DEPORTES › OPINION

La camiseta bien puesta

 Por Diego Bonadeo

Ochenta años atrás, promediando la década del treinta, comenzaron los equívocos respecto del “amateurismo-profesionalismo” en el rugby argentino. Y fue a raíz de la visita al país del seleccionado sudafricano. Es que dos de sus integrantes, Elliott y Wolheim, no volvieron con la delegación a su país y se quedaron en la Argentina para jugar por el Hindú Club. No es que les pagaran para jugar, pero “dirigentes-empresarios” del club les consiguieron trabajos. Algo parecido a los becarios universitarios norteamericanos y a los llamados “amateurs de Estado” de los países socialistas varias décadas atrás.

Coincidiendo con la visita de otra Selección Sudafricana –esta vez los Junior Springboks–, esta vez en 1959, el vicepresidente de la Unión Argentina de Rugby, Owen Marsden Tudor, un súbdito de su muy poco graciosa majestad británica, con un desparpajo poco común, hizo intervenir a su agencia de turismo para sufragar los gastos de viaje de los visitantes. Además hubo dos casos de robos descarados a los dineros del rugby. Un dirigente de Curupaytí, Carlos Dose, y uno del Club Univeritario de Buenos Aires, Carlos Baltar Madero, miembros del Consejo Directivo de la UAR, se llevaron la plata y no fue justamente ni para difundir el juego ni para sufragar los gastos de las vituallas de terceros tiempos.

Así actuaban algunos de los campeones del amateurismo. En octubre de 2012, el segunda línea de Los Pumas Patricio Albacete y uno de los mejores jugadores “grandes” de la historia del rugby argentino, denunció irregularidades que en un principio parecieron ser desestimadas por la dirigencia. Es que algunos olvidan que sin jugadores no hay juego. En las últimas semanas hubo un reconocimiento a los genitales y a la camiseta de Albacete.

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