EL PAíS › OPINION

El tiempo de los delitos

 Por Luis Bruschtein

Que la gente se movilice para hacer escuchar sus reclamos no es populismo como dicen algunos, sino una forma de participación. Y es claro también que las movilizaciones son expresión de alguna forma de malestar ciudadano. Y la inseguridad, como preocupación, es tan legítima como las problemáticas políticas y económicas.
La discusión sobre la inseguridad tiene a su favor que nadie defiende el delito. Y otro tema, el cuestionamiento a las fuerzas policiales, que en otro momento provocó disputas, también ha sido incorporado como factor intrínseco de la problemática. Un tercer aspecto, la pena de muerte, que se prestó a gestos demagógicos y efectistas, también ha sido descartado. Son tres conclusiones que se pueden extraer de la expresión mayoritaria en la marcha de ayer.
La discusión sobre la inseguridad se planteó desde esa plataforma mínima, desde la cual el padre de Axel Blumberg presentó una serie de propuestas precisas que pasan por el endurecimiento de penas, baja de la edad de inimputabilidad, control y penalización de la posesión de armas de fuego y reestructuración de las fuerzas de seguridad y de las políticas penitenciarias.
Se puede discutir la eficacia de algunas de estas medidas, pero no se trata de un pedido de mano dura como sucedió en otras ocasiones que traían reminiscencias de tendencias autoritarias. Esas tendencias fueron responsables de la degeneración de sectores de las fuerzas de seguridad que agudizaron el problema. La sociedad va madurando en este tema en la medida en que pueda desligarlo de esos impulsos.
Las propuestas que llegan con el respaldo de la marcha en el Congreso pueden ser discutidas, mejoradas o aceptadas. Pero la problemática de la inseguridad tiene dos elementos inevitables y desfavorables. Cualquiera sea la estrategia que se elija para enfrentarla, en primer lugar ninguna, incluso la propuesta por Blumberg, tendrá una consecuencia inmediata. Los delitos no cesarán de la noche a la mañana. En segundo lugar, cuando se trata de hacer reformas profundas en las fuerzas de seguridad, sobre todo en la Bonaerense, éstas pueden provocar una reacción mafiosa que genere la multiplicación de hechos delictivos. La gente tiene que ser consciente de estos factores porque de lo contrario es imposible sostener una estrategia.
La discusión sobre inseguridad tiene esa característica: alude a una opción elemental entre la vida y la muerte, que exige respuesta inmediata, pero se asienta en una problemática compleja donde la inmediatez es imposible.

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