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Domingo, 2 de septiembre de 2012

FOTOGRAFíA > TODOS LOS PáJAROS CRECEN, EL ENSAYO FOTOGRáFICO DE JORGE SáENZ QUE PREMIó LA FERIA DEL LIBRO DE FOTOS DE AUTOR

FAMILIA RODANTE

Maestro de fotógrafos que desde fines de los ’80 divide su vida y su trabajo entre Asunción de Paraguay y la Argentina, Jorge Sáenz trabajó, durante años, sobre temas relacionados con lo documental y la denuncia, desde el servicio militar obligatorio paraguayo hasta la historia de la Reserva Ecológica de Buenos Aires. Pero, en paralelo y durante más de veinte años, llevó a cabo otro registro: el de su propia familia. Esas fotos son las del libro Todos los pájaros crecen (La Luminosa), imágenes realizadas durante mucho tiempo en un contexto de suma intimidad, libertad y migración permanente.

 Por Mercedes Halfon

Una de las primeras imágenes del libro de fotos de Jorge Sáenz Todos los pájaros crecen tiene a Jorge y a su mujer, Shirley, desnudos y sentados en el piso. El la abraza por detrás y la posición que forman sus cuerpos es parecida a un corazón o a un capullo. Atrás se adivina un helecho de los grandes. Toda la imagen tiene algo de inaugural, casi de origen de la especie. Es ese pasado mítico de los padres cuando fueron novios, una pareja de enamorados que posa frente a la cámara sonriendo con la impunidad de los amores flamantes. Después, en la página que sigue, vienen los hijos. Así empieza Todos los pájaros crecen de Jorge Sáenz. El libro fue seleccionado por la Feria de Libros de Fotos de Autor para el premio Felifa-Dot 2012, que le valió la publicación de ese trabajo en una edición cuidada y hermosa de sólo cien ejemplares firmados por el mismo autor, que editó La Luminosa, sello editorial de la Feria.

Pero para entender la historia que se cuenta en el libro hay que conocer a Jorge Sáenz, el ojo detrás de las imágenes. Fotógrafo y maestro de fotógrafos, nació en Victoria, provincia de Buenos Aires. Inspirado por su padre, fotógrafo aficionado, fundador de diversos fotoclubes, se formó y comenzó a trabajar en Buenos Aires en ese oficio, hasta integrar el primer plantel de Página/12. En 1989 se radicó en Paraguay. A partir de ahí su historia y la de su familia está atravesada por las idas y vueltas entre ambos países. Acerca de su primera migración, él cuenta: “Fui a Paraguay en febrero de 1989, cubriendo el golpe que sacó a Stroessner del gobierno. Me enamoré de la luz, del color y de la relación de la gente con la fotografía. Luego con Shirley tomamos la decisión de irnos a vivir a Asunción. Formamos una familia con sus dos hijas, Carolina y Cynthia. Luego de unos años llegaron Nicolás e Ignacio. En 1998 volvimos a Argentina por motivos laborales, a mí me habían convocado de Revista 23, pero eso después de unos años también terminó, así que en 2003 volvimos a Paraguay.” Buenos Aires-Asunción, Asunción-Buenos Aires. Familia rodante.

EL LIBRO DE LAS MUTACIONES

Recorriendo las páginas de Todos los pájaros crecen, entonces, se ven esas migraciones. Y también otras más sutiles, internas, mutaciones de los cuerpos, de la luz, de los materiales. Vemos por ejemplo a sus hijas Cynthia y Carolina en el esplendor de los juegos de la infancia y en la imagen que sigue, a ellas mismas en una pose muy parecida, pero diez años después, en plena adolescencia. La maduración de los cuerpos también aparece en la madre, nada menos que en las contracciones de un parto. Y después, otro parto. Vemos el cambio de bebés que pasan a ser niños y tener en brazos a otros bebés recién llegados. Novios, esposos, hijos, nietos. La familia crece, muta, posa para la cámara o es sorprendida en el medio de un gesto en la cama, en un sillón, en un patio. En la sucesión de imágenes, misteriosamente antes de cada nacimiento, aparece un pez: como si fuera necesario una inmersión en otro entorno, acuático y profundo, para que un ser nuevo salga a la superficie.

Julieta Escardó, directora de la Feria y del sello editorial La Luminosa, dice acerca del libro: “El trabajo de Sáenz tiene la fuerza y la belleza de un conjunto de fotografías realizadas durante muchos años, en un contexto de suma intimidad y libertad, que es precisamente el de su familia. Jorge se ríe y dice que no es ningún mérito, porque ésa es una fórmula que no puede fallar: son las mejores condiciones en las que puede trabajar un fotógrafo. En todo caso, el punto, me parece, es proveerse del mejor contexto para cada vez que uno elija levantar la cámara y mirar hondo”.

