CONTRATAPA

El otro discurso

 Por Sandra Russo

En su discurso de este martes frente al Congreso norteamericano, el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, afirmó que “Irán provocó la voladura de la Embajada de Israel y del Centro Comunitario en Buenos Aires (AMIA)”. Vaya que se revolvieron últimamente, todas juntas, como en catarata, como en dominó, las aguas oscuras y sangrientas del horror que tomó por asalto esta ciudad hace más de veinte años, en atentados que no se esclarecieron, que parecían condenados al olvido y que ahora están en la agenda global. En la nacional, ni hablar. Pero tomar nota de lo paralelo en otro plano es útil. Fue escalofriante que el primer ministro israelí haya dado por cosa juzgada, tal como el presidente de la Corte Suprema local, Ricardo Lorenzetti, lo que la propia Cancillería israelí y la embajada de ese país en Buenos Aires dieron al mismo tiempo como una causa abierta. De eso no hay dudas: la causa por el atentado a la embajada sigue abierta como la de la AMIA, la investigación sigue pendiente, y al menos en los términos que se aceptan aquí, mientras no haya procesos y condenas, no hay sentencia. Es curioso que esa presunta sentencia haya sido uno de los argumentos que llevó Netanyahu al Congreso norteamericano para tratar de boicotear el diálogo que el gobierno de Obama mantiene con Irán.

Es útil también pasar revista a algunas opiniones tanto norteamericanas como israelíes sobre la visita poco diplomática de Netanyahu al Congreso norteamericano. La ensayista Medea Benjamin, del portal Common Dreams, explicaba esta semana en un artículo qué es la Aipac, el lobby para asuntos exteriores israelí que forzó la visita pese a la negativa de los demócratas. El lobby es una institución: reparte donaciones para campaña, algo a lo que los políticos norteamericanos son altamente dependientes. Y sin embargo, 50 congresistas demócratas decidieron no presenciar el discurso de Netanyahu. Hay una línea ideológica detrás de la Aipac, que se adhiere a la candidatura de Netanyahu, pero que no es hegemónica en Israel. La visita fue parte de su propia campaña con miras a las inminentes elecciones del 17 de marzo. Con esa línea de pensamiento están en desacuerdo muchos norteamericanos de origen judío, como la autora de la nota, que advierten que la Aipac repele las críticas con el sonsonete de siempre: los que la cuestionan son “antisemitas” o –el colmo– “judíos que se odian a sí mismos”. Como tantos otros norteamericanos de cualquier otro origen, Benjamin se muestra preocupada por los nuevos fenómenos terroristas que surgieron en los últimos años y habla de la “seguridad norteamericana” como algo que debe ser pensado sobre todo hacia adentro del propio territorio. Sobre las conversaciones entre los gobiernos de Estados Unidos e Irán, explica que “Obama está dando un viraje en su política exterior en Medio Oriente para configurar nuevos escenarios”. ¿Eso lo aleja de Israel? Sí, o más precisamente, deja de identificar la política exterior de Estados Unidos como un guante a la medida de las presuntas necesidades israelíes. Digo “presuntas” porque aquello a lo que se llama “necesidad” proviene de la lectura política de Netanyahu, que es la de un candidato que piensa de determinada manera, mientras hay otros sectores tan israelíes como él que opinan otra cosa, como se verá.

Siguiendo el razonamiento de la periodista norteamericana, “Irán podría convertirse en un aliado fundamental en la lucha contra el ISIS, pero Israel se niega, persiste en su lucha contra Irán. No puede ser que nuestra propia política exterior refleje más los intereses de Israel que los de los norteamericanos”.

