EL MUNDO › PAUL KRUGMAN, EL ECONOMISTA QUE PONE NERVIOSO A BARACK OBAMA

El que corre por izquierda

Es Nobel de Economía, académico de peso y bloguista popular. Raro en su ambiente, desde hace diez años es columnista del New York Times y tiene audiencias masivas. Sus críticas consistentes y discretas preocupan a la Casa Blanca.

 Por Stephen Foley *

Sus advertencias apocalípticas atrajeron hordas de lectores a su blog. Un video frenético de un californiano literalmente cantando a gritos sus pronósticos es un éxito en YouTube. La semana pasada las entradas para una conferencia que dio en California se agotaron casi de inmediato a 135 dólares por cabeza. La revista Newsweek lo puso en su última portada, bajo el título, “La oposición desde adentro”. Paul Krugman es el hombre del momento, y eso pone nervioso al equipo de Barack Obama.

Mientras el líder norteamericano intentaba convencer a los mandatarios extranjeros en una exhaustiva gira por Europa y se esforzaba por moldear una nueva era de bipartidismo en Estados Unidos, su más mordaz detractor comenzó a pisarle los talones, despacio y con mucha modestia, cuestionando sus explicaciones y sus planes, siempre desde la izquierda. Es el único que amenaza con poner fin a la luna de miel de Obama y activar la tan temida crisis de confianza en el sistema norteamericano.

La emergencia de Krugman, un economista sin experiencia en la política, golpeó el punto más débil del gobierno estadounidense, su estrategia para frenar la crisis financiera y reconstruir la economía. El plan de la Casa Blanca tiene dos ejes, el paquete de estímulo de 800 mil millones de dólares y el paquete de rescate de un billón de dólares para el sector financiero. El profesor barbudo de la Universidad de Princeton criticó ferozmente ambas iniciativas.

Krugman escribe una columna en el New York Times hace una década. Es conocido en los programas de política en televisión y el año pasado reafirmó su status de gurú económico al ganar el Premio Nobel de Economía por su trabajo sobre comercio internacional. Pero en los últimos meses supo captar la ansiedad de una audiencia mucho mayor, que se está formulando la pregunta del millón: ¿funcionará el plan económico de Obama?

Su respuesta es un no tajante. El paquete de estímulo es mucho más chico de lo que el país necesita para combatir la creciente pérdida de puestos de trabajo, que este mes ya superó los cinco millones desde el inicio de la recesión norteamericana. Aún peor, el plan para reconstruir el sistema bancario –el préstamo de un billón de dólares a inversores privados para que éstos compren los activos tóxicos de los bancos, con la esperanza que entonces no quiebren– está condenado al fracaso. Según el economista, toda el plan se basa en la idea errónea de que los principales bancos de Estados Unidos siguen siendo, en sus bases, sólidos.

“¿Por qué son tan obstinados en esto –preguntó Krugman en su blog–. Porque temo que ésta sea la única posibilidad que tendrá este gobierno, o que si el plan de salvataje a los bancos fracasa, el gobierno no tenga el suficiente capital político para intentar un plan B. Por eso es horroroso que Obama haya decidido basar todo su plan económico en la fantasía de que un poco de abracadabra financiera retrocedería el reloj de vuelta a 2006.” Krugman no es el único economista que sostiene que Estados Unidos está cometiendo los mismos errores que Japón en los noventa, cuando mantuvo a bancos que ya no eran viables, lo que provocó más de una década de estancamiento económico. Pero el economista de Princeton es el vocero de facto de ese movimiento. Para ellos los bancos en peor estado –Citigroup y Bank of America– deberían ser nacionalizados y canalizar, en cambio, los fondos federales a los desempleados o a proyectos de infraestructura, que garanticen o creen puestos de trabajo.

Debido a sus contundentes credenciales de economista, muchas veces no se percibe que la base del reclamo de Krugman es emocional, no matemático. Les habla a los estadounidenses liberales que se vieron hipnotizados por el fenómeno Obama. Sus palabras son como pequeños martillos que golpean, despacio y de a poco, las esperanzas de un cambio y amenazan, por primera vez, con destruir el clima de optimismo en que están embebidos desde la victoria en las urnas en noviembre pasado.

Las columnas en el diario neoyorquino alcanzan su clímax cuando el economista expresa sus expectativas y posterior frustración frente al gobierno de Obama –y fuerza una reacción similar en el lector–. “No sé ustedes, pero yo tengo el estómago revuelto”, escribió tres semanas después de la asunción del mandatario. “Tengo la sensación de que Estados Unidos simplemente no está a la altura del mayor desafío económico de los últimos 70 años.”

En la raíz del problema, aseguró, está el ingenuo intento de Obama de atraer el apoyo del Partido Republicano, aún dominado por hombres creyentes y fieles al libre mercado. “El presidente comprometió por adelantado”, advirtió el economista, quien además acusó al mandatario de estar muy dispuesto a contentarse con medidas a medias.

Obama tuvo que empezar a responder a las acusaciones del reconocido economista desde que presentó el paquete de estímulo. “Si Paul Krugman tiene una buena idea sobre cómo gastar de forma más eficiente y efectiva para reimpulsar la economía, nosotros la ejecutaremos”, dijo en aquel momento.

Dos meses después, el círculo de asesores de Obama se muestra cada vez más frustrado al tener que debatir públicamente las críticas de Krugman todos los días. Larry Sumers, el jefe de asesores económicos del presidente, reconoció que está sorprendido y confundido por las críticas del premio Nobel contra el plan de salvataje a los bancos. No es el único. Cada vez que Tim Geither, el secretario del Tesoro, da una entrevista le enrostran las columnas críticas de Krugman.

Hace poco Rahm Emanuel, el jefe de gabinete de la Casa Blanca, perdió la calma después de que Krugman criticara el acuerdo entre los demócratas y los republicanos en el Senado para aprobar el paquete de estímulo económico. “¿Cuántas leyes aprobó él?”, dijo, enojado, Emanuel, en una entrevista con la revista New Yorker. En ese momento, era necesario contar con los votos de los republicanos, ya que aún no se definió la situación del senador demócrata por Minnesota, Al Franken. La elección en ese estado todavía está bajo revisión judicial. “Que escriba una maldita columna sobre cómo sentar en su banca al hijo de puta. Me encantaría leer esa columna.”

A pesar de su experiencia, el economista de 56 años no está acostumbrado a la ferocidad del debate político. El hijo de inmigrantes rusos, que creció como un chico tímido de Long Island, se mantiene firme en sus convicciones y planea reducir sus horas de profesor universitario para priorizar sus conferencias y sus apariciones en la televisión.

Obama prometió reducir de forma agresiva el déficit, no bien el país pase la peor parte de la tormenta. Pero la promesa a largo plazo no es suficiente para Krugman. “Los países desarrollados con gobiernos estables pueden endeudarse mucho y luego ser perdonados por los mercados”, sostuvo hace dos semanas.

Está obstinado en ser la piedra en el zapato de Obama durante toda su gestión, aunque su modestia no le permite reconocerlo. “La popularidad arruina el desempeño de los jefes, aun los mejores. Seguramente, lo mismo pasa, digamos, con los economistas. No pueden decir que no les advertí”, escribió recientemente en su blog.

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.

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Krugman llena teatros con sus conferencias, especialmente después de la crisis.
Imagen: Arnaldo Pampillón
 
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