El libro está compuesto por tres secciones, cada una con sus fechas: una en Paraguay, que va de 1989 a 1998; otra en Buenos Aires, 1998 a 2002, y otra en un viaje al sur, que va de 1999 a 2001. Es en esta última en la que se materializa la idea de familia rodante: todos juntos en un auto, formando un tetris humano, recorriendo paisajes y lagos: “Imaginate por un minuto la experiencia de recorrer 6000 km en auto, siete personas de diferentes edades, desde unos meses a más de cuarenta y cinco años. Y no lo hemos hecho una sino dos veces... Y volvimos sanos y felices. Con amores tan intensos como éste que nos tenemos, es natural la existencia también de sentimientos muchas veces contradictorios. En algunas ocasiones he tenido la suerte de registrarlos y que queden en algunas de las fotografías del libro”.

DOCUMENTALISMO MAESTRO

Otro ribete importante de la producción de Sáenz es su trabajo como tallerista. Coordina espacios de ensayo fotográfico tanto en Asunción como en Buenos Aires, por donde han pasado buena parte de los fotógrafos de las últimas generaciones, como Alfredo Srur, Diego Levy, Inés Ulanovsky, entre muchos otros fotoperiodistas destacados. Inés recuerda así su experiencia con él: “Entre el 2000 y el 2001 hice un taller de ensayo con Jorge Sáenz. Ese espacio fue muy importante, en esos dos años hice las primeras fotos que me animé a mostrar. Me enseñó a tener confianza en mi trabajo. El tiene el don de encontrar algo bueno, siempre. Jorge ve mejor que el resto. Como maestro es cuidadoso, atento y preciso. Recuerdo que en las clases siempre insistía con que a los ensayos hay que darles tiempo, no apurarlos. Como fotógrafo él tampoco se apura, sólo basta ver su último libro, un registro de más de veinte años de su vida familiar. El libro es cómo él, luminoso”.

En cuanto a esta dimensión temporal y también en otros sentidos, Todos los pájaros crecen marca una diferencia profunda con el trabajo que Jorge Sáenz venía realizando hasta ahora. Algunas de sus series anteriores fueron Rompan Filas (1996) acerca del servicio militar obligatorio en Paraguay, El embudo (1997) ensayo fotográfico sobre la cárcel de menores Panchito López, Reserva Ecológica Costanera Sur (2002) en el que nuestra reserva es registrada con una mirada que va hasta el fondo de su mismo emplazamiento, a partir de los desechos de la última dictadura militar. En todos ellos la mirada documental estaba ligada o bien a la denuncia o bien al registro de un contenido social olvidado en nuestros sistemas políticos. Algo que lo hace definir su género así: “Documentar, para mí, es ‘contar la historia’ asumiendo la propia subjetividad y siendo fiel al propio sentir y pensar. Es mirar la vida como partícipe y no como turista, es tener una posición que defender y decirlo”. En este sentido es que se marca la diferencia respecto de este nuevo material: alejado de lo social, o mejor dicho, cercano a esa comunidad con códigos tan propios como es una familia. Y lo realizó paralelamente a toda su otra producción, de modo que marca una zanja muy profunda entre el adentro y el afuera: “Mis libros anteriores han sido muy políticos y han tenido objetivos claros que se han cumplido con creces. Por esta vez, a modo de concesión, documentamos el amor, con el único objetivo de demostrar que todos los seres humanos nos parecemos más de lo que nos imaginamos”.

En el prólogo de Todos los pájaros crecen hay un texto de Antonio Tabucchi que resume buena parte del espíritu del libro: “La vida no está en orden alfabético. Se muestra un poco acá y un poco allí, como mejor le parece, son migajas, el problema es recogerlas después, un montoncito de arena, y ¿cuál es el granito que sostiene al otro? A veces ése que está en la punta y que parece sostenido por todo el resto es precisamente el que mantiene unidos a todos los demás”. ¿Qué vino primero? ¿Los hijos? ¿El deseo? ¿La juventud? ¿Quién sostiene a quién en una familia? Mirando las fotos de Jorge Sáenz se tiene la sensación de que el transcurso de los años revela algo que de alguna manera sabíamos en un principio. La revelación tiene que ver con que el orden importa muy poco. Que lo mejor es el desorden. La mezcla de territorios, de colores, de generaciones. El dibujo es parecido a los garabatos en la arena que dice Tabucchi. Del mismo modo Jorge Sáenz ha dibujado con luz las presencias fundamentales de su vida.

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