos que andan sin nada”, cuenta Martín, mientras ata su bicicleta a un poste de luz. Ante la pregunta de Página/12 sobre los beneficios del nuevo carril preferencial, mira de reojo la calzada y dice: “No está mal, pero me pregunto cómo harán para controlar que los automovilistas respeten la velocidad y no estacionen ahí. La verdad, me parece mejor una bicisenda. Uno va más seguro”.
A la hora de hacer una lista de los principales enemigos de los ciclistas, sorprendentemente, aparecen en primer lugar los taxis. “Lo que pasa es que aunque los colectivos son más grandes y aterradores, también son más previsibles. Uno sabe que frenan en su parada. En cambio nunca se sabe qué va a hacer un taxista, que ve un pasajero y frena de golpe”, aclara Mónica.

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