EL MUNDO › LA UNION EUROPEA SE REUNIO POR LA CRISIS FINANCIERA MUNDIAL

Rescate, pero con castigos

Los cuatro socios europeos del G-8 dijeron que cada país tomará sus medidas particulares, “coordinando” con los socios. La idea es aceptar rescates de bancos, pero castigando a los ejecutivos que los llevaron a la quiebra.

 Por Eduardo Febbro

Desde París

La cumbre de los cuatro miembros europeos del G-8, convocada en París por el presidente francés Nicolas Sarkozy, concluyó con un acuerdo de base para respaldar a las entidades financieras que tienen dificultades para soportar la crisis internacional. También hubo un llamado ferviente a refundar el sistema financiero internacional con reglas más estrictas. El resultado cabe en dos principios claros: cada país de la Unión Europea apoyará a los establecimientos financieros “con sus propios medios” pero lo hará de “forma coordinada” con el resto de los socios europeos. A cambio del respaldo a los bancos, los responsables pidieron en París que haya una contraparte de sanciones contra los dirigentes de las entidades financieras que fallaron en su gestión y cuyas empresas requieren ayuda de los Estados.

Sarkozy reunió a la canciller de Alemania, Angela Merkel, al primer ministro británico, Gordon Brown, al presidente del gobierno italiano, Silvio Berlusconi, al presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso, al presidente del Eurogrupo, Jean-Claude Juncker, al del Banco Central Europeo, Jean-Claude Trichet, y al director gerente del FMI, Dominique Strauss-Kahn, con el propósito de estructurar un consenso europeo que desemboque en un frente común ante la crisis.

En el curso de la conferencia de prensa conjunta, el presidente francés explicó los diferentes puntos del acuerdo: apoyo a las entidades bancarias y financieras, decisión de sancionar a los dirigentes responsables de las empresas que fueron a la quiebra, independencia de cada Estado con respecto a las medidas que juzgue más conveniente aplicar, llamado a la “flexibilidad” de las autoridades europeas tanto sobre los criterios con que se permite la intervención del Estado en los mercados como ante las obligaciones en materia presupuestaria.

El francés también precisó que si se da una intervención pública para respaldar a un banco con problemas, los dirigentes de los países europeos miembros del grupo del G-8 (los países más industrializados más Rusia) se comprometen a que los directivos de esos bancos sean “sancionados y que los accionistas soporten el peso de la intervención”. Este último párrafo apunta a apaciguar a una opinión pública que asiste impotente a la quiebra de bancos de escala mundial, rescatados luego con dinero público al mismo tiempo que sus dirigentes dejan sus puestos con cuantiosas indemnizaciones. Esa práctica, “los paracaídas de oro”, estuvo a punto de cristalizarse en Francia con el director de Fortis, una de las entidades europeas que quebró la semana pasada y fue salvada mediante un aporte de diez mil millones de dólares de Francia y Bélgica. El presidente director general de Fortis renunció a su cargo y la entidad lo indemnizó con 10 millones de dólares, suma a la que finalmente renunció a raíz de las presiones ejercidas por París y Bruselas.

Los principios adoptados en París por los cuatro dirigentes europeos dejan entrever que los tiempos que se avecinan serán ásperos. En este sentido, los cuatro interpelaron expresamente a la Comisión Europea pidiéndole flexibilidad en lo que atañe a las ayudas estatales a las empresas públicas, un sector estrictamente reglamentado por Bruselas a fin de que no se falseen los mercados con subvenciones disfrazadas. Asimismo, el G-4 pidió una suerte de clemencia a la Comisión en lo que respecta al pacto de estabilidad y crecimiento europeo que obliga a los Estados miembros de la UE a no dejar que el déficit público supere el 3 por ciento del PIB. Sarkozy dijo en París que “la aplicación del pacto de estabilidad y de crecimiento deberá reflejar las circunstancias excepcionales en las que nos encontramos”.

Algunos analistas estiman que esa solicitud anticipa el incremento de los déficit públicos. Además de ofrecer una imagen de unidad y coordinación, la minicumbre tenía como meta sentar las bases para una futura reunión internacional consagrada a la refundación del sistema financiero mundial. En este sentido, los miembros del G-4 llamaron a que se organice “lo más pronto posible” una cumbre mundial para revisar las reglas del capitalismo financiero. Sarkozy, que aboga desde hace mucho por una iniciativa semejante, presentó las líneas centrales de esa refundación que se articula en torno de cinco puntos: instauración de un sistema de vigilancia de todos y cada uno de los actores de los mercados financieros, incluidas las agencias de evaluación, los bancos de inversiones y los llamados “hedge funds”; cambio del sistema de remuneraciones de los operadores del mercado y de los dirigentes; revisión de las normas contables a fin de evitar la formación de esas ilusorias y peligrosas burbujas especulativas, así como la carencia de liquideces; refuerzo del control político de las diferentes instituciones internacionales; creación de una task force que opere entre los encargados de la supervisión, los bancos centrales y el Ministerio de Finanzas.

A falta de decisiones espectaculares, la cumbre casi íntima de París dejó una imagen menos cacofónica de la conducción política de Europa. La crisis financiera ofreció un espectáculo de divisiones y encontronazos que nada tenían que ver con la idea idílica de una Unión Europea coordinada. París y Berlín confrontaron con agudeza en torno de la idea francesa de crear un fondo de rescate europeo semejante al aprobado en Estados Unidos por la Cámara de Representantes. Esta idea causó terror en Alemania. Para Sarkozy, la cumbre de París fue un éxito. A falta de un fondo común europeo o de una respuesta federal, los europeos presentaron posiciones comunes. Hasta Silvio Berlusconi estuvo medido y conciliador: “Hoy quedó expresada con gran claridad la voluntad de nuestros países de garantizar el ahorro de los ciudadanos y de preservar la confianza de nuestros ciudadanos en el sistema bancario, que debe seguir apoyando la economía real”, dijo.

Las perspectivas son, con todo, borrosas. Luego de reunirse con Sarkozy, el director ejecutivo del Fondo Monetario Internacional, Dominique Strauss-Kahn, admitió que la “situación económica mundial es muy preocupante”. Strauss-Kahn también reveló que las pérdidas del sector financiero eran más importantes de lo que se pensó en el mes de abril y que el Fondo publicará previsiones hacia abajo en relación a las primeras evaluaciones formuladas sobre la economía mundial. En suma, como anotó una vez el escritor británico Graham Greene: “En el momento de la ruptura se sufre poco. La conmoción viene después”.

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Merkel, Berlusconi y el anfitrión Sarkozy en una reunión “chica” con los grandes banqueros estatales.
Imagen: AFP
 
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