Pero también en Israel fueron puestas en duda las razones verdaderas de la obstinación de Netanyahu en enfocar el conflicto sin fin de Medio Oriente desde una sola perspectiva, contra Irán. Los diarios israelíes lo recibieron con críticas de esas que la Aipac llamaría “antisemitas”. La veterana analista Sima Kadmon, del diario Yediot Aharonot, habló de “un discurso de supervivencia política” y le recomendó a Netanyahu que “tome clases de actuación”, ya que “uno se lo puede imaginar perfectamente en Broadway”. Concluye: “Netanyahu tiene ahora un solo problema: que regresa a Israel, donde lo esperan todos los problemas de los que pretendía derivar la atención”. En el diario Haaretz se le reprocha al primer ministro, desde el editorial, no haber recordado que “la verdadera amenaza para la existencia de un Israel judío y democrático es la interminable ocupación de los territorios palestinos”. Por su parte, Shalom Yerushalim, del diario Maariv, escribió que “la gran pregunta ahora es si el discurso le va a aportar algún escaño más”.

Pero la cuestión excede al periodismo. En una acción sin precedentes hasta ahora, y dada la radicalización de Netanyahu, salieron a la luz pública esta semana 200 veteranos de los servicios de seguridad israelíes y de su ejército. Se han dado en llamar “Comandantes por la seguridad de Israel”. Forman parte de lo que se llama “el establishment de la seguridad” de ese país. El grupo incluye a oficiales retirados y a otros de la reserva, que en el pasado han llegado al rango de general. “Es un grupo muy poderoso y distinguido de antiguos comandantes extremadamente preocupados por la vía por la que Netanyahu está llevando al país”, explicó Yaron Ezrahi, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad Hebrea y experto en relaciones norteamericano-israelíes. Esto es lo que este insólito colectivo de ex agentes de los servicios secretos y del ejército israelí le cuestionan básicamente a Netanyahu: estar “dinamitando” la relación con Estados Unidos, en una pulseada que podría dejar a Israel extremadamente debilitado.

En declaraciones al periodista Jonathan Cooke, del portal Middle East Eye, el general Amnos Reshef, considerado un héroe local por su participación en la guerra de 1973 contra Egipto y Siria, dijo que el grupo del “establishment de la seguridad” fue creciendo inusitadamente en los últimos tres meses. “Es hora de que el primer ministro nos escuche, antes de que arruine nuestros intereses estratégicos con nuestro aliado más cercano. Nada bueno para Israel puede resultar de una humillación al presidente de Estados Unidos”, dijo. Otro que habló públicamente fue Meir Dagan, ex jefe del Mossad. Dijo que Netanyahu “está tomando riesgos intolerables” para la seguridad de Israel. “La protección del veto estadounidense en el Consejo de Seguridad podría desaparecer e Israel se vería rápidamente frente a sanciones internacionales”, agregó. Cabe aclarar que esa mención se debe, además, a que Palestina está a punto de ingresar como miembro a la Corte Penal Internacional (CPI).

Netanyahu insiste en que Irán está a sólo un año de poder construir la bomba. Lo dijo en el Congreso norteamericano, mientras era filtrado a la prensa un informe del propio Mossad que indica que eso es falso. En tanto, los ex agentes y militares que le salen al cruce al primer ministro, que descalifican su estrategia dinamitadora de la diplomacia y su esfuerzo en investirse como el adalid de la seguridad nacional a cualquier costo, continúan hablando en público por primera vez. Ninguno es un niño de pecho ni un izquierdista ni siquiera probable. El ya citado jefe de inteligencia Meir Dagan declaró muy campante que eran preferibles las operaciones clandestinas para provocar un cambio de régimen en Irán, en lugar de insistir en el riesgo de la mentada confrontación nuclear. “Lo que podríamos haber hecho era ganar tiempo con operaciones secretas o apoyar a las fuerzas de oposición y minorías de Irán”, razona.

Todo estremece. La “no injerencia en asuntos internos” es un concepto que en ese lado del mundo, en todas las direcciones, hace rato ha quedado sepultado por los bombazos. Fue una hilacha de esa lógica de guerra naturalizada en todos los actores políticos de Medio Oriente la que cayó aquí, con su estruendo de horror, hace veintiún años. La falta de investigación y de justicia no sólo impidió hallar a los culpables, sino también entender por qué y para qué la “no injerencia en asuntos internos” es un sine qua non de la relación democrática entre Estados. En una línea, se trata de la lógica de la guerra infiltrándose en países que se rigen con la lógica de la paz.

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El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, durante su discurso en el Congreso estadounidense.
Imagen: AFP
 
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