rosario

Domingo, 2 de octubre de 2016

CONTRATAPA

Bambalinas

 Por Javier Chiabrando

Y un día Brad y Angelina se besaron ante los fotógrafos por última vez. El marco fue la imagen de familia perfecta que conocemos: moderna, hijos propios y adoptados, todito bien multirracial y multicultural. Hacia adentro, detrás de bambalinas, la foto se descomponía, y el beso fotogénico se volvía maltrato, malhumor, sobre todo el de ella porque de noche él sacaba a pasear el perro para fumar marihuana a lo pavote.

Si el mundo se organizara según nuestros caprichos, podríamos creer que en ese mismo momento nuestro querido presidente y la primera dama se besaban también, ahora con el marco de la ONU de fondo, con el propósito de darle al mundo una imagen en la que se unificaban amor, gracia, espontaneidad. Los testigos de la puesta en escena también eran fotógrafos, citados en tiempo y forma para inmortalizar el beso.

Detrás de bambalinas, también acá había miserias, palabrerío, improvisación, macanazos, papelones. Si fuéramos inocentes podríamos llegar a la conclusión de que el amor ya no es lo que era. Que ya no basta con quererse. Ahora hay que exhibirlo. De nada vale amarse si no te besás ante un fotógrafo o lo mostrás en una red social. Y quizá haya algo de verdad en eso, pero es tema de otra nota.

Pero acá el amor no tiene nada que ver. Lo que pasa es que para algunos la vida es una obra de teatro que otra mucha gente está dispuesta a ver, porque el mundo real obliga a un compromiso al que la vida fotografiada de Brad y Angelina no nos somete nunca. Esa ilusión dura, a veces, toda la vida. O es reemplazada perpetuamente por otras.

Pero a veces alguien patea el decorado y aparecen las bambalinas con toda su crudeza, con sus costuras e imperfecciones. Si le gustan las analogías, digamos que el mundo se organizó alrededor de la metáfora de la caverna de Platón. ¿Quiere saber más? A leer libros, caramba.

No hay que ser tan severos con ellos. Hacen lo que medio mundo les pide. Yo también cuando era pibe quería que Karadagián venciera a la Momia y odiaba que me dijeran que era un montaje. (Claro que tenía ocho años). No quería ver las bambalinas, quería seguir creyendo en los tortazos, como el personaje de Cortázar que reflexionaba que era "como estar viendo una película aburrida y pensar que sin embargo en la calle es peor; y quedarse".

Debe ser difícil vivir como en las tablas de un teatro. Pero nadie los mandó a vivir así. Nadie mandó a nuestro querido presidente a fingir un viaje en colectivo llenos de tipos con ADN de negrada nacional y popular. A la mayoría le basta con que gobierne, si es posible bien. ¿Por qué la gente confiará más en el gesto que en el acto? ¿Será porque la mujer del César debe serlo y a la vez parecerlo? Pero el proverbio no dice que basta con parecerlo. También hay que serlo.

Digo yo, cual viejo Vizcacha (de Platón y Cortázar al viejo Vizcacha, Chiabrando no le hace asco a nada), que debe ser mejor ver primero detrás de bambalinas, abandonar la película y salir a la calle. Si nos quedamos viendo la foto del beso de Brad y Angelina, o del otro multinacional beso, corremos el riesgo ya no de pensar que hay una película y afuera la vida, sino que la película es la vida.

Supongo que el mundo de la actuación perpetua es el resultado de lo que se llamó la dictadura de la imagen, idea tomada a la ligera de aquella otra ligera frase: una imagen vale más que mil palabras. Una imagen vale más que mil palabras en tanto haya gente que es capaz de creer que mil palabras sobre el amor se pueden reemplazar por la foto de un beso planificada por una agencia de marketing.

Decía que no hay que ser tan severo. Después de todo hay demasiadas personas dispuestas a creerlo que sería una pena desperdiciar la oportunidad. Con tanta gente queriendo comprar, ¿cómo no venderle algo, cartón pintado, promesas, humo? No hay que olvidar, nunca, que este es el país que madrugó para ver el casamiento de Lady Di, la actuación de las actuaciones, donde, detrás, en bambalinas, hubo de todo, incluso una muerte dudosa.

