CULTURA

La belleza y el desastre mirados desde muy arriba

El fotógrafo francés Yann Arthus-Bertrand expone en Plaza San Martín, gratis y al aire libre, su trabajo La tierra vista desde el cielo, auspiciado por la Unesco. La muestra ya fue exhibida en 54 países.

Por Angel Berlanga

El ballet de cincuenta y cinco ibis rojos que con sus alas extendidas sobrevuelan el suelo negro de un delta en Venezuela y Pripiat, ciudad fantasma pegada a Chernobyl, abandonada, gris, muerta luego del desastre nuclear de 1986, tienen en común la posibilidad de ser convertido en imágenes hermosas, de esas que provocan ojos brillantes, bocas abiertas, índices que señalan. Son apenas dos entre las ciento veinte fotos tomadas por Yann Arthus-Bertrand que componen La tierra vista desde el cielo, la muestra de gigantografías que hasta el 6 de junio puede verse en la Plaza San Martín. Este prestigioso fotógrafo francés, con antecedentes de trabajos para National Geographic y Life, viajó a Buenos Aires para supervisar personalmente un montaje que tiene condiciones muy precisas y pretenden masividad: debe ser al aire libre, en un lugar público y céntrico, gratuito, accesible durante las veinticuatro horas y generador de visitas y actividades escolares. “La intención es generar conciencia sobre la belleza y el estado de deterioro del mundo”, dice este hombre de 58 años que recorrió cien países y ya expuso este trabajo en 54 ciudades.
Los ibis amenazados de extinción, Pripiat, la incomparable Venecia y su paulatino hundimiento y los icebergs desprendidos de la Antártida cumplen con dos de las constantes de la muestra, belleza y deterioro, y consignan algo más: la responsabilidad del hombre, dice Arthus Bertrand, en el descalabro del planeta. A cada foto corresponde una ficha que contextualiza y suma información y así puede leerse, al lado de las armoniosas y coloridas geometrías de plantaciones vistas desde el aire, cómo aumentó el uso de las semillas transgénicas, a pesar de prohibiciones internacionales y posibles secuelas para el medio ambiente y la salud. O, por citar otro ejemplo, se consigna cómo la majestuosidad de glaciares de Noruega, Chile o Argentina es socavada año tras año debido al calentamiento global y que Estados Unidos se negó a firmar el Protocolo de Kyoto, el pacto global de países industrializados que pretende reducir las emisiones de gases nocivos que producen el efecto invernadero.
Todas las fotos se tomaron desde aviones o helicópteros, a cinco metros o a 3000 de altura, y eso, subraya Arthus-Bertrand, le da a la muestra “armonía y uniformidad”. Las gigantografías (las imágenes son de 1,2 x 1,8 metro), la variedad geográfica y temática y la cantidad, agrega, dan mucha más fuerza al conjunto y contribuye a su pretensión de “dar cuenta del estado del mundo”. “Todas esas formas y colores son producto de la naturaleza y del hombre; yo no invento nada, sólo lo veo y lo registro –dice–. El fotógrafo tiene la gran posibilidad, y a la vez quizás eso sea un error, de mostrar desastres con imágenes bellas; a fin de cuentas, uno puede dar una mirada estética de todo. Pero también es a partir de esa intención estética que el espectador entra en la imagen.”
En el Centro Cultural Borges también se exponen, hasta el 16 de mayo, otras dos muestras de Arthus-Bertrand: Franceses (retratos) y Bestiario (animales de granja con sus criadores). La tierra vista desde el cielo es patrocinada por la Unesco y llegó a la Argentina traída por Ediciones Larivière, que a su vez es auspiciada por las secretarías de Cultura de la Nación y de Buenos Aires, la Secretaría de Medio Ambiente, la Subsecretaría de Educación del Gobierno de la Ciudad y la Embajada de Francia. Arthus-Bertrand explica que su proyecto de fotografiar el mundo desde las alturas no tiene fin y que su idea es “visitar otros cien países y exponer en la mayor cantidad de ciudades posibles. Mi verdadero trabajo es explicar que todos, en mayor o menor medida, somos responsables: no hay que esperar a que los políticos cambien las cosas, el ciudadano común debe tener conciencia y comprometerse”, enfatiza, y aclara que el concepto es más válido para los países ricos de Europa que para la Argentina. “Hay que pensar de forma global, mundial, y la fotografía aérea muestra eso muy bien: cuando se sacan fotos desde el cielo no se ven los puntitos que marcan las fronteras en el mapa”, dice.
“Este trabajo me puso en contacto con ambientalistas, demógrafos y ecologistas de todo el mundo, gente muy comprometida con el planeta”, dice Arthus-Bertrand, y explica que es desde esos sectores que proviene la información que nutre las fichas-epígrafes, a las que otorga igual importancia que a las imágenes. “Uno da una vuelta al mundo, saca las fotos, expone los problemas y se da cuenta de que estamos como en el “Titanic”, que todos los pasajeros están bailando mientras el barco se hunde, despacito”, agrega, y enseguida aclara que no es pesimista: “El hombre está hecho de tal forma que siempre va hacia delante. Pero hoy es tiempo de reflexionar sobre los modelos de desarrollos sustentables, y revisar los parámetros de consumo”.

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Arthus-Bertrand trabajó en National Geographic y Life. Su experiencia en las alturas se refleja en la vista de la ciudad de Venecia.
 
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