Empecemos por el principio (constitucional). El Poder Ejecutivo es unipersonal y lo ejerce el presidente de la nación que será Alberto Fernández. Elige al funcionariado que lo acompaña y puede modificarlo en cualquier momento.

La única sorpresa de los últimos días fue la llegada de Martín Guzmán al ministerio de Economía. Se convocaron dos economistas duchos para las negociaciones internacionales --en esa área y en YPF, Guillermo Nielsen-- tema que se aborda en notas aparte de esta edición .

Alberto Fernández hizo la presentación de su equipo en ceremonia sencilla , con palabras afectuosas, tono calmo, un solo sarcasmo, referido al rabino Sergio Bergman. Es, nomás “el Gabinete de Alberto”: lleva su impronta cuanto menos por dos motivos.

El primero: como resaltó en varias de las breves semblanzas abundan protagonistas de su confianza que lo acompañaron por largos caminos. Varios no habrían llegado a tanto con otro presidente peronista, es un clásico. Ahorramos la enumeración completa sin dejar de aludir a la geopolítica de la Casa Rosada. La mayoría de los ocupantes de importantes despachos allá recorrieron largos caminos con el presidente: Santiago Cafiero (”mi alter ego, como yo lo fui de Néstor”), Vilma Ibarra, Julio Vitobello entre tantos. Seguirán estando muy cerca, en el día a día.

El Gabinete trasunta estilo y criterios de Fernández, asimismo, porque incluye representantes de la diversa coalición Frente de Todos (FT), catalizada por la decisión de la vicepresidenta electa Cristina Fernández de Kirchner y armada merced a la muñeca, el laburo y la convocatoria del mandatario entrante.

El reparto de cargos conforme enseña el Manual Kapelusz para sexto grado no conforma ni sacia a todos los aspirantes. Ley de hierro; siempre hay más demanda de espacios que oferta. Con frecuencia los gobernadores, las líneas internas, los sindicalistas o líderes sociales, los partidos aliados, se creen con derecho a más. Pero casi todos están contemplados: el variopinto arco del peronismo real existente, con escasa o nula injerencia de representantes de corporaciones. Bruta diferencia con el oficialismo actual, especialista en entregar ministerios a los poderes fácticos.

La tonalidad general del elenco lo ubica en el espacio reformista, progresista o de centro izquierda del abanico nacional popular (tan refractario al uso de esas tipologías). No hay pañuelos azules, CEOs, manoduristas.

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Kilometrajes surtidos: La vuelta de un oficialismo que enhebró tres mandatos y cedió el poder durante uno se traduce en la abundancia de ex funcionarios experimentados. Ginés González García . Daniel Arroyo , Agustín Rossi retornan a carteras que gestionaron. Felipe Solá, con rodaje como gobernador y ministro , ahora pasa a otra área, con saber aquilatado. Otro tanto puede decirse de Mercedes Marcó del Pont Alejandro Vanoli, Gustavo Beliz, Gabriel Katopodis , Adriana Puiggrós, Ibarra, Matías Kulfas, Nielsen … siguen las firmas.

Como siempre hay quienes arriban por primera vez . En el caso de las mujeres, en parte porque con antecedentes de Gabinetes machirulos sería imposible buscar solo ahí si se quiere arrimar a la paridad de género.

Victoria Donda y Elisabeth Gómez Alcorta militan en partidos aliados de la coalición. Esta última y María Eugenia Bielsa , al frente de nuevos ministerios, arrancan con una carga adicional. Deberán construirlos, concebir su estructura, dotarlos de recursos y hasta de espacio en inmuebles, cometido trabajoso que insume tiempo y requiere cooperación de colegas en particular del área económica.

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Donde hay una necesidad hay un ministerio: La frase previa debería presentarse como tríada, en carácter transitivo. Donde hay una necesidad hay un derecho y una cartera que tratará de defenderlo o promoverlo.

La cantidad de ministerios se contrapone a la jibarización dispuesta por Macri a pedido del Fondo Monetario Internacional (FMI). Mal disfrazada como austeridad, la movida transpiró ideología por todos los poros. Se devaluaron Salud, Trabajo, Cultura, Medio Ambiente subrayando las prioridades del modelo neocon. La restauración, sanadora, vale como declaración de principios.

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Doble vara, alta y baja: Terminemos como pudimos haber empezado. A partir del martes 10 envejecerán muchas de las polémicas que entornaron la formación del Gabinete. El run run de las vísperas va a entrar en el pasado. Las injurias preventivas de los medios a ministeriables. El lobby tenaz de un columnista estrella de Clarín a favor de Martín Redrado. Las operaciones, las idas y vueltas, las maniobras sensatas o torpes. Los reclamos para que el Frente Renovador de Sergio Massa o los gobernadores o cualquier otro colectivo tuvieran más espacio que el kirchnerismo, contrariando la lógica en cualquier coalición del planeta. Los aborrecidos K aportaron la fórmula, una millonada en votos en especial en Buenos Aires y entre los argentinos más humildes. De cualquier manera, Fernández machacó que todas las designaciones fueron suyas, con especial énfasis cuando se refirió a Carlos Zannini.

El nuevo Gobierno será relegitimado o cuestionado por sus realizaciones, las promesas cumplidas o no, los aciertos, avances, contradicciones, errores.

Macri, fiel a su estirpe, dejó plantada una doble vara. Una bajísima en resultados, gestión y decencia de su equipazo. Otra altísima en urgencias, necesidades, desigualdades, magnitud de las deudas externa e interna. A ellas deberán avocarse Alberto Fernández y sus colaboradores que enarbolan como bandera la necesidad de reparar, reponer derechos, disminuir la desigualdad y la injusticia social. La peor herencia confrontada con los mejores mandatos y un equipo de gente normal, con la que usted tomaría un café, politizada, con años de militancia y laburo.

Volvió la política a ocupar despachos en un elenco peronista-pluralista… lo que no es oxímoron mal que le pese a la derecha autóctona. A primera vista evoca al primero que designó el presidente Néstor Kirchner, una valiosa carta de presentación.

Los nombramientos corroboran el rumbo señalado en la campaña. Una señal auspiciosa aunque la estadística y los precedentes inducen a suponer que el equipo no llegará entero al final del mandato. Habrá quien parta en pos de cargos electivos o por fracasos, discrepancias o cuestiones personales. Esto no es agorería sino empirismo. Para que no suene a mala onda agreguemos que las dos rockstars de las elecciones de octubre, Fernández y el gobernador electo Axel Kicillof, ascendieron a mandatarios plebiscitados en las urnas usando como trampolín el desempeño como ministros. Llevaban en sus mochilas el bastón de Mariscal y supieron hacerlo valer. Un aliciente para quienes jurarán la semana que viene.

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