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Miércoles, 14 de mayo de 2014

CULTURA / ESPECTáCULOS › LITERATURA. AUNQUE ELLA NUNCA SE ENTERE DE SILVIA TOMBOLINI

La princesa y su doble

Un vínculo en espejo atraviesa a los personajes de la novela publicada por Baltasara, donde la autora desarrolla con agilidad una estructura similar a la de un guión cinematográfico, conjugando allí amor, suspenso e historia.

 Por Beatriz Vignoli

"Como si se tratara de un vínculo regido por espejos": Silvia Tombolini cita en su primera novela, Aunque ella nunca se entere, esta descripción que hace Paul Auster de la asombrosa relación entre el rey Humberto I de Italia y su doble, nacido y muerto el mismo día que él. Un parecido vínculo en espejo atraviesa a los personajes del libro.

La novela, que se presenta el próximo miércoles 21 de mayo en La Fávrika (Tucumán 1816, Rosario), fue trabajada por su autora en el taller literario de Marcelo Scalona y corrió un destino similar al de las dos publicaciones más recientes de Baltasara Editora. Había salido finalista en su sección en el concurso de narrativa organizado por el sello cooperativo rosarino Río Ancho Ediciones, que sólo publicó los premios. De modo que fue otra editorial local independiente, la muy activa Baltasara Editora, la que se ocupó recientemente de publicarla.

Ya desde el sugerente dibujo de tapa, por Jorge Patetta, se entrevé algo que es posible anticipar de la novela sin que se develen las sorpresas de su trama: la versión criolla del doble de Humberto I (cuya real consorte, la reina Margarita, bautizó la pizza homónima y además era tocaya de la esposa del doble del rey) es la hermana de ese símil creíble de aristocracia que es Mirtha Legrand, ellas mismas a su vez una versión "real" (en el otro sentido) de El retrato de Dorian Gray, de Oscar Wilde. Estas leyendas urbanas nutren la novela, que se apropia de ellas muy hábilmente, indagando ese acervo que interroga el misterio de dos cuerpos, copia uno de otro, siendo originales los dos.

"Soy Violeta Herrera, mi padre es médico y mi madre tiene antepasados nobles. Tengo una hermana melliza y mi marido murió", resume la protagonista, ex consejera de la Comisión de Asuntos Bilaterales y Turismo de la Embajada de Argentina en Uruguay. La nobleza de origen, que Violeta asume a través de su carrera diplomática, la acerca a ese doble sentido de lo "real" (realeza y realidad) que deja al doble plebeyo del lado de la copia. Su hermana melliza, Malena, es actriz y vive una vida turbulenta, que disimulará luego tras el boato de sus almuerzos semanales en la televisión.

A lo largo de las 226 páginas que componen Aunque ella nunca se entere, Tombolini desarrolla con agilidad una estructura similar a la de un guión cinematográfico, con escenas breves, con puntos de vista múltiples y raccontos que se apresuran a explicar enigmas que de otro modo quedarían en la incertidumbre. Cabe preguntarse si no hubiera sido mejor que algo de esta opacidad permaneciera, dotando de algún espesor siniestro al mundo familiar que se vuelve desconocido por culpa del declive psíquico inexorable de la protagonista. El lector no comparte la angustia de Violeta: queda afuera de su mente cuando el narrador complementa los huecos abiertos por su déficit cognitivo.

Lo más logrado del libro (además del hilo de suspenso que consigue sostener a través de la tensión entre pasado y presente) es el relato realista de la vejez decrépita, que se refleja en ese otro espejo: el recuerdo de la juventud, hasta que sobreviene el piadoso olvido, dejando en pie como islotes ciertas asignaturas pendientes del afecto. Hay una historia de amor que pretende reconstruirse a contrapelo de la flecha del tiempo, ciertos secretos familiares y otra faceta, el contexto histórico, que la autora ofrece con generosidad.

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Silvia Tombolini, autora de Aunque ella nunca se entere
 
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