DEPORTES › LA HISTORIA DEL OBISPO PAULO EVARISTO ARNS, HINCHA DEL CORINTHIANS

Alabado sea el fútbol, amén

El papa Francisco no es el único que profesa su fe por un club. En Brasil un cardenal le dedicó un libro a su equipo favorito, uno de los mejores en la Copa Libertadores 2015 y que esta semana juega contra San Lorenzo.

 Por Gustavo Veiga

En la Iglesia futbolera del papa Francisco hay un verdadero baluarte. Lo confirma un libro perdido, mezclado entre otros, sobre una mesa de saldos del viejo centro de Porto Alegre. Se titula: Corinthiano Gracias a Dios. Lo escribió el cardenal Paulo Evaristo Arns, quien se ganó la gratitud eterna de las Madres de Plaza de Mayo cuando las recibió en San Pablo durante la dictadura, mientras acá, los obispos locales les cerraban las puertas. El libro, además de ser el número 50 de su autoría, es una rareza. Lo publicó Planeta en 2004 y lo hizo en colaboración con el conocido periodista deportivo brasileño Juca Kfouri. “¿Cómo no vamos a recordar aquellos momentos angustiantes que vivimos en la larga noche que cayó sobre nuestro país sin mencionar que don Paulo era de los pocos con quien nos sentíamos protegidos?”, se pregunta aquél en la presentación. El religioso tiene hoy 93 años y su pasión por Corinthians bien puede compararse con la que siente el Papa por San Lorenzo. Una relación simbiótica donde el fútbol también tiene sus pastores consagrados a una camiseta. Como cualquier otro hincha de su feligresía.

En 1973, la célebre revista deportiva Placar tituló en su tapa: “Corinthians más cerca de Dios”. Arns había sido elegido cardenal ese mismo año y sonreía con un banderín del club en la portada. Como si hubiera sido un jugador después de ganar el clásico contra San Pablo o Palmeiras.

El libro del cardenal está colmado de imágenes como ésa. Se lo ve ingresando a la cancha; con Rivelino, aquella gloria de la zurda prodigiosa en el Mundial de 1970 y uno de los mayores ídolos corinthianos; con el presidente Alberto Dualib en la sala de trofeos y en la capilla del club en diciembre de 2003; en el estadio Morumbí dando una entrevista en junio de 1996 o con el ex presidente Lula, otro célebre hincha del equipo. Kfouri también escribió en la presentación del libro: “... en su histórica pastoral del pueblo corinthiano, incluso antes de la conquista del título de 1977, después de 22 años de ayuno, enseñó que no había derrotas definitivas para el pueblo”. En el capítulo donde explica por qué es hincha del Timao –como se conoce al club de San Pablo en Brasil– Arns dice que “la primera razón que me hizo ser corinthiano es la historia bonita de ese club casi centenario. Ella fue hecha de inmortal esperanza a lo largo de los años y viene siendo escrita por jugadores e hinchas, cuya pasión se alimenta de sucesos –¡que no son pocos!– y al mismo tiempo, no disminuyó con las derrotas porque, en el caso contrario, no sería pasión. ¿Ustedes quieren una razón más bonita que ésa?”.

Ya retirado, el obispo desgrana en el libro algunas anécdotas con los distintos papas que pasaron por el Vaticano. En 1980, el presidente del Corinthians, Paulo Matheus, le pidió por carta que Juan Pablo II, en su visita a Brasil de aquel año, bendijera al estadio que estaba por construir el club. La misión no pudo cumplirse porque el lugar quedaba muy lejos del recorrido que debía hacer el pontífice por San Pablo.

En los años ’70, emprendió una gestión en Roma con Pablo VI porque el calendario litúrgico de la Iglesia estaba por excluir a San Jorge, un santo muy popular en Brasil y en particular en el Corinthians que le da nombre a su viejo estadio. “Nuestro pueblo entendió que la Iglesia no lo consideraba más santo. Y comenzó a protestar. Pues bien: decidí llevar ese clamor popular al propio Papa”, escribió Arns en su obra.

Como Francisco, hincha de San Lorenzo y futbolero, el anciano cardenal corinthiano solía reunirse con jugadores, técnicos y dirigentes. Esa costumbre está vigente en el Vaticano, donde después de que su club ganara la Copa Libertadores, el Papa recibió a una comitiva encabezada por el presidente Matías Lammens y Marcelo Tinelli. “San Lorenzo forma parte de mi identidad cultural”, dijo en aquella audiencia de agosto del año pasado Jorge Mario Bergoglio. Sus visitantes le regalaron una réplica de la Copa, camisetas y hasta los guantes del arquero Sebastián Torrico.

La Iglesia tiene un santoral prolífico en los clubes de fútbol: de San Lorenzo al San Pablo y de Santos al Santos Laguna, pasando por San José Oruro (Bolivia), San Martín de Porres (Perú) y nuestro San Miguel del Ascenso. Hay de todo en la viña del señor, dice un célebre proverbio español y no solo el Papa o un obispo que sienten pasión por los colores. La relación entre los sacerdotes y el deporte más popular de la cristiandad y otras expresiones de la fe tiene algunas historias muy curiosas. La del cura Juan Manuel Bazurco es emblemática.

Nacido en el País Vasco en 1944, párroco y futbolista profesional, ha inspirado más de un relato. Mientras misionaba en Ecuador en el pueblo de San Camilo, jugaba de delantero, como lo había hecho en España, donde estuvo a punto de ser fichado por la Real Sociedad de San Sebastián. Sus goles en los partidos informales después de misa llamaron la atención de la Liga Universitaria de Porto Viejo que jugaba en Primera. Enseguida pasó a ser profesional, como no había podido en su país natal.

Una cosa trajo a la otra. Se interesó en él un club más grande, el Barcelona de Guayaquil, que necesitaba un goleador para disputar la Copa Libertadores de 1971. Bazurco había impuesto como condición que se lo dejara ejercer el sacerdocio. El técnico del equipo, Otto Vieira, se quejó: “¡He pedido un delantero centro, no un cura!”.

Pero la noche de su consagración le hizo cerrar la boca. Fue el 29 de abril de aquel año, en la cancha del campeón de América y del mundo: Estudiantes de La Plata. A los 17 minutos del segundo tiempo, Alberto Spencer, el recordado delantero ecuatoriano que había brillado en Peñarol, lo dejó mano a mano con el arquero Gabriel Flores y definió con precisión para marcar el 1 a 0 que sería definitivo.

Contaba el sacerdote en la que pudo ser la última entrevista que brindó –falleció en marzo de 2014– que Arístides Castro, un relator de Radio Atalaya de Ecuador, le ofrendó una frase para la posteridad: “Benditos sean los botines del padre Bazurco”. El cura jugó en la Copa ocho partidos y marcó dos goles (aquel contra Estudiantes y otro a Emelec). Después de esa campaña en la Libertadores, abandonó al Barcelona, volvió a jugar en Porto Viejo y a ofrecer misa. De regreso a España colgó los hábitos y se dedicó a dar clases de filosofía.

El obispo Arns no llegó deportivamente a tanto. Pero dejó expresado en su curioso libro la pasión que siente por el Corinthians.

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El obispo Arns con Lula da Silva, fanático del Corinthians.
 
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