Nuestros ancestros también actuaban para los vecinos, pero era pura desconfianza (y nosotros seguramente también, pero que lo analice la posteridad). Se sentaban en la puerta de sus casas como tótems, impolutos, asexuados (nunca se hubieran besado en público). Detrás de bambalinas también había secretos, claro.

Ahora lo privado se ha vuelto público. Vende, emociona, conmueve. Distrae. Para un gobernador que tiene algo que ocultar, gente que distraer, o necesita que hablen de cosas ajenas a su gestión, nada mejor que un Plan Quinquenal que incluya casamiento con rubia tonta con aire de princesa y buen culo transmitido en horario central luego de firmar un detallado contrato prenupcial, porque lo que hay detrás de bambalinas asustaría a Freddy Krueger.

Creerse la película sería preferir que Clinton sea presidente de los EEUU porque los demócratas son menos peores. Mirar primero detrás de bambalinas sería preferir a Trump. La película por un lado, la realidad por el otro. ¿Para qué voy a desear que gane Clinton si me va a imponer la misma política exterior de mierda que el otro? ¿Para que me la venda edulcorada, beso incluido?

Prefiero al que me lo dice en la cara, así puedo putearlo sin asco. Si buscan, seguro que encuentran a los candidatos besando a sus parejas justo cuando pasaba un fotógrafo. El mundo de la actuación perpetua no tiene fronteras. Mire House of Cards, ahí está todo bien explicadito.

¿Sonreirían Brad y Angelina en privado? ¿O sólo sería en público? ¿Al besarse en soledad, quedarían congelados como el actor de La Rosa Púrpura del Cairo que cuando va a besar a la muchacha se queda esperando las luces del set? ¿Esperarán el grito de "acción" para hacerle el amor a sus esposas? ¿Y cuándo le gritan "corten", qué harán?

Decía que no hay que ser tan severo. Y no hay que olvidar que el mundo de la actuación perpetua es una industria que le da trabajo a mucha gente: regisseur, maquilladores, guionistas, duranes barbas, majules y alcahuetes ad hoc. No es cuestión de oponerse a esa industria y crear más desocupados, como si no bastaran con los que hay.

Eso sin olvidar a los extras que viajaron en el colectivo con nuestro querido presidente, sonriendo con sus dentaduras a medias y abrazándolo en las fotos, siempre en las fotos. Usted dirá que son actores. Yo digo que es probable, pero quizá sean personas que odian mirar tras bambalinas y compran buzones simplemente porque están a la venta.

Y qué pena que a nuestro querido presidente no se le ocurrió subirse al colectivo en compañía de la primera dama. En lugar de colectivo podrían haberlo llamado carroza (yo también tengo pasta para el marketing). Perder el zapato al subir hubiera sido de antología.

Me pongo en la piel del personaje de Cortázar y digo que (creo) es mejor salir a la calle y mirar detrás de bambalinas siempre que se pueda. Es mejor la verdad, casi siempre. A mí me gusta cuando hay curas que avalan las violaciones o dicen que la mujer es inferior al hombre. ¡Que lo digan, por favor, así sé qué piensan y no me veo obligado a diferenciar montaje con verdad! Que los fascistas declaren su fascismo a los cuatro vientos es un triunfo de la verdad, que disfrazada es más peligrosa.

Me fui de tema. Yendo a lo importante. Ojalá que Brad y Angelina se reconcilien. Juntos son un modelo para mucha gente. Gente que no tiene otra cosa que eso. Gente que no quiere saber nada de la caverna de Platón a menos que esté en Disneylandia. También estaría bueno que Brad vuelva con Jennifer y que haya más fotos sonriendo. Sería el triunfo del amor después del amor, un temón que nos tendría entretenidos por una década. Y lo confieso, yo siempre preferí a Jennifer y nunca le perdoné a Angelina que le hubiera sacado el marido.

Es verdad que a veces calma que nos mientan un poco. Todos tenemos derecho a quedarnos un rato más en el cine, viendo la película aburrida, porque afuera es peor, o en todo caso más difícil. Pero del cine habrá que salir tarde o temprano, y subirse a un bondi de verdad, seguir viviendo la vida que los fotógrafos no perpetúan de tanto trabajo que tienen con los que viven en, o consumen el mundo de la actuación perpetua. Click